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POR ROJOS. Por Fidel Carlos Flores C (*)

Fidel Flores by Fidel Flores
noviembre 9, 2021
in Artículos de Opinión, Artículos Literarios
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———- O ———-
NIP Ciudad de México 19/10/2016 (Cuento Breve). ¡Toc, toc, toc!, Don Flores, ¡Ábrame! por favor, me persiguen…
Yacuiba (Gran Chaco) inicios de la década de los setenta. El apacible pueblo frontera había entrado en un inaudito paréntesis de persecución política. A altas horas de la noche en la céntrica calle Comercio, era acosado un conocido médico propietario de la primera clínica del pueblo. Esa noche iban por él, sus captores se habían desplazado por la entrada principal, pero no contaron que la clínica/vivienda tenia una salida al fondo hacia la Sucre, detalle clave que cambiaría el desenlace de esa noche. Pasos, gritos, amenazas, correteos, angustia. ¡Dónde está, dónde!, alguien había logrado advertir al doctor quien apresuradamente huyó por la parte de atrás.

Nuevamente ¡toc.toc.toc! -ahora sí, ladridos de mi perro, incluido-
Mi padre quien era taxista en esos tiempos y guardaba el auto (único bien familiar) en casa, se levantó con mi madre para ver quién tocaba. Los insistentes ruidos, me habían puesto en alerta y como cualquier niño curioso también abrí ojos, orejas y puse atención. Así, disimulando ir al baño me levanté.
¡Niño, váyase a dormir, carácter, che! me dijeron -regañadientes-. Seguí observando. ¿Quién es? -otra vez- ¡Doon Florees! –ahora más bajo y con sigilo- “Soy su vecino, el doctor, necesito que me lleve a la línea fronteriza cuánto antes”.
Al percatarse y verificar quien era, tras rápida decisión decidieron ayudarlo. Sin encender el motor sacaron el auto empujando del garaje, y más adelante (ya por el Liceo) emprendieron marcha.
Integrantes de la DOP, Dirección de Orden Político (organismo oficial/represivo) con beneplácito para apresar cuanto disidente era señalado como “rojo, revoltoso o incómodo” al gobierno militar de ese entonces (Gral. H. Banzer 1971-1978). Tiempos oscuros y violentos en el país, pocos años antes estuvo operando la guerrilla del Che Guevara en Vallegrande. Y antes uno de sus operadores había incursionado en la selva del Chaco salteño, frontera con Bolivia (Jorge Masetti del Ejército Guerrillero del Pueblo, líder, escritor y periodista, cuyas acciones y vida terminarían en inmediaciones de Tartagal, en 1963 al fracasar su movimiento). Pero también tiempos de manipulación e incomprensión de activistas (universitarios y profesionales) que buscaban solo democracia para participar en ella. Sin embargo la ignorancia y atraso del país en el marco de una guerra fría internacional, establecían e imponían marcos políticos (Ej. Plan Cóndor).

El médico presuroso se subió al coche, y sin cruzar palabra, ni hacer ruido, iniciaron viaje –no hacia falta hablar, ni explicar- “A la línea, a la quebrada me urge cruzar a la Argentina”, se fueron por el camino viejo (terracería) evitando obstáculos, al final se cumplió el servicio, mientras todo transcurrió con normalidad.
Días más tarde, escuche hablar a pobladores mayores. Entonces era común en el centro hacerse lustrar zapatos, frente al mercado principal y platicar las novedades de la semana.
¡Ché!, dicen que están agarrando “rojos” no? Van por ellos en las noches y se los llevan a patadas”. A lo que su interlocutor respondía: “Algo habrán hecho, ¿no?, por algo los persiguen”.
Después silencio y olvido se hicieron presentes y todo continuó en tranquilidad. Es más no recuerdo ejecución de un “toque de queda” en el pueblo, mientras, sí en otras partes del país, (durante Estados de sitio) donde su cumplimiento era taxativo.
A mis nueve años, había registrado tales hechos de tensión y miedo, además del estigma de “rojos”. No entendía porqué al vecino doctor (quien, varias veces nos había proporcionado atención médica) lo seguían señalando “rojo”, ergo mala persona.
Pasaron los años, primaria, intermedio, secundaria. Iban y venían gobiernos militares (incluso algunas ocasiones se pasaba de curso por Decreto). Salí bachiller a los 17 y en busca de continuar estudios me trasladé a Tarija, a Salta (Argentina) y luego a La Paz.
En La Paz capital observé el último golpe militar (1980), ahora sí con lamentables pérdidas humanas. De facto se truncaba iniciar estudios universitarios y los que podían (literal) salían al exilio o autoexilio. Definitivamente días aciagos.
Una ocasión caminando con un paisano chaqueño, por la zona de San Pedro, escuchamos disparos. Todos corrían y las vendedoras callejeras que rápidamente levantaban sus cosas, exclamaban “se están peleando entre soldados y rojos, apuráte, vienen y te quitan las cosas”.
Meses después salí del país, a ciudad de México a iniciar estudios de periodismo y economía. Una nación (a primera impresión) más tranquila y controlada por un solo partido político (Partido Revolucionario Institucional). Sin embargo en la universidad pública se gestaba activismo político, exposiciones, análisis sobre América Latina y procesos políticos regionales. Mientras países de centroamérica (El Salvador 1980-1992, Nicaragua 1979-1990, Guatemala 1960-1996) atravesaban guerras civiles. En ese contexto convulso como periodista (freelance) viajé a Estados del Sur (Chiapas), a Guatemala (Tecún Umán, Quetzaltenango) y lugares próximos.

Vinieron luego huelgas universitarias, el terremoto del 85, el surgimiento de la sociedad civil, marchas para exigir democracia real y masivos movimientos de apoyo a Cuauhtémoc Cárdenas (del Frente Democrático Nacional). Pero también regresó la angustia e incertidumbre política (fraude en las elecciones, asesinato del candidato presidencial Colosio y la aparición del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional).
Nuevamente rememoré a aquel doctor solidario y espontáneo. Era 1979 y este se encontraba apoyando con información y consejos de salud a adolescentes al término de una huelga de hambre protagonizada por un grupo de estudiantes del colegio Busch en el recinto de la Central Obrera Boliviana. Simpatizaba con nuestra causa y audacia. Vaya mi agradecimiento para ese médico que sin proponérselo enseñaba sensibilidad y congruencia social, valores tan extraños e ignorados en la actualidad.
Otra vez México, ahora fines de los ochenta, los estudios se espaciaban, pero continuaban (recuerdo Doctrinas políticas y sociales I,II,III, Estructura Económica de México, Historia del Desarrollo del Capitalismo en América Latina I,II, etc.) allí entendí con rigor histórico y económico el adjetivo “rojos” utilizado desde inicios del siglo 20. El cual se matizó en el siglo 21. Hoy a los políticos de “izquierda”, socialistas y simpatizantes del socialismo se les continúa llamando así, aunque el término ya está en desuso.

En la arremetida neoliberal de los noventa hasta el nuevo milenio, la tesis “El fin de la Historia y el último hombre” de Francis Fukuyama, había quedado rebasado por nuevos escenarios: Mundo unipolar, popularización del internet, exclusión, migración, pobreza, narcotráfico, impunidad y polarización económica.
La onda expansiva se profundizó en sur américa, aunque los primeros años del milenio, se ensayaron nuevos escenarios de democracia y socialismo (intentando promover inclusión indígena, equidad distributiva y recuperación del Estado como eje rector de la economía). Todavía se lucha en la construcción porque como diría Eduardo Galeano “la historia tiene digestión lenta y al final pone a todos en su lugar”.
Hoy se debe rescatar la memoria histórica (de hombres, pueblos y naciones) y buscar un destino incluyente. Un horizonte latinoamericano, crítico y autocrítico, empezando por “descolonizar el pensamiento” (como afirma el filósofo Enrique Dussel).
A propósito de recordar al doctor “rojo” y seguir preguntando a personas que vivieron momentos parecidos, me tropecé con respuestas como ¿y para qué quieres saber? ¿en qué ayuda? ¿a quién le importa?. En este sentido, alguna vez Carlos Monsivais afirmó contundente “es fundamental conocer la historia para agregarle al presente la inteligibilidad del pasado, para contribuir a la inserción del individuo en la comunidad, para fortalecer y ampliar la conciencia colectiva, entre otros”.
———- O ———

(*) Periodista (Escuela de periodismo Carlos Septién García) y Economista (Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Azcapotzalco).

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