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Antes de abordar el tema, tres experiencias sobre falsedades enquistadas:
Siendo adolescente –casualmente- fui testigo de una doble moral socialmente disimulada. Una joven y exitosa pareja con familia e hijos solía hacer fiestas en su domicilio, en ese tiempo era parte de un grupo musical y para mi sorpresa uno de los integrantes era amante de la dueña de casa –obviamente ella consentía la situación-, preocupado/asustado de que se dieran cuenta del adulterio, el cual –repito- accidentalmente descubrí, me condujo a advertirles del peligro, por respuesta recibí de ambos, un contundente “tú silencio, nosotros lo negamos y negaremos hasta la muerte, aquí no ha pasado nada”. Y tal cual, me sorprendió el trato posterior, es decir respeto exagerado y cínica moralina de los involucrados. Deduje, entonces que varios de asistentes eran expertos en simulación.
Una década después trabajando en Suramérica, en un noticiero de televisión como coordinador (floor manager) cuando el presentador se equivocaba al leer los encabezados de noticias (leeds), estaba prohibido corregirlos (¿?) por más que expliqué que en programas en vivo, se valen hacer correcciones, se me ordenó no hacerlo. También recuerdo supresión de contenidos y evidentes notas manipuladas por no convenir al criterio del Gerente. Así funciona y se impone un sistema encubierto de libertad de expresión pero que en su práctica obedece estrictamente a intereses económicos.
En otro escenario (México), al acudir a algunos informes estatales a inicios de los noventa, conocí al desnudo la cultura política real creación real del Partido Revolucionario Institucional, es decir observé práctica descarada del “chayote”, manejo preferencial de publicidad oficial, soberbia y trato despectivo a reporteros de medios independientes. Fui testigo de servilismo de colegas que -en general- rayaban en lo grotesco.
El común denominador en dichas experiencias: mentira, moralina y cinismo.
El periodista Alberto Barranco entre otros, sobre los escenarios periodísticos actuales escribió en su twitter “Muerto el chayo empezó la rabia”. Fidelgando: “La libertad de expresión no significa mentir, ni trivializar”, Antonio Attolini: “El odio a Andrés Manuel es irreflexivo. Es un impulso patológico que los lleva a escupir lo primero que se les viene a la mente con retorcida sofisticación”, Lili Téllez: “No Denise, no fue el pelo. Fue el fanatismo. El prejuicio. El odio. La falta de honestidad intelectual”.
NUEVOS ESCENARIOS
La semana pasada se intensificó ataques mediáticos al gobierno actual, e impactó lo que hizo Brozo (payaso de sátira política) al dirigirse a la audiencia con groserías “es un público al que le gusta la mierda porque las mañaneras (conferencias del presidente) son un montaje preproducido” entre otras acusaciones. Posteriormente fue cuestionado en segmento de su propio programa (Debatitlán) por el periodista Julio Hernández quien lo instó a mostrar pruebas, no lo hizo –al contrario- insistió que desde luego que tiene fuentes del ámbito de la conferencia, de Morena, y otras instancias, y remarcó aseverar esto no fue de un día para otro fueron semanas de ir comentando todos los días, ojo hay que fijarnos en esto, vean la pregunta, vean la colocación de personas, mientras seguíamos recibiendo información de gente que no está acuerdo con lo que pasa ahí y cada vez más gente comenzó a contactarnos y nos filtró, lo que ahí pasa, quién coordina esto, aquello, etc. Y no es una interpretación (¿?), están las fuentes y las pruebas que desde luego que se están adquiriendo (¿?) y las voy a exhibir, de eso se trata.
Llegará el momento en que todos los documentos que estamos adquiriendo y consiguiendo ustedes serán los primeros en conocerlos, obviamente nuestras fuentes no la vamos a revelar, son gente muy confiable y cercana a estos sucesos, también dije algunas afirmaciones altisonantes sobre el público basado en lo que (así) están pensando los de producción (¿?), es decir cómo hacen el armatoste y manipulan y ojo el único cómplice que he tenido en los últimos 33 años es el público y si sigo vivo en este medio es por la gente, por lo tanto me sacaron hábilmente de contexto y vivo un linchamiento “orquestado”.
Por cierto, recordé que hace dos sexenios Brozo fue parte de un “montaje” para acusar en televisión a un indefendible René Bejarano que terminó en la cárcel, pasados los años nos enterarnos del contexto, es más, en alguna entrevista Víctor Trujillo/Brozo indirectamente aceptó estar enterado de lo que iba a ocurrir y actuó. Tal situación fue reprochada por el caricaturista Hernández, en twiter con un contundente “Brozo, decidió obedecer al poder para armar un montaje y engañar a sus televidentes en uno de los más vergonzosos capítulos del periodismo en México.” lo cual generó un acalorado debate.
En este sentido, suscribo el análisis de Jorge Zepeda Patterson publicado recientemente: “La intoxicación no solo está en el aire que respiramos, o al menos no solo en el que entra por la nariz y la boca y llega a los pulmones; también en el que entra por las orejas y llega al cerebro. Son constantes los mensajes en programas de radio y televisión, columnas y encabezados de diarios que compiten el uso de adjetivos categóricos en contra del gobierno. Aún así, los niveles de aprobación del mandatario son abrumadoramente altos -repito- pese a que la mayoría de los medios de comunicación y en particular los espacios de opinión le son profundamente adversos.”
En otro artículo Zepeda también afirma: “Rectifico. En más de una ocasión escribí en este espacio que Andrés Manuel López Obrador cometía un error al cancelar el nuevo aeropuerto en Texcoco. Y así lo creía no porque yo fuera simpatizante del enorme y fastuoso proyecto, sino por la reacción que provocaría y la factura política a pagar. Pensé que convenía mejor guardar las batallas con el sector empresarial para otras causas, ahorrarse el dinero de las compensaciones que requería clausurarlo y ofrecer a la I.P que lo terminasen ellos y ahorrar así dinero del erario. Fue muy costoso políticamente para AMLO echar para atrás un proyecto que llevaba ya un 30 por ciento de avance, a cambio de una propuesta (Santa Lucía) que parecía resultado más de un capricho que de una investigación financiera, ambiental y aeronáutica profunda.
Sobre lo de Santa Lucía sigo teniendo dudas, pero la información que este viernes escuchamos sobre las tripas del NAIM, le dan la razón al Presidente. Los responsables del proyecto, ahora lo sabemos, ocultaron el verdadero costo (que habría ascendido a 17 mil millones de dólares en lugar de 13 mil, sólo para la primera etapa que ampliaba por muy poco la capacidad del actual aeropuerto), carecían de una solución para financiar esa ampliación de presupuesto, ofrecieron contratos leoninos a favor de diseñadores y constructores con cargo al erario. El abuso, la desmesura, el ocultamiento doloso y el castigo a las finanzas públicas fue sistemático y de proporciones mayúsculas”
Lo de Brozo y otros, me sirve para exhibir la evidente polarización que proyectan conductores/opinadores de medios tradicionales, da la impresión de rencores y odios profundos, pertenecen a medios iracundos que apuestan al fracaso total (petición de renuncia, incluida) solo para comprobar que tienen razón.
Lo curioso es que dichos personajes en sexenios anteriores eran tolerantes, omisos y hasta cómplices –aun- cuando existía agresión a derechos humanos o denuncias de corrupción, tales líderes de opinión perdieron “credibilidad”. Además se intensificó una migración de nuevas audiencias hacia el internet, con ello vino su debacle general.
Si bien el periodismo debe continuar con lupa sobre los actos de gobierno, también es obvio que debemos comprender el contexto neoliberal de sometimiento y domesticación, además de modificar inercias y vicios.
Vivimos tiempos históricos, donde el presidente (75 % de aceptación) Andrés Manuel López Obrador intenta cambios de paradigma en un sinfín de decisiones algunas acertadas, otras polémicas. Pero el gobierno está en curva de aprendizaje (son primeros meses que obviamente caducarán). Sin embargo, considero que en estos tiempos estamos a obligados a ayudar al gobierno y ayudar no es consentir, no es estar de acuerdo en todo, ni siquiera en parte, no es solo quejarse en internet y no hacer nada.
Lo afirmé en anteriores artículos y lo remarco es válida la crítica constructiva, el disenso, incluso la indignación por malas decisiones y exigir que no se repitan. En tal circunstancia debe primar el respeto al otro, al que piensa diferente y esforzarnos por encontrar acuerdos/convergencias. Es nuestra responsabilidad como ciudadanos construir, no destruirnos -como muchos quisieran-, a la vez paulatinamente desterrar transas, sesgos, agandalles y añejas prácticas, entre otras anomias, mismas que nos condujeron al borde del abismo.
(*) Periodista (EPCSG) y economista (UAM-Azcapotzalco)
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