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Entre los cambios que personas que nacimos en el siglo pasado, podemos considerar como agresivos, raros, equivocados o como una fantasía o manipulación por parte de los medios de comunicación para desviar la atención de temas que en verdad son importantes, para que la sociedad participe de manera activa en la política o economía, se encuentran conceptos como la posverdad o la hiperrealidad.
Ambos conceptos son imprescindibles para que podamos entender algunos mensajes que circulan por millones en las redes sociales, o posturas ideológicas, demandas y reclamos de ciertos grupos sociales (“Colectivos”, como se les conoce), que en muchas ocasiones pueden parecer extraños, exagerados o hasta ridículos, sin embargo, para la mayoría de las sociedades modernas, que dependen en gran medida de la tecnología son verdaderos pues es la forma en la que ellos explican y entienden la realidad.
En una entrega anterior reflexionamos sobre la posverdad o verdad parcial que se ajusta a los intereses de ciertos grupos, este ocasión abordamos el segundo concepto.
Entonces, ¿qué es la hiperrealidad?
El concepto fue estudiado por filósofos y semióticos como Jean Baudrillard, Daniel J. Boorstin y Umberto Eco, pero lo podemos resumir como una percepción exagerada de la realidad, misma que se basa en “la misma realidad”, pero ésta se ajusta a los intereses de ciertos grupos y gracias al bombardeo constante en los medios de comunicación -principalmente en las redes sociales-, hacen que un individuo que basa su vida y su relación social por medio de redes como Facebook, Instagram o Twitter, termina siendo “su realidad”, aunque muchas veces ésta sea absurda, fuera de la lógica del mundo real o del simple sentido común.
Cabe destacar que muchas veces “esta percepción” suele tener la finalidad de cambiar los hábitos de consumo y, por lo tanto, ese individuo se volverá un arduo consumista y cumplirá el fin que los grandes corporativos buscan: que las masas compren, consuman, pero sobre todo que estén convencidos de lo que hacen pues bajo su percepción, “hacen lo correcto”.
Pongamos un ejemplo: en los últimos meses, en las redes sociales se ha cuestionado el papel de los zoológicos en la sociedad moderna; dichos colectivos, aseguran que con la conciencia ecológica, con las ideas de libertad y de respeto a todas las formas de vida que están en boga, los zoológicos “son cárceles” y el hecho de exponer a los animales a la vista del público, es una forma de exhibir y mostrarlos, por lo tanto se violan sus derechos naturales y son humillados.
¿Qué parte está ligada a la realidad? Cuando se dice que los animales son extraídos de sus hábitats naturales, que se encuentran en espacios reducidos y en un clima ajeno al que pertenecen, es una gran verdad y un hecho que no puede ocultarse pues tener a pingüinos u osos polares en climas cálidos, es un ambiente que naturalmente es ajeno a estas especies, y por lo tanto no están habituadas al lugar donde viven.
Entonces, ¿dónde está la hiperrealidad? En los demás argumentos; comparar un zoológico con un campo de concentración, afirmar que los animales son explotados y que las hembras son objeto de abusos sexuales con fines de reproducción forzada, es poco más que una exageración.
Pero lo interesante está en las propuestas que hacen estos colectivos; mencionan que los zoológicos deben cerrar, lo que además de ser benéfico para los animales, alivia las finanzas públicas de las ciudades -algo relativamente cierto-, y que ese dinero que se gasta en la manutención del zoológico, puede gastarse en comprar patrullas para mejorar la seguridad o bien, puede usarse en medicinas para mejorar el raquítico sistema de salud de muchos de nuestros países.
Entonces se propone que se construyan “Parques temáticos”, es decir sitios que cuenten con una extensión de varias hectáreas, donde se recree el hábitat de los animales y que la gente los visite en autos mientras los animales están en una libertad relativa.
¿Suena bien? ¿Es una buena opción? En una primera instancia así parece, pero lo negativo es que esos parques serían manejados como negocios por la iniciativa privada, es decir se visualizan como un modelo de negocios donde se ofrecen paquetes que incluyen traslado, donde se cobra la entrada, donde hay restaurantes y comida rápida, donde se venden recuerdos, hay hoteles, spas, alberca y, sobre todo, donde todos y cada uno de los servicios se cobran.
Entonces se pierde un espacio público, donde las clases populares tienen un momento de esparcimiento a bajo costo y visto de otra manera, esta diversión o entretenimiento termina por privatizarse, pero con el argumento de que los animales ya no estarían privados de su libertad y en base a sus derechos naturales y el respeto a todas las formas de vida, mucha gente se convence y lo ve como “lo correcto”- y no ve que en el fondo, los animales siguen expuestos y son vistos como negocio, que es lo que critican-.
Y ya no hablamos sobre el papel que tienen muchos zoológicos en la reproducción y cuidado de especies en peligro de extinción.
Otro ejemplo lo vemos con los días de la semana. En redes sociales se magnifica la llegada del viernes; muchos trabajadores esperan con ansias el viernes pues “es viernes”, sinónimo de fiesta, alegría, descanso, de un fin de semana familiar, de ver el fútbol con los amigos, de salir con la pareja -y claro, yendo de compras a los “malls”, al cine-. “El viernes es el mejor día de la semana” que muchos añoran y hasta lo ven como algo mágico, místico.
Por el contrario, esa misma gente “odia el lunes”. El lunes es el regreso a la realidad, al trabajo, a la escuela, a las obligaciones y literalmente -y aunque parezca una broma-, “odian intensamente dicho inicio de semana”.
En el campo laboral, diversos estudios indican que los lunes hay gran ausentismo laboral, muchos estudiantes y trabajadores se encuentran de mal humor, fastidiados, frustrados y agresivos pues “ya es lunes” y se acabó la diversión.
Pero, ¿cuántos de estos individuos en verdad salen a las playas? ¿Qué porcentaje de la población cuenta con una casa de campo? ¿Cuántos padres gastan grandes cantidades de dinero comprado ropa de marca para sus hijos?
En la realidad, para muchos individuos el fin de semana no son días de viaje, ni de fiesta y se dedican a realizar labores domésticas, a terminar los pendientes de la semana o simplemente descansan, pero sin realizar grandes gastos -no porque no quieran, sino porque no tienen-.
Pero como ya lo dijimos, millones de memes, de mensajes en Twitter, youtubers, faceboqueros, que gritan a todo pulmón y a los cuatro vientos que “ya es viernes”, hacen que muchos individuos “amen, añoren al viernes” y “odien, detesten al lunes”.
No es broma, es la hiperrealidad.
(*) Periodista, Mtro. UAM-Azcapotzalco
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