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CDMX (15/06/24). Definitivamente para vislumbrar escenarios y darles debida importancia a sus matices, hay que contrastar contextos e historia, de tal forma que la lectura y análisis se acerquen a la realidad.
Las transformaciones (T) de México, (1T La Independencia, 2T La Reforma y 3T La Revolución) fueron irrupciones sangrientas que cobraron vidas, la actual 4T pasará a la historia como un movimiento -en general- pacífico y democrático que impactará al régimen para cambiarlo.
En la profundización de la historia nacional, en mis clases de la UAM-A, recuerdo la parte relacionada a las leyes de Reforma y a los logros del presidente Benito Juárez, en el siglo XIX, allí sobresale precisamente la separación de dos poderes: la Iglesia y el Estado.
Hace 6 años Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ganó una elección con un proyecto de nación consistente, claro e inclusivo, por cierto, una década antes había empezado a difundirlo. Y llegamos al 2 de junio del 2024 donde avasalló la alianza “Sigamos haciendo Historia” con un contundente triunfo democrático. Dicho movimiento que encabeza Claudia Sheinbaum Pardo (Presidenta electa), de manera singular se encuentra ante la oportunidad de profundizar el tránsito del régimen actual (orden jurídico, político y social) a otro nuevo. Entre otras razones, porque fue promesa de campaña y además cuenta con mayoría calificada en el Parlamento.
No debemos olvidar que la 4T que encabeza López Obrador busca disminuir desigualdades sociales y económicas al destacar en sus políticas públicas: “Por el bien de todos primero los pobres”, donde sistemáticamente se busca la separación de (otros) dos poderes fácticos: el económico y el político.
Considero que tales poderes, con las décadas habían enraizado una relación de connivencia, opacidad, privilegios y corrupción, un trato soberbio y “gandalla” que los alejó de las necesidades de las mayorías. ¿Para qué se ejerce el poder? ¿Cuál es el objetivo de las fuerzas políticas qué dirigen un país? ¿Para qué existe o debe existir un Estado?, entre otras preguntas fueron olvidadas por los gobernantes y partidos tradicionales.
Estamos pues, ante la posibilidad de un nuevo equilibrio entre la representación política, el gobierno y las estructuras abocadas a la impartición de justicia y protección de derechos, y eso definitivamente, sí es un cambio de régimen.
Otro punto sui géneris que vivimos, luego de las elecciones es que sus resultados significan un preponderante apoyo y refrendo al gobierno del actual presidente. Inédito, también porque se supone que cualquier Presidente o Primer Ministro los últimos meses de su mandato, concluyen débiles, disminuidos y con baja popularidad, situación que no aplica con AMLO porque en septiembre, precisamente último mes de su mandato obtendrá su cenit político, es decir, encontrará su momento o punto más alto de poder con las Reformas a la Constitución (o Plan C) en la Legislatura LXVI. Sin lugar a dudas, tiempos históricos y estelares.
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(*) Periodista (EPCSG) y Economista (UAM-Azcapotzalco)
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