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CDMX 2/02/24. Lo repetí varias veces, al igual que lo hicieron conmigo mis maestros en la escuela Carlos Septién García de CDMX. Entre otros, recuerdo la experiencia y lucidez de Manuel Pérez Miranda (Prof. de Géneros Periodísticos), quien nos decía “El único camino para ser realmente un periodista es leer, escribir, investigar, aguzar mirada, contextualizarse y sobre todo rigor y contraste”, con la última palabra se refería a la corroboración de fuentes.
En algunos países, hacer trampa en notas o reportajes, es decir inventarse, modificar registros, datos o entrevistas, puede significar –al ser descubierto- la muerte civil/laboral del reportero. Además del despido y disculpa inmediata del medio donde se publicó. Pero, en general en América Latina, no es así; se apuesta a la memoria volátil de un auditorio, más cerca de la posverdad e hiperrealidad que de los datos comprobables.
Por otro lado, se suele amplificar, disminuir o de plano ignorar contenidos periodísticos de acuerdo a la línea editorial o intereses en juego. Si a ello le sumamos una polarización política que vive la mayoría de las naciones del continente, nos encontramos ante un coctel de noticias falsas (bulos/fake news y especulaciones) que se transmiten y retransmiten millones de veces en redes y anexos virtuales.
VERIFICACIÓN Vs. INMEDIATEZ
Cuando la priorización del escándalo e inmediatez, está por encima de todo, los contenidos de la nota están más cerca a la mediocridad que al periodismo. Esta anormalidad (luego del boom de redes sociales) se hizo cada vez más recurrente ya que resulta desolador que, sin ningún tipo de comprobación, ni rigor, se difunda -en ocasiones- infamias, tragedias y violencia explícita.
Una ocasión, accedí a un manual operativo para corresponsales y allí se resaltaba que “no corroborar fuentes o publicar información no contrastada”, no era un simple error, era un “delito profesional”. Claro, que en la virtualidad hay quienes aman el ruido fácil del rumor, las inferencias y el chisme.
Al respecto, Omar Raúl Martínez en su libro “Repensar el Periodismo” nos indica que “El desencanto con la política, a nivel mundial, nos obliga a repensar el papel de la prensa y en cómo debería ser el ejercicio periodístico. Se debe dignificar el quehacer profesional, aún más en tiempos de virtualidad ya que periodismo que no tiene investigación, ni contexto, ni contraste, es perjudicial y tóxico.
Pareciera que todos los contenidos se basan en declaraciones, que es aquella forma que se supedita cómoda y exclusivamente a los dichos, opiniones y afirmaciones de los personajes públicos, asumiéndolas como sentencia probatoria, pero se deslindan de las mismas cuando éstas contradicen los hechos.
En tales pugnas también se practica el periodismo de filtración, cuya sustancia informativa depende de los intereses, tiempos y modos de ciertos personajes políticos que, bajo el anonimato (o no) facilitan documentación o pistas para evidenciar actos cuestionables o turbios de sus adversarios, entre otros”.
En dichas circunstancias, cuando las filtraciones son recurrentes, hay que tener cuidado con ellas y depurarlas con ética y valoración de intereses, ya que no solo son intencionales con propósitos y opacidad, sino tienen objetivos precisos. Por lo tanto, filtración sin investigación no es periodismo.
PRUEBAS Y HECHOS: ELEMENTOS VITALES
En nuestro oficio, lo opuesto a pruebas y hechos serían las deducciones e inferencias. No se puede hacer reportajes de investigación a partir de suposiciones ya que un reportaje sin pruebas NO es un reportaje.
Al respecto, en el libro “Periodismo Urgente” de Ricardo Raphael y Lizeth Vázquez (autores) afirman: “El periodista edifica su argumento a partir de documentos, testimonios y otros datos duros; son pruebas que corroboran o refutan la hipótesis de una investigación. En el periodismo únicamente se depende de la evidencia y a partir de dichas pruebas”.
Es por ello que en el reportaje se buscan múltiples fuentes para su verificación, en este sentido el objetivo es llegar a datos concretos, y comprobables. Es decir (una vez más), no se puede inferir, suponer o actuar bajo el condicional sería, podría, etc.
Lamentablemente en la prensa existen vicios y malas prácticas, lo cual lleva a publicaciones a partir de filtraciones sin fuentes de información que las respalde, en otras ocasiones se impone el ego o narcisismo del periodista (forzando su narrativa) y afectando el contenido y credibilidad de su reportaje.
Finalmente, en los distintos géneros, debemos rescatar las premisas fundamentales de nuestro oficio, entre otros, me refiero al rigor, contexto y contraste de fuentes, porque que el periodismo forma parte de construcción de la percepción y opinión pública.
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(*) Periodista (EPCSG) y Economista (UAM-A)
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Hola Carlitos. Muy bueno tu artículo. Con tu permiso lo voy a difundir en mi equipo de trabajo. Un fuerte abrazo.
Claro que si, un abrazo Guido