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El poeta es de alguna manera un adivino, un adivino incapaz de certidumbre, que siempre habla al tanteo. Todo le resulta misterioso, y quizá más que nada sus palabras, dichas mejor desde el tacto que no, según suele creerse, desde una mezcla de pensamiento y corazón. Se deja ser tranquilamente la muy probable irrealidad –engaño colorido, quién lo ignora– que lo alimenta y hialino lo vuelve en una magia que sin haberla él pedido –aunque sí, desde luego, la trabaja– se le da. De tal irrealidad saca la realidad –alta, profunda, extensa; nótese o no, su cuidado no es ése– que como en sueños (mas no es en sueños; es, más bien: como ciego) nombra, va adivinando, toca, habita.
No recupera el pulso quien no suelta la mano.
Dos versiones. La contundente: Hay escritores de poesía y hay poetas. Y la negociada (concuerdo con ambas): “Hay escritores (a veces nada más redactores) de poesía y hay poetas, todos respetables, mas los primeros dos procuran lo que los terceros no tienen que procurar. Procuremos –digo, me digo– ser como estos últimos”.
Por más que se diga, sólo decimos lo vivido, pero no falta quien –en algunos poetas se demuestra– haya vivido al menos su propio futuro.
¿Y si lo que nos convoca a ser, lo que nos llama, es tan sólo el lenguaje?
No seas tan suelto, que tu soltura puede ser mirada, ¿y para qué meterse en camisa de once varas?, no como falta de formalidad, sino de forma.
Si alguien se llama a ofensa porque no es leído es muy probable que la escritura no sea propiamente lo suyo.
Aceptar con sencillez la sencillez no es asunto sencillo.
Mi timidez, uno de mis doctores asegura que soy tímido, no es timidez, es pánico.
La vocación, esa especie de instinto con alma, o –más grave– del Espíritu.
La noche del viernes me soñé haciendo muy buenas segundas voces, lo que ciertamente se me dificulta, y al mediodía del sábado, en el bullicio de la Portales, me atreví con un cóver de Pedro Infante cuya fuente no quise ubicar… y fue como si soñara, de modo natural conseguí –hay un testigo– lo que antes ni en sueños.
Si quieres expandirte haz como el Universo: no pierdas tu lugar.
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FUENTE: http://www.jornada.unam.mx/2017/03/15/opinion/a04o1cul
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(Isocronías/RIPIOS/Ricardo Yáñez).
¿Habrá poema sin desprendimiento?
La forma es una forma de pudor.
La poesía no se hace, se asimila –y sólo asimilada se comparte.
Menos programa de acción que propuesta a ejercitarse dentro de determinada cancha –y reglas, por supuesto–, toda poética es a la vez que apuesta indagación en una posibilidad, en un camino (que ha de volverse varios) nuevo según eso –y la verdad quién sabe.
¿Puede imponerse una poética? Per se, desde luego… ¿Por uno a otros, a uno mismo? En el segundo caso sólo por disciplina o sacrificio; en el primero, ¿quién el incauto capaz de caer en tal garlito?
Si una poética llega a imponerse, en mi visión se debe sobre todo a su carga de sacralidad o, a contrario sensu, a su capacidad desacralizadora, nunca a su voluntad de convencimiento.
La malicia, que cómo satisface al malicioso, tiene su mucho de ingenuidad.
El poder no soporta que quien poder no tiene tenga razón.
En el poema como en el canto la voz bien colocada, la impostación, deseable; jamás la indeseable impostura.
Una antigua enseñanza: no faltará quien entre el Cielo y la Torre de Babel opte por ésta.
Eso de imaginar que uno ama a las palabras no es garantía de que ellas lo amen a uno. Y sin ello poema dudo que haya.
Un (buen) título puede ser sugerente o seco: Cien años de soledad o Pedro Páramo.
No tienes por qué avergonzarte de tener por qué avergonzarte –se dijo, pero no se convenció: siguió escondiendo y exhibiendo su vergüenza.
Frase no hay que bien seguida desembocar no pueda en su instancia poética.
Toda poética –pero como toda flor– es perecedera.
He dicho antes que uno siempre baila lo que dice. No he dicho que cuando nuestro decir es inauténtico la danza correspondiente, por exageración o por limitación, suele dejarlo ver: así superficialmente pueda engañar, no corresponde al fondo del decir.
Traer una metralleta en la mano te lleva a alguna parte; traer una flauta, a otra. El lenguaje que eliges te enrumba. Así que tú sabrás.
FUENTE: http://www.jornada.unam.mx/2017/02/15/opinion/a04o1cul
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