El viaje de la delegación chaqueña, (por haber sido la primera) quedará para el registro de la historia regional.
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Yacuiba (marzo de 2013). La aventura y el proyecto para el Ballet Municipal habían empezado mucho antes, pero realmente se materializó el viernes 8, a las 16 horas. El punto de reunión: la plaza Magariños, bajo la intensidad de un calor en plenitud, los integrantes comenzaron a llegar, y las emociones y sentimientos a brotar, además de recomendaciones finales. El párroco de la iglesia San Pedro se encontraba presente en la ocasión, con las palabras adecuadas y la bendición respectiva, los despidió. Luego la última llamada para abordar el Autobús “El Amanecer” contratado para su traslado al aeropuerto de Santa Cruz.
Pocos medios de prensa, curiosos, familiares y por supuesto, la presencia de todos los padres de la delegación de adolescentes yacuibeños. Cerca de las 18 horas, tiempo de viajar y subir al bus: fotos, más fotos y flashes registrando el momento, ahora sí, un llanto explicito y emociones encontradas de varios presentes, lo cual se confundía con la risa espontánea y abierta de los jóvenes. Ese fue el marco de despedida de Yacuiba, ciudad que más tarde representarían en Michoacán México, como la delegación boliviana. Hecho, sin lugar a duda trascendente e histórica para la región.
El sábado 9, a las 2 de la madrugada, arribaron al aeropuerto internacional de Viru-Viru, luego de bajar las maletas, comenzó el peregrinaje de las terminales internacionales: largas filas, engorrosos trámites, pesaje de equipajes, migración, pasaportes, control de visas, pases de abordaje (boarding pass), etc. Cumplidos todos los requisitos ingresaron al avión (para muchos la primera experiencia de vuelo internacional).
La aeronave despegó a las 6:30 de la mañana, rumbo a la ciudad centroamericana de Panamá. Varias horas después llegaron al aeropuerto de Tocumen. Antes de aterrizar, pudieron observar los dos océanos (el Atlántico y el Pacífico) que se unen en el histórico Canal de Panamá. En el aeropuerto, tuvieron que esperar 2 horas, para luego abordar una combinación que los llevaría a destino final, dicho avión despego de Panamá a medio día y llego a Ciudad de México a las 14:34 (hora MX).
Ya en uno de los aeropuertos más grandes del mundo, entre trámites, aduana y migración, tardaron 3 horas en salir a zona internacional de la Terminal 2, del aeropuerto Benito Juárez. Antes habían sobrevolado el Distrito Federal (CDMX) y su zona metropolitana de 25 millones de habitantes, observando desde cielos: el valle de Anáhuac y sus eternos volcanes: El Iztaccíhuatl y Popocatépetl.
Al salir, los esperaba Fidel Carlos Flores, periodista yacuibeño asentado en la megalópolis azteca (desde hace 3 décadas y media), para brindarles apoyo. Paulatinamente fueron saliendo todos, la delegación completa, 31 personas (22 bailarines y 9 acompañantes), al grupo se les proporcionó dos números de celular para todos los contactos posibles durante su permanencia en el país. Se organizaron para hablar con los organizadores del Festival, los cuales acordaron pasar al aeropuerto en unas horas para trasladarlos a Yurécuaro (Michoacán).
A esas horas, el cambio de horario y el apetito hacia efectos en los integrantes (tuvieron que adelantar 2 horas a la hora que traían) por lo que se acordó comer fuera del aeropuerto con la guía y predisposición de Fidel. Y así fue, tuvieron su primer contacto con la gastronomía mexicana, a unas cuadras: Tacos, guacamole, cilantro, cebollas, nopales y huaraches de cortesía. Todos contentos a pesar del cansancio natural. Al regresar al aeropuerto, se tomó la primera foto del grupo, que se difundió en medios de Yacuiba. Horas después llegó el bus, para trasladarlos a la ciudad sede del festival, a la cual arribaron 7 horas más tarde, en la madrugada.
Domingo 10, inicio el festival, la inauguración arrancó a las 12 del mediodía, luego un coctel de bienvenida a todas las delegaciones del exterior: Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Japón y mexicanas, de los siguientes estados: Hidalgo, Michoacán, Coahuila, Jalisco y Puebla. A continuación, se realizó una entrada por las calles de Yurécuaro, los asistentes aplaudieron y ovacionaron a Bolivia. En la noche (acto central) y con la presencia de autoridades del ayuntamiento municipal, hubo una presentación general, a todos los participantes se les dio unos minutos para una muestra de lo que traían, destacando nuevamente la boliviana por su entusiasmo e interpretación.
Lunes 11, por fin descansaron en el hospedaje asignado, fueron varias horas sin parar desde que salieron de plaza Magariños. Hubo otros eventos paralelos el martes 12, con anécdotas intermedias, como aquella que llamo la atención y causó molestia en la delegación boliviana, al presenciar a Perú presentar una danza de caporales, como suya, al ritmo musical del grupo Kalamarka.
Miércoles 13, los yacuibeños, pudieron aprovechar el día y trasladarse a Puerto Vallarta (playa turística de Jalisco) para sentir y disfrutar intensamente al océano pacifico, en tierras mexicanas.
Sus participaciones con un espectáculo de una hora y media iniciaron el 14 de marzo, en Tanhuato, Michoacán. El 15, en Zacapu Michoacán. El 16, en San José de Gracia, Michoacán. El 17, en la sede de Yurécuaro. El 18, en Ayotlán, Jalisco (estado vecino). El 19, en pastor Ortiz, Michoacán y finalmente el 21, en la Piedad Michoacán. Concluyendo así el festival de danza y artes 2013. El retorno a Bolivia fue programado para el 24, y su traslado a Yacuiba el 25.
Sin embargo, también pasaron aflicciones y contratiempos, pero las superaron. El 23 de marzo y bajo el auspicio de la Embajada de Bolivia se gestionó una participación más en el Teatro de Coyoacán, en tal ocasión los espectadores abarrotaron el auditorio. De esta forma Yacuiba mostró su folclore chaqueño y nacional en la gran Tenochtitlan (nombre azteca de la ciudad), estableciendo un puente para que al año siguiente arribará otra delegación “El Quebracho”, pero esa es otra historia que contaremos después. Con la exitosa actuación y las palabras de agradecimiento de Yoli Cabrera (directora de la delegación) se cerró el ciclo, llenando la alforja de experiencias y recuerdos.
En el futuro quizás vengan otros intercambios culturales entre Yacuy-Ighba” que significa “Aguada o bebedero de pavas silvestres” y México, que a su vez significa “Ombligo de la luna” (del náhuatl Metztli/luna, Xictli /ombligo y Co/lugar). ¡En horabuena! porque se repitan tales reencuentros.
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(*) Periodista (EPCSG) y economista (UAM-Azcapotzalco)
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