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A Fidel Carlos Flores lo conocí en los años noventa del siglo pasado, era una rara reunión de razonamiento, imaginación y rebeldía, nuestras platicas solían converger, en temas de lo que vivíamos en ese momento (la intensa coyuntura política, social y económica), sus antecedentes históricos, presente y prospectiva, -claro- aderezado de incipientes vuelos literarios.
Sin darnos cuenta, estábamos construyendo nuestras utopías, convicciones y entendiendo aún más el entorno social, o como decía Jacques Derrida, también deconstruyendo la realidad («Hay que olvidar la lógica maniquea de verdad y mentira, y centrarlos en la intencionalidad de quienes mienten». Una de las tantas frases del filósofo).
En tal contexto de tertulias, risas y bohemia, una ocasión surgió el tema de los apodos, después que los presentes nos expresamos, tocó turno a Fidel, y este hizo una pausa, achinó ojos y confió -sonriente- la evolución de sus apodos.
DRT: ¿A ti, ¿Cómo te fue?
FF: Emigré a los 17 años aproximadamente del Gran Chaco, región fronteriza entre Bolivia, Argentina y Paraguay (Sureste del corazón suramericano). Allí, aquellos tiempos, la socialización regional era intensa. Y estaban de moda apodos a la inversa, por ejemplo si alguien era “gordo” le decían “flaco”, si tenía una prominente nariz le decían “ñato”.
Así las cosas, en la región solían apodar “Choco” a personas de tez blanca y yo soy moreno (por lo tanto su inversa), pero así quede bautizado por mis contemporáneos, como “Choco», o Choco-Dosi (dosi por una derivación lingüística de taxi). Cuando me trasladé a la capital La Paz (Bolivia), siempre me llamaron por mi segundo nombre (en diminutivo “carlitos”).
DRT: ¿Y luego?
FF: Meses después, en la vorágine de un golpe de Estado y sus secuelas, salí (aunque por motivos circunstanciales) junto a miles de perseguidos y exiliados. Llegué adolescente a la ciudad de México, aquí me llamaban por mi primer nombre Fidel, pero años siguientes fueron surgiendo otros apodos, por ejemplo mis compañeros de periodismo (vespertino) me decían “Ché”/Fidelché, los de economía (matutino) “Bolívar” o “Chingaquedito”, los compañeros de un grupo musical “Piña”, otras veces mi nombre real compuesto (Fidel Carlos) supongo lo asociaban (nemotecnia) con Fidel Castro, como anécdota una ocasión, en un documento oficial extendido por Secretaria de Gobernación apareció mi nombre así -y pues- me llevó medio año dicha corrección. ¿Pueden creer?
DRT: Y lo de Fidelgando ¿Cómo se te ocurrió?
FF: Esa palabra la inventé, es un seudónimo literario/artístico y salió de casualidad. Te platico, una ocasión un renombrado poeta a quien tímidamente le mostré textos tempranos, al leerlos -creo- con benevolencia me dijo eres un caminante de silencios y distancias, que va cabalgando por la tierra que ama. Se me quedó la imagen Fidel cabalgando “Fidelgando”.
Por otra parte, recordé que en el Tronco Común de la UAM-Azcapotzalco, en las charlas afuera del salón, mientras socializábamos salía con alguna ocurrencia/travesura o ironía y me decían Fidel no estes chingando (molestando) o Ahí viene el Chingaquedito.
Entonces Fidel chingando/molestando, “Fidelgando”. Con el tiempo consideré que era una palabra original y que a traves de textos, artículos y reflexiones seguía incomodando a formas de pensar ortodoxas y conservadoras. Concluyó.
Así registré, el fragmento de dicha tertulia en la memoria y lo publico.
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(*) Periodista y abogado (Estado de México 1965)
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