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Un hombre vio cuando una serpiente estaba muriendo quemada y decidió sacarla del fuego, pero cuando lo hizo, la serpiente lo mordió.
Por la reacción del dolor, el hombre la soltó y el reptil de nuevo cayó al fuego y se estaba quemando nuevamente.
El hombre intentó sacarla por segunda vez y otra vez la serpiente lo mordió. Alguien que estaba observando se acercó al hombre y le dijo:
–Disculpe, pero usted es ¡terco! ¿No entiende que todas las veces que intente sacarla del fuego le va a morder?
El hombre respondió:
–La naturaleza de la serpiente es morder, y eso no va a cambiar la mía, que es AYUDAR.
Entonces, con la ayuda de una vara de madera, el hombre sacó la serpiente de fuego y salvó su vida.
No cambies tu naturaleza si alguien te hace algún daño, no pierdas tu esencia humana; sólo toma precauciones.
Algunos persiguen la felicidad, otros la crean.
Preocúpate más por tu conciencia que por tu reputación. Porque tu “conciencia” es lo que eres, y tu reputación es lo que los demás piensan de ti. Y lo que piensan los demás, no es tu problema…
¡Es problema de ellos!
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EL ESCORPIÓN Y LA RANA (Cuento). Difusión Fidelgando
Había una vez una rana sentada en la orilla de un río, cuando se le acercó un escorpión que le dijo:
—Amiga rana, ¿puedes ayudarme a cruzar el río? Puedes llevarme a tu espalda…
—¿Que te lleve a mi espalda? —contestó la rana—. ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco! Si te llevo a mi espalda, sacarás tu aguijón, me picarás y me matarás. Lo siento, pero no puede ser.
—No seas tonta —le respondió entonces el escorpión—. ¿No ves que si te pincho con mi aguijón te hundirás en el agua y que yo, como no sé nadar, también me ahogaré?
Y la rana, después de pensárselo mucho se dijo a sí misma:
—Si este escorpión me pica a la mitad del río, nos ahogamos los dos. No creo que sea tan tonto como para hacerlo.
Y entonces, la rana se dirigió al escorpión y le dijo:
—Mira, escorpión. Lo he estado pensando y te voy a ayudar a cruzar el río.
El escorpión se colocó sobre la resbaladiza espalda de la rana y empezaron juntos a cruzar el río.
Cuando habían llegado a la mitad del trayecto, en una zona del río donde había remolinos, el escorpión picó con su aguijón a la rana. De repente la rana sintió un fuerte picotazo y cómo el veneno mortal se extendía por su cuerpo. Y mientras se ahogaba, y veía cómo también con ella se ahogaba el escorpión, pudo sacar las últimas fuerzas que le quedaban para decirle:
—No entiendo nada… ¿Por qué lo has hecho? Tú también vas a morir.
Y entonces, el escorpión la miró y le respondió:
—Lo siento ranita. No he podido evitarlo. No puedo dejar de ser quien soy, ni actuar en contra de mi naturaleza, de mi costumbre y de otra forma distinta a como he aprendido a comportarme.
Y poco después de decir esto, desaparecieron los dos, el escorpión y la rana, debajo de las aguas del río.
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