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CDMX, 1 septiembre 2022. Me trajo a la memoria contextos mexicanos de crisis y polarización que vivimos en 1994, esos tiempos escribí una crónica sobre un magnicidio que nos cimbró (comparto un fragmento):
– ¡Señor, señoor! mataron al Presidente, se lo acaban de echar.
– ¡Ah! que chavo, siempre exagerado, cálmate ¿Cuál presidente? si solo van en campañas–repliqué-
– Por eso ¡mataron a Colosio!, en Tijuana, encienda la radio.
Y sí, efectivamente era primera noticia y estaba en todas las estaciones, que repetían: el candidato presidencial Colosio sufrió un atentado en Lomas Taurinas.
Así me enteré, los primeros instantes del magnicidio, todavía incrédulo (por azares), una semana antes había estado en el Monumento a la Revolución donde ofreció un discurso duro, dicha ocasión solo pude observarlo a lo lejos, desde un costado de la explanada.
Pero a Luis Donaldo Colosio, lo conocí de cerca junto a otros políticos, entre ellos Javier García Paniagua, hombre con sobrepeso, de baja estatura (hijo del Gral. García Barragán de pasado oscuro en acontecimientos como la matanza de estudiantes en la Plaza de Tlatelolco) ambos políticos fueron secretarios de Estado y también dirigentes del Partido Revolucionario Institucional.
De aquel fatídico 1994, pasó un cuarto de siglo para los cincuentones -como yo- fue un momento de inflexión histórica, todos nos acordamos dónde y cómo nos enteramos del hecho. Cuando abordó el tema en clases de historia de bachillerato, infiero que para las nuevas generaciones es un evento lejano y empolvado de finales del siglo XX.
Aquel 23 de marzo, el miedo fue creciendo en toda la sociedad, pero también se fue fracturando el longevo partido y en el contexto de otros asesinatos (Ruiz Massieu, Cardenal Posadas Ocampo, entre otros) se inició el incipiente camino hacia la rebeldía, el hartazgo y democracia. Nunca más México volvió a ser el mismo.
Nuestra democracia en construcción había nacido con mártires y otras luchas por venir, el magnicidio fue el inicio del fin del sistema político presidencialista, pero no del económico neoliberal.
BUENOS AIRES/ARGENTINA (1 y 2/09/22)
Anoche, mientras veía el informativo de Canal 11, me llegó el mensaje de un colega argentino que se encontraba en cobertura de prensa, en un par de frases alertaba a colegas de un posible atentado contra la Vicepresidenta, por la gravedad -de inmediato- intenté contrastar el hecho, re enviando el mensaje a otros contactos argentinos, pero no estaban enterados. No hizo falta más, el informativo había corroborado el hecho y en directo y sin imágenes dio la noticia en desarrollo.
Pocos minutos después recibo 9 segundos de imagen y paso el material a un canal de TV, para sugerirles se enlacen con Lara de Alvear (politóloga y periodista argentina) quien va obteniendo mayores datos. Son los primeros instantes.
Un hombre había sido detenido tras encañonar con una pistola a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, cuando saludaba a sus seguidores. En la imagen se observa: la multitud, las vallas de sus simpatizantes y la seguridad oficial. En una fracción de segundo alguien saca un arma y apunta, directo a la cabeza, al aumentar el audio se logra oir el percutar del gatillo. La vicepresidenta se agacha enseguida, y el hombre retira el brazo. Enseguida, los militantes cercanos y guardias oficiales de la funcionaria consiguen detener al agresor.
Más tarde se lo identificó como Fernando Andrés Sabat Montiel, de 35 años, quien tiene antecedentes policiales desde marzo de 2021. El agresor tenía -de acuerdo con las autoridades-, una pistola Bersa calibre 32, con cinco balas, que afortunadamente no funcionó, y la bala no salió cuando el arma fue gatillada.
Sin lugar a dudas, las imágenes difundidas dan cuenta de la grave situación argentina, en tal sentido, cerca de la medianoche, el presidente Alberto Fernández se dirigió a su nación en cadena nacional donde afirmó:
“Este atentado merece el más enérgico repudio de toda la sociedad, ante estos hechos estamos obligados a defender la democracia que está siendo debilitada por el discurso del odio. Es un hecho de una gravedad institucional, ante lo cual Argentina no puede perder un minuto más.”
Instó a la clase política en general, a los medios de comunicación y a la sociedad a repudiar cualquier tipo de violencia y de palabras estigmatizadoras, además de que no se presten a los discursos que pregonan el odio. “Nuestro pueblo quiere vivir en democracia y en paz”, destacó.
Una lectura no adecuada (o sesgada) del hecho, lo pude observar -al monitorear el suceso casi en tiempo real-, en el “tratamiento informativo” de distintos medios, algunos buscaban minimizar el hecho y otros advertir las graves consecuencias.
Hace un par de horas (7:00 am) y al inicio de su conferencia mañanera el Presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, condenó el hecho, se solidarizó con Cristina Fernández y el pueblo argentino, llamándolos al diálogo y la concordia.
Finalmente, creo que Argentina está ante una oportunidad única de autocrítica sin mezquindades, en busca de senderos de armonía inmediata, disminuyendo la intensidad de crispación a pesar de sus profundas diferencias. La responsabilidad social debe ser asumida por todos los actores político/sociales y aún más por los medios comunicación. En tal encrucijada -repito- la reflexión sobre la animadversión extrema es urgente. Solo imaginen un momento el escenario, ¿Si el arma hubiese funcionado correctamente (como en el caso Colosio)? ¿Ante qué estuviéramos hoy?
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(*) Periodista (EPCSG) Economista (UAM-A)
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