———- O ———-
TODAVÍA FIDELGAMOS I (Prólogo de Racimos de Nostalgia).
La construcción de estos textos nació de manera espontánea, natural, sin pretensiones. Conforme transité sus contenidos, en distintos etapas y circunstancias; intuitiva y tímidamente fui registrando vivencias en una alforja (de viejos cuadernos) sedienta de palabras, nostalgias y sueños.
Los que me conocieron y coincidieron en camino y contextos de vida, reconocerán mi esencia entre líneas, introspecciones, reflexiones y mensajes. Los que no, evidenciaran a un ser humano sencillo, intenso y –creo- consecuente, el cual a través del verso libre, micro relatos y contenidos cortos, pretende describir su cotidianidad en pensamientos y crónicas, sin preocuparle –demasiado- el purismo de ortodoxos géneros.
Si la escritura es el arte de convertir la tensión nerviosa en textos, entonces con esa constante reflejo mi habitual (y auténtico) íntimo, en sus miradas, penas, obsesiones y alegrías. Escribo pues, a latido vivo.
En ocasiones apenas trazo ideas y/o frases, éstas se instalan en mi intuición resistiendo olvidos. Son “cronopios” (parafraseando a Julio Cortázar) que debo redactar –incluso- antes de saber que tendrán vida secreta y propia. Poco a poco la tentación de sentarme a escribir comienza a ser insoportable. Pareciese que los estados de ánimo y obsesiones no descansan. Se empoderan en mí y me obligan a desbordarme (acompañado de un mate).
En tal situación inhalo y achino aún más mis ojos. Y me veo persiguiendo a nostalgias desbocadas. Sin darme cuenta -al atardecer- todavía estoy fidelgando.
¡Gracias por leerme!
Ciudad de México, 25 de mayo de 2012
———- O ———-
TODAVÍA FIDELGAMOS II (Textos Errantes).
Introspectivo observo a un niño de 8 años, precoz, ávido y curioso que medio desconfiado atisba en mí. Nos miramos de reojo pero al contacto visual sonríe y ¡zás! me lleva a su mundo.
Pantalón corto, abarca gastada (huaraches), a veces sin remera (playera) pedaleando su vieja bicibleta por la calle principal del pueblo Yacuiba.
Fin de año en aquella apacible y selvática frontera, donde casi todos se conocen, donde el calor cotidiano es extremo (40-50 grados centígrados), donde -con brazos extendidos- se corre entre nubes de mariposas amarillas, o mojándose a pleno sol y lluvia veraniega. A todo se acostumbra uno, y se hace parte de la calidez climática y humana del Chaco.
Ahora, pelo mojado, despeinado y sonriente. Achino aún más mis ojos y me enfilo hacia el mercado central, al puesto de Amalia “La revistera”, estaciono bicicleta. Y repaso con absorta mirada dos estantes que exhiben a Kalimán, Condorito, Juan Sin miedo, El Santo, Fotonovelas, El Tony, Fantasía, D’Artagnan”, entre otras de acción, amor y aventuras.
Ese era el entretenimiento que germinó en mi imaginación, después vendrían revistas (Anteojito, Billiken), libros usados y otros. Y con ellos más aventuras.
Sí, quizá fue el inicio. Ese verano el aleteo de mi quimera infantil me había llevado a crear mi propia revistita artesanal. Recorté un cuaderno viejo a la mitad, lo dividí en cuatro cuadros y me inventé una historia de forajidos en el viejo oeste, al final triunfaban los buenos (clásico cliché, je, je).
No lo niego al principio fue la imitación, pero descubrí que los argumentos repetían estereotipos, y con los años fui agudizando comprensión, al distinguir tramas y contextos. Como aquella historia donde: Un tripulante joven del avión estadounidense “Enola Gay”, luego de haber cumplido la orden de lanzar un explosivo a Hiroshima/Japón (2da Guerra Mundial) se acercó raudo a una de las ventanillas y vio el colosal hongo que había formado la bomba atómica. Tal imagen lo trastornó. El soldado –según sus palabras- al mismo tiempo había visto en el cielo, la horrorizada cara de Dios que se cubría de pavor y vergüenza, por haber creado al hombre. Al final, toda la tripulación acabaría suicidándose por la tragedia vivida. Me impresionó el drama de la guerra, sus consecuencias y personajes.
En mi caso, a veces mis relatos los escribo antes de empezar a escribirlos, incluso antes de saber que –quizás- tengan vida secreta.
Cada texto tiene respiración y crecimiento propios, por ello desde hace medio siglo camino errante e invisible por la Ciudad de México. Pero en invierno, al abrigarme con melancolía, regreso -a hurtadillas- al pueblo.
-“¿Carlitos dónde vas apurado? Me saludas a Doña Enriqueta” –me dicen- señoras del mercado cuando me ven atravesar corriendo el pasillo. Y es que a la menor provocación siempre contaba o transmitía algo. Por lo que creo que el gusto por la plática lo heredé de mi padre (Don Carlos).
En un mundo onírico y paralelo me asaltan alebrijes. Saltarines –ellos- y sin límites agitan mi infancia y actualidad. Así recuerdo, el enorme esfuerzo de mi madre el último 25 de mayo en que me dio un abrazo de cumpleaños antes de irse, dio amor a pesar de su precaria salud, solo una palabra alcanzó a decir ¡felicidades! me extendió su mano y apapachó. Previo a ese momento buscaba un cuaderno, hoy lo sigo buscando, y como ella ya no están, se han ido para siempre.
Siento una extraña mezcla de nostalgia, vacío y esperanza en medio de la escritura, entonces pienso: Si un recuerdo es algo que tenemos o algo que hemos perdido para siempre. Algunos dicen, los recuerdos no existen pero reescribimos siempre la memoria del mismo modo como, reescribimos nuestra historia.
Actualmente como todo ser humano vamos hacia el final a distintos ritmos y circunstancias. Transitamos –pues- uno de los últimos capítulos de la vida, por ello termino con una frase de George Bataille (Francia 1897-1962): “Escribo deseando que me lean, pero el tiempo me separa del momento en que seré leído”.
Ciudad de México, 14 de enero de 2022
———- O ———-
(*) Periodista (EPCSG) y Economista (UAM-A)
Categorías
- Artículos de Opinión (673)
- Artículos Literarios (123)
- Canal Interés Público (Videos) (62)
- CDMX (México) (375)
- ESTADOS (México) (73)
- Internacional (91)
- Latinoamérica (70)
- Libros (PDF), Reseñas y Documentales. (98)
- Prensa en General (1,430)
- Uncategorized (1)