“Cada guerra es una destrucción del espíritu humano.”
Henry Miller
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Anoche, de manera sorpresiva y cobarde, mientras los niños dormían, empezaron los ataques inclementes de la gran potencia al pequeño país, vecino de a lado, que tiene inmensos recursos naturales que se podrían comprar, pero sí se les roba, garantizan mayores ganancias.
¿Y los muertos?
Los muertos ya empiezan a contarse. Las personas empiezan a morir. En la primera noche fueron siete los que ofrendaron sus vidas al enemigo avaro de poder y hambriento de sangre. Justo siete el número popular, considerado especial, relacionado con la perfección, con la naturaleza e incluso con las deidades, motivo por el cual, aparece frecuentemente en la mitología y en la religión. Eso hace con que esa maldita intuición, preconice que el dolor sea grande y la miseria sea harta. Pronto lo sabremos, porque con tantos avances tecnológicos, los medios van a cubrir todos los detalles, cada lagrima, cada gota de sangre, cada astillazo humano que cubra los campos que antes fueran de girasol.
Después del trauma de dos años de pandemia, con todas las secuelas generadas por tan terrible enfermedad, empezando por el desaliento ante tantas muertes, pasando por la recesión global y la inflación. Ahora empieza una conflagración bélica con matices de Tercera Guerra Mundial.
El mundo, no necesita comprobar que sigue en la barbarie, que no evolucionó, ni que no aprendió con las dos grandes guerras. Empero, la historia tiende a repetirse por la falta de humanismo y lo confirma una fuente diplomática de la agencia Reuters: “las horas más oscuras de Europa desde 1945”.
Hipócritamente, Rusia y Estados Unidos, insistieron en que no participarían militarmente de una contienda en Ucrania. Al tiempo que alguien dijo que para convertirse en una (verdadera) guerra mundial debería intervenir la otra superpotencia actual, China. Pero, hace tres semanas, Rusia y China ya firmaron una alianza estratégica para contener a Estados Unidos en todos los frentes, desde el económico y político hasta el cultural.
Los éxodos en Ucrania empezaron en pleno invierno, quitando a los niños de su cuna y anunciando con estallidos de bombas que, civilización es un concepto abstracto y que está por debajo de los intereses económicos.
El canibalismo en pleno siglo XXI, se manifiesta impunemente, con dos tristes ejemplos: la destrucción de Siria y ahora la eminente destrucción de Ucrania.
De nada sirve que un país sea pacífico, soberano e independiente, porque si una potencia decide invadirlo, lo hará… Y no queda nada más a su población que amontonar sufrimientos y contar sus muertos.
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