“El mundo es un pobre poema que solo recita el alma”
Manolo Galván
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¡Por todos los diablos Dios mío, no entiendo al mundo! Aunque de rodillas me quede hincada mil lunas y días, rogando la paz que nos enseñaron que profesas para todos los mortales, tu paz no me llega, porque en la puerta veo la sombra de la niña que jugaba en su jardín, cuando unos extraños se la llevaron… Pasan ya muchos años y su madre sigue buscándola. ¿Qué más podría hacer? ¿Si unos extraños se la llevaron de su propia casa?
No cabe en mi entendimiento la injusticia, motivo por el cual, no me gusta la mentira. Pero, en alguna parte, anochece en guerra y los niños y sus madres son los primeros en recibir en sus cuerpos los astillazos de las granadas… Los aviones, pasan derramando lluvia de bombas, sobre los edificios, los hospitales, las casas… La noche se transforma en tormento.
Por la mañana ya se puede ver claramente las ruinas de ladrillo, cemento y sangre que se confunden con un bracito de niño y con una muñeca rubia que sigue sonriendo.
¡No me des el pan que sobra en tu mesa! ¡No quiero el vino que sobra en tu jarra!
¡Si no puedes compartir! ¡No me invites migajas!
¡Por todos los diablos Dios mío, no entiendo al mundo! Aun cuando haga mil plegarias, en tu casa o en la mía, de rodillas o cómo quieras, siempre sobra un nudo en la garganta cuando en la calle veo a un niño trabajando o pidiendo limosna. Es una imagen que no se borra de mi mente, ni tu palabra logra reemplazarla. Entonces, te pienso y no comprendo tu silencio, ante la falta de besos, pan, abrazos, techo y misericordia.
El mundo está lleno de dolores, tantos que no caben en la palabra miseria, ni en ninguna palabra de ningún idioma y… ¡Por todos los diablos Dios mío! ¿Por qué permites que dementes martiricen a cuerpos de niños? ¿Y después, se arreglen la corbata para la foto y respetablemente, hablen de moral y justicia? ¿Hagan donaciones para los necesitados y se olviden de los cuerpecitos y mentes martirizados por ellos? En las fotos: ¡Tan radiantes, asquerosos! Todo bajo el sol, que enviaste para iluminar al mundo. Así, viven ellos sus días alegremente, como buenos ciudadanos, después de traficar y torturar cuerpecitos ajenos.
¡Por todos los diablos Dios mío! ¡No puedo entender al mundo! Son demasiadas maldades acumuladas. Hay tipos que matan las gentes, después, escriben canciones o sonatas, pues, con una máscara de poeta, ocultan las metrallas… ¿Es correcto? ¡Por todos los diablos! Son muchas preguntas que flotan en el aire… Y entre tantas dudas, recuerdo que no entiendo nada. Pero, me siento más confusa, cuando recuerdo, que me dijeron que dejaste en el libro, tu palabra.
¡No me des el pan que sobra en tu mesa! ¡No quiero el vino que sobra en tu jarra! ¡Si no puedes compartir! ¡No me invites migajas!
¡Por todos los diablos Dios mío, no entiendo al mundo! El mundo no tiene alma.
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(*) Licenciada en Filosofía, gestora cultural, escritora, poeta y crítica literaria. Columnista en la Revista Inmediaciones (La Paz, Bolivia) y en periodismo binacional Exilio, México.
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