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Recuerdo a la perfección, cuando el 2013 terminó la auditoria de las elecciones en Venezuela y la OEA confirmaba la victoria de Maduro… Recuerdo que lloré. En aquél momento, me dolía el alma asistir la estocada final que llevaría a un Estado agonizante a la falencia; y ver derrocada la esperanza de un pueblo, que se debatía en la miseria y actualmente, sucumbe en el hambre ante la vista y paciencia del mundo (globalizado).
Sabemos que la complejidad de las sociedades de América Latina estriba en sus desigualdades históricas. Difícilmente podemos comprender qué quedó atrás. Apenas existe redención para quienes protagonizaron el pasado (¿Si es que existe?).
En Bolivia, se vive uno de los momentos más delicados de su historia contemporánea. Vemos sucesos esperpénticos todos los días. Además, existe un empeño por proceder a una relectura de toda la historia nacional con vistas a invocarla como factor de legitimación de un nuevo Estado y, al mismo tiempo, con la intención de desproveer de pasado al adversario, para seguir imprimiendo un nuevo carácter a las vivencias actuales y legitimar las decisiones del poder por más grotescas que sean.
El pueblo salió a las calles, cuando se deparó con las controversiales elecciones del 2019. Se quedó claro en aquél momento, que estaba en juego el Estado de derecho, la democracia y el futuro… Los ciudadanos de vocación democrática gritaron y lucharon por hacer respetar su derecho fundamental: el Voto.
El escenario trágico reflejaba, indudablemente, una crisis de autoridad y legitimidad, que sacudió a un país entero; una población, estremecida, que no se contuvo y salió a las calles a expresar su repudio a los gobernantes.
Ante un país confrontado, se pudo apreciar que la mayor parte de la población civil luchaba por convicción e ideal; mientras una minoría salía a las calles por prebendas. O sea, eran dos grupos visibles: los que salían a defender una postura y los que salían a cambio de una limosna.
La ideología dominante, se articula en un sistema de creencias con una diversidad de afirmaciones sobre la propia historia (reconstrucción del pasado), sobre el devenir de la colectividad (futuro), que implican un cuadro de relatos míticos. Haciendo más caótico el contexto con la simple intención de eternización de un líder en el poder.
Sumado a la concepción de liderazgo carismático (el líder como enviado de Dios). La historia del país se concibe como una lucha constante entre el Ser y el no-Ser de la colectividad, y en este debate, la intervención de la divinidad se traduce en la consideración del país como nación elegida y en la identificación del anti-país con potencias maléficas supra temporales (imperialismos): la referencia a lo diabólico es constante, pese a lo pintoresco que ello pueda tener, contemplado desde una perspectiva medianamente crítica.
Sumado a que hoy, Venezuela es el espejo en el cual los bolivianos no quieren mirarse en el futuro próximo, por eso la sociedad civil en su conjunto, salió a las calles en un gran espectáculo que el mundo (globalizado) asistió sin intervenir y sin creer.
Nadie intervino porque ya se diluyeron los cuadros de referencia que estructuraban, bien o mal, las políticas de no expansión de las ideologías de izquierda. Los dos bloques ideológicos que dividían al mundo, hasta fines del siglo XX, se sumergieron en el afanoso capitalismo líquido posmoderno, resta Cuba como modelo e injerencia en las ideologías de izquierda.
Pero, por su parte Cuba, representa hoy, la imagen del fracaso socialista a nivel mundial. La historia no debe retroceder, si no, ¿adónde nos vamos a remontar? ¿a las cavernas?
Hablamos entonces de crisis de los cuadros de referencia ideológicos… Ya que inicialmente, la ideología que se aferra al poder hoy, colocó esperanzas de días mejores en el imaginario de los más necesitados; y sencillamente, después de 14 años, no cumplió con sus promesas, y dejó a los más necesitados, totalmente marginados. Entonces, los ciudadanos bolivianos, ante una revolución social que solo existe en la abundante propaganda gubernamental, decidieron defender su patria. Aquí, cabe remarcar que, en la idiosincrasia del pueblo boliviano, existen tres palabras que encarnan lo sagrado: Dios, Madre y Patria.
La Patria fue mancillada. Entonces, no había manera de rectificar errores. Menos cuando los aun dirigentes, continuaban con sus prejuicios hacia la ciudadanía; tratando una y otra vez de ensanchar la brecha de las diferencias socio económicas o raciales, con discursos chauvinistas cargados de felonías e ira.
Hoy, el contexto es otro, a diferencia de 14 años atrás. Los ciudadanos están profundamente heridos, por su Patria. Por lo tanto, saben y asumen, a la perfección, que es el momento de defenderla, incluso ofrendando sus vidas como Héroes.
Vemos que dejan atrás el ropaje de la materia y suben a los cielos sus espíritus fortalecidos por haber luchado por la dignidad de la Patria, que sus hijos y nietos heredaran.
La Integridad de la mayoría del pueblo boliviano, se percibe a lo lejos; (hablo de mayoría porque existe una minoría de pobres, ignorantes y explotados, que no logran auto determinarse y son usados por dirigentes inescrupulosos, que les someten con amenazas y\ o migajas económicas).
Esa mayoría de ciudadanos que se auto organizó y se levantó mostrando al mundo (globalizado) que estaban enojados, porque su Voto no fue respetado; esa mayoría sabe que la Patria es Sagrada y que preservarla y engrandecerla es su deber.
Hoy, en Bolivia, la Democracia no es solo una forma de gobierno y un instrumento de expresión política, sino una tradición y un destino.
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(*) Licenciada en Filosofía, gestora cultural, escritora, poeta y crítica literaria. Columnista en la Revista Inmediaciones (La Paz, Bolivia) y en periodismo binacional Exilio, México.
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