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HIPATIA, nacida en Alejandría la ciudad fundada por Alejandro Magno en 331 a.C., que se convirtió rápidamente en un centro de la cultura y aprendizaje para el mundo antiguo, fue símbolo del pensamiento libre ante la intolerancia machista y sexista.
Como es común, con personajes de la antigüedad, el tiempo se llevó mucha información sobre Hipatia, pero varias fuentes históricas dan fe de su existencia y su vida, así que hay algunos datos claros: era hija de Teón, un ilustre matemático, astrónomo y prolífico autor, que editó y escribió comentarios en la obra de pensadores como Euclides. Hipatia era griega, natural de Egipto, que destacó en los campos de las matemáticas y la astronomía, construyó instrumentos científicos, también fue miembro y cabeza de la Escuela neoplatónica de Alejandría a comienzos del siglo V, filósofa maestra y conferencista; dotada de profundos conocimientos en literatura y ciencia. Fue asceta por convicción, ejerciendo y practicando un estilo de vida austero y de renuncia a placeres materiales con el fin de adquirir hábitos que conduzcan a la perfección moral y espiritual.
LA BIBLIOTECA DE ALEJANDRIA ardió más de una vez y de su obra quedó muy poca documentación como un comentario a la Aritmética de Diofanto de Alejandría, el Canon Astronómico y un comentario a las Secciones Cónicas de Apolonio de Perga.
El historiador griego de la antigüedad Sócrates el Escolástico, concuerda con que la sabiduría de Hipatia era excepcional, así como su habilidad para hablar en público. Es difícil saber con precisión cuáles fueron los logros científicos de Hipatia.
Se conocen varios de sus discípulos, siendo el más importante Sinesio de Cirene, filósofo y cristiano, de familia ilustre, que llegó a ser nombrado Obispo de Temópolis.
La historia de Hipatia ha sido reinventada una y otra vez. Muchas veces considerada un mito; en resumidas cuentas, la vida de la admirada intelectual parece haber sido reflexiva, útil y tranquila.
Según sus biógrafos y muchos historiadores, Hipatia recibió una educación de espíritu esencialmente liberal para su época; Teón supervisó la educación de su hija, permitiendo que desarrollara sus excepcionales talentos y se convirtiera en astrónoma, filósofa y matemática. Posiblemente como resultado de la evolución de una sociedad influenciada de manera creciente por el cristianismo en sus comienzos, que más adelante sufriría retrocesos al llegar a la Edad Media.
Tras haber recibido enseñanza en filosofía y matemáticas en Alejandría, Hipatia viajó por Italia y Atenas, donde siguió los cursos de la Escuela Filosófica dirigida por Temistius, Plutarco el Joven y por su hija Asclepigenia.
De regreso a Alejandría, se dedicó a enseñar matemáticas, astronomía, filosofía y mecánica a personas de todas las religiones, procedencias y razas, convirtiendo su casa en un gran centro intelectual, que congregaba toda la elite de Alejandría, la mayoría de los cuales eran cristianos.
Era amiga y consejera de Orestes, el prefecto del Imperio Romano de Oriente, también cristiano y representante de un Estado cristiano. Hipatia llegó a simbolizar el fin de la ciencia antigua, muy probablemente, porque ningún hombre se atrevió a declararse libre pensante, después del horrible asesinato de esa mujer célibe, porque ejercía la “Sofrosine” (el dominio de uno mismo a través de las virtudes, entendidas como el control de los instintos y las pasiones), inteligente y culta.
A pesar de que muchas cosas del mundo clásico no sobrevivieron, su nombre y los relatos sobre Hipatia han sido copiados y pasados de generación en generación. Hoy, no se sabe mucho sobre su vida, y de su obra se conoce sólo una pequeña parte, gracias a los escritos de algunos de sus discípulos. Llegando a nuestros días mitos, leyendas y fragmentos históricos que dan cuenta de una mujer de edad avanzada, ilustrada en las ciencias y otras ramas del saber que fue martirizada por una turba de hombres ignorantes. La historia de un asesinato envuelto en misterio. Y el enigma no es quién lo cometió ni cómo, sino por qué. Hasta hoy, las causas no están claras.
Mujer muy influyente, dentro y fuera de Alejandría, cuyos discípulos pertenecían a la aristocracia por nacimiento; por ende, ocupaban puestos destacados al servicio del Imperio y de la Iglesia. La influencia de Hipatia se extendió hasta Constantinopla, Cirene y Siria; siendo siempre muy querida y reverenciada por todos. Recibiendo, constantemente, honores y distinciones cívicas. Admirada por todos los hombres debido a su extraordinaria dignidad y virtud. Siempre muy elogiada y respetada, cosas inusuales para una mujer de esa época.
Quedó envuelto en misterio la brutal muerte de la primera matemática de la historia. Tuvo una muerte violenta aproximadamente a sus 60 años, en el mes de marzo de 415 d. C. en Alejandría, Egipto. Su asesinato, por desollamiento en manos de la vulgar turba, nunca fue esclarecido, pero, se presume que ella era cristiana, aún que ciertas fuentes quieran atribuir el brutal linchamiento y martirio a los cristianos; además de marcar su asesinato como un punto de inflexión entre la cultura del razonamiento griego y el oscurantismo del mundo medieval porque su muerte coincidió con los últimos años del Imperio Romano.
Es menester recordar que en esa época los paganos persiguieron masivamente, reprimieron, torturaron y mataron a los cristianos en nombre del paganismo y de razones que hoy nos parecen brutalmente irracionales, como lo constatan las propias actas de los juicios romanos.
Obviamente que, entre el pueblo bajo de Alejandría, caracterizado por ser pagano e inculto, Hipatia no gozaba de popularidad. Junto a sus discípulos, ella vivía apartada de las masas, no dirigía sus enseñanzas a las mayorías y carecía de influencia entre el populacho. Precisamente en una época que la plebe, pugnaba con el Estado para mantener la religión Helénica y las prácticas y creencias tradicionales.
Todo ello en una época en que la mujer en Grecia y Roma no era libre. En Grecia la mujer era considerada como un objeto más de la casa, y en Roma no era una «sui iuris», es decir, titular de derechos, sino que era considerada “capiti diminutio”, como un niño o un incapacitado y, por tanto, estaba sometida a la tutela o la “manus” del padre o del marido.
En el paganismo, los clásicos griegos y romanos, confieren a la mujer un papel subalterno y esencialmente doméstico y para nada vinculado a las instituciones públicas, excepto en determinados y específicos cultos religiosos.
Fue el cristianismo con su concepción de igual dignidad de hombre y mujer, que consideró al hombre y a la mujer iguales en naturaleza, pues ambos son hijos de Dios y hermanos en Cristo; y prueba de ello es que las primeras manifestaciones de mujeres libres auto determinándose, pese a la voluntad de sus padres o del Estado, fueron las primeras mártires cristianas víctimas de las persecuciones romanas, tales como Santa Inés, Santa Ágata o Santa Cecilia.
Hipatia fue despedazada por una muchedumbre que usó tejas de los techos y conchas de ostras para cortar la carne viva de su cuerpo. Sus biógrafos concuerdan que ella era una persona que difícilmente se pensaría que podría excitar tal furia de fundamentalistas religiosos.
Además, nunca se supo con exactitud qué motivó a los hombres que atacaron a Hipatia. A lo largo del tiempo se especula apuntando diversas causas como: divergencias religiosas o políticas. Nunca, hasta el momento, ningún historiador apuntó el ODIO A LA MUJER y el PREJUICIO ARRAIGADO CONTRA LA MUJER como causa del asesinato de Hipatia.
Pero mirando desde lejos una mujer excepcional en un MUNDO ATRASADO: sexista, machista, con mayorías incultas, donde los hombres estaban acostumbrados a tratar a las mujeres como objetos sexuales para su placer; en UNA ÉPOCA en que los hombres no se interesaban por los sentimientos de las mujeres y tenían supremacía sobre ellas, ellos simplemente, se creía dueños de sus cuerpos, dueños de su vida y muerte. Tal vez, una situación de INVIDIA A LA MUJER CULTA por parte de hombres incultos, generó su trágica muerte.
O tal vez, el asesinato de Hipatia, está relacionado al hecho de que ella optó por no tener relaciones sexuales y a la edad avanzada que tenía, el hecho de mantenerse célibe, molestase a algunos hombres que no admitían que una mujer sea virgen por opción propia y por eso decidieron utilizar su fuerza masculina, en grupo, como la MANADA de Santa Cruz de la Sierra o Pamplona o cualquier lugar del planeta que ATACA sexualmente a una mujer porque se creen en su DERECHO DE MACHO de utilizar su cuerpo y si es muy débil o muy niña SEGAR SU VIDA.
Es menester, recordar que en grupo (en turba, mucho mejor), los HOMBRES se dejan llevar por sus impulsos más instintivos y obran sin hacer USO DEL INTELECTO, que les caracteriza normalmente, cometiendo ATROCIDADES, que después no saben explicar y atribuyen al alcohol o a algún demonio que les turbó la mente. – ¡Ah! Causa asco tanta infamia. – ¿Existe ofensa digna de la muerte? Si la respuesta es un sí, todos los feminicidios deben ser dignos de pena de muerte.
SEAMOS CLAROS: tanto en la Alejandría Helénica, como en Oruro o cualquier diminuto lugar en el siglo XXI, las mujeres corren el mismo riesgo (desde que nacen) de ser abordadas en la calle o en sus casas, por hombres ajenos o conocidos, solos o en turbas o manadas y ser violadas y muertas. Porque la mentalidad de supremacía sexual, mantiene a muchos individuos del sexo masculino en un estado de salvajismo depravado, donde en sus mentes enfermizas solo está el poder y el sexo, que se refleja en el placer de someter al otro, a lo mejor, a la otra.
En pleno siglo XXI las mujeres estamos tan expuestas a la TURBA como en el siglo V, lamentablemente. Seguimos esperando que los HOMBRES (individuos del sexo masculino) dejen de actuar como si todo lo que sucedió nunca hubiera sucedido, y paren de mirar a las mujeres como objetos (de cualquier índole) que puede ser comprado, tomado, usado y desechado.
Por eso, y porque las cifras de feminicidios se incrementan a cada día, la sociedad pensante del siglo XXI ya no quiere que ninguna mujer tenga un final trágico en manos masculinas como lo tuvo HIPATIA LA PRIMERA MARTIR DE LA MISOGINIA; Los hombres y mujeres pensantes repudian con todo su entendimiento y sentimiento a los asesinatos de niñas y mujeres como EL ASESINATO DE HIPATIA.
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(*) Licenciada en Filosofía, gestora cultural, escritora, poeta y crítica literaria. Columnista en la Revista Inmediaciones (La Paz, Bolivia) y en periodismo binacional Exilio, México.
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