Por: Fidel Carlos Flores C. (*)
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En cierta ocasión, en el área de prensa de una estación de televisión en Bolivia, escuche afirmar con vehemencia a su director: “Nosotros vendemos porque estamos en primer lugar del rating, hacemos lo que la teleaudiencia nos pide, si quieren sangre y polémica, eso les damos”, en alusión a las notas rojas, de espectáculos y farándula regional.
Continuaba remarcando, en voz alta: “En nuestra ciudad de más de un millón de habitantes existen por lo menos 20 canales y los televidentes aun así nos prefieren, porque si no, simplemente cambiarían de canal. Así nos prefieren, así nos eligen…”
Realmente el público, elige? No, no elige. La persona solo elige, cuando tiene los recursos alternativos en su cerebro, juicio o sentido común, los cuales vienen de un proceso anterior: conocimiento, ciudadanía y pensamiento crítico, entre otros aspectos básicos para el análisis y razonamiento humano.
Si una persona elige cuando No tiene opciones, realmente no lo hizo, aunque sus interlocutores afirmen que sí, y pregonen el antiguo discurso de que, por eso vivimos en una sociedad democrática, cuando en realidad no fue una elección o mejor dicho, esta fue disimulada, falsa, e inducida a un público manipulable.
Por eso, los patrones de los “opinadores mediáticos” (sistema de poder que busca legitimarse para dominar y reciclarse con discursos y hechos a su favor), y sus periodistas, hacen visibles en la agenda pública, solo los temas que les interesa conozcan las masas.
Los programas o impresos (revistas aspiracionales) que impulsan y financian con mayor presupuesto son aquellos donde se explota la frivolidad y la condición humana negativa. Claro, disfrazadas y aderezadas con noticias de pensamiento positivo, de auto superación y de infaltables jóvenes modelos con poca ropa.
Se promueve el hedonismo y la banalidad social, entre otros, Esta actitud tan natural y recurrente, obviamente impacta en la construcción de audiencias, en el cerebro de las personas y sobre todo en los niños, quienes posteriormente lo reflejan en su conducta ante la sociedad, convirtiéndose así en una deconstrucción estructural, un mal de origen difícil, casi imposible de corregir.
En conclusión, en la mayoría de los medios actuales no hay periodismo de investigación, ni rigor, ni transparencia y ni hablar de otros hechos aún más deplorables. La mayoría de los comunicólogos parecerían habitar la zona del periodismo confortable y plano, lo cual no los exime de su responsabilidad ante su comunidad.
Opacidad que en muchos casos los convierte en cómplices, aun sin saberlo, por omisión, connivencia u otros intereses. Cruel combinación de factores que al final profundiza la anomia social en que vivimos.
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(*) Periodista y Economista