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CDMX (NIP 29/04/20). Un mes después de un artículo anterior, sobre probables efectos que causaría el impacto del Covid-19 en América Latina, hoy registro algunas observaciones y conclusiones. A la preocupación de la letalidad del coronavirus, y del tsunami económico (decrecimiento, endeudamiento y desempleo) por venir, agrego un inescrupuloso uso político y pésimo manejo de variables de la pandemia (endógenas y exógenas) en varios países.
Evidentemente la circunstancia desnuda en su total dimensión a un sistema salud pública precarizado en grados alarmantes, además del uso político de la pandemia que es utilizado para polarizar, amedrentar y violar derechos humanos. En dicho contexto el incremento del miedo, la miopía comunicacional, vacío de poder y falta de liderazgo, arrojan un cóctel tóxico que puede generar aún más aberraciones, irracionalidad y desesperanza.
Al final de mi artículo anterior (parte I de 2) señalé: “Si al contexto del Covid-19, le sumamos pánico, temor e histeria colectiva, además de perdida de garantías individuales. En América Latina nos encontraríamos ante una triple crisis: de salud pública, económica y salud mental”.
Imaginar tal circunstancia me llevo a recordar, 13 años atrás el documental “Sicko” de Michael Moore donde diagnóstica las enfermedades que afectan el sistema de salud estadounidense e intenta explicar por qué millones de ciudadanos continúan sin cobertura y tratamiento adecuados. La premisa del largometraje es que el sistema de salud de uno de los países más poderosos del mundo tiene desprotegidos a la mayoría de sus habitantes debido a que funciona como un negocio y no como un derecho humano universal. Es decir, rotundo fracaso de la salud pública. Misma que en estos días sigue pagando una factura mortal que exponencialmente crece (70 mil fallecidos y 1 millón 200 mil infectados).
Otro ejemplo, Bolivia país donde aplicaron rigidez absoluta, (casi estado de excepción) ordenando en algunas poblaciones, cierre de aeropuertos y “encapsulamientos” severos pero sin estrategia y sociabilización previa, generó y generará -por efecto multiplicador- mayores conflictos, sobre todo en los que menos tienen y viven al día. Conforme pasen los días, podría resultar el remedio peor que la enfermedad.
En el caso de México el gobierno, autodenominado de la 4ta Transformación continua su estrategia sanitaria desde la primera semana de enero, acciones que en sus primeros momentos, fueron criticados y ridiculizados en otros países por irresponsable. En esos previos afirmé que el tiempo se encargaría de poner en perspectiva, las medidas (programa Centinela y Mitigación) del Consejo Nacional de Salubridad, hoy atravesamos la fase 3 y el equipo científico se encuentra en máxima prueba.
Por otro lado -en general- México tiene dos de ingresos que dinamizan la economía; la venta del petróleo y las remesas de migrantes. Las cuales se verán afectados –severamente- a partir de estas semanas, por la caída del precio de hidrocarburos y el desempleo en Estados Unidos. Sin embargo, tal impacto se amortiguó considero por tres razones: 1) la austeridad republicana (burocracia de primer nivel) asumida desde el inicio de la presidencia de Andrés Manuel López Obrador y que, se intensificó durante esta crisis sanitaria, 2) el no endeudamiento y 3) la canalización de recursos hacia los más necesitados. Bajo la prioridad económica de bienestar para las mayorías.
En tal sentido, se continúan con acciones para combatir la corrupción, eliminar sobornos a la prensa, continuar con las conferencias en Palacio Nacional (cuatro diarias), y quitar las prebendas fiscales a grandes empresas para intentar mejorar el poder adquisitivo de los pobres, es decir justicia social, pero sin nacionalizar empresas privadas, ni desestabilizar la sociedad en su conjunto.
Al respecto, los opositores a la 4T cada vez endurecen ataques, -quizás- porque el estilo del mandatario actual (provocaciones, ocurrencias y acusaciones –incluidas-) desarticula la soberbia y connivencia de poderes fácticos, anteriormente privilegiados.
En relación al shock económico que nos toca, se diseñó un plan de rescate donde el presidente afirma que la prioridad debe ser la protección del 70 por ciento de la población más desprotegida en la tragedia económica actual, además de buscar formas para reactivar la planta productiva con empresarios, a pesar de desencuentros recientes. En consecuencia, deben ser tiempos de unidad nacional, concordia y tolerancia, para salir cohesionados, sin mezquindades.
Después de haber visto el desenvolvimiento (en discurso y praxis) de 7 sexenios anteriores, considero que el actual mandatario (17 meses) bajo las circunstancias actuales hace un buen trabajo (70 % de aprobación) enfocado en lo que prometió, en un país donde se acumuló grandes fortunas al amparo del poder público, lo cual es corrupción, impunidad y desigualdad en extremo. Con todo y errores (que por cierto hay que señalarlos a tiempo y con argumentos), luego de la crisis sanitaria México debe pensar en un modelo alternativo, inclusivo y solidario, que más allá de filias y fobias ideológicas siempre busque una justa distribución de recursos.
Finalmente, una de las enseñanzas sociales del Covid-19 debe ser que la salud y la educación pública nunca sean convertidas en mercancía absoluta, ya que el precio que se paga por ello, suele ser devastador y destruir naciones.
(*) periodista (EPCSG) y economista (UAM-Azcapotzalco)
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