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El efecto Tyndall, es aquel por el cual se pueden observar las partículas de plomo o las gotas de lluvia bajo un haz de luz, que hace que lo invisible a los ojos, se haga manifiesta.
Imaginar, allá por el año 1900, cuando la peste bubónica o peste negra se llevó un alto porcentaje de la humanidad, al borde de la locura se abrió una tumba para millones, entre ellos mis bisabuelos dejando 5 niños en orfandad.
Hoy, este minúsculo microbio (Covid19) no detectable a simple vista, ha causado una gran debacle, que afecta en como las personas se ven y se relacionan, ataca el mercado del empleo, es un portazo al futuro del trabajo, un martillazo que ha destruido la entronización del primer mundo, poniendo un grillete a los principios con los cuales se establecen las relaciones humanas entre países.
Dicha viralización crea una nueva sombra y como nunca, la sociedad siente como ese espectro de incertidumbre se apodera de la luz de la vida. Los estados intentan con políticas entre tradicionales e imaginativas enfrentar dicha pandemia, que hoy se ha tornado también financiera, por lo que la necesidad real que impone la “supresión social” para confrontar el problema, y que significa nula movilidad y alto distanciamiento, dicha contención empuja a la mayor crisis jamás vista.
En esta ofensiva que se impone, las naciones ya venían con tamaño inconveniente, como son los indicadores negativos de producción y sociales, impagos (default) y grandes deudas, todas estas acciones vienen pateando a la economía como pelota de trapo y ahora se suma la viralidad, que podría hacer desaparecer en poco tiempo mas de la mitad de los empleos del mundo.
Cuando cayó el meteorito que mato a los dinosaurios, el impacto posiblemente arrasó a un 30 % de animales de gran tamaño, luego, la disminución de la alimentación y la debilidad hizo que los virus se encargaran del resto. Hoy el planeta se enfrenta a una exterminación similar, donde la dificultad económica durante y post virus podría matar a mas personas que la misma enfermedad.
El papel fundamental que jugara la acción de apoyo efectivo a las personas será lo sustancial, la inteligencia y sobre todo la sabiduría establecen las claves para que se asuma un rol de señoreaje positivo y dinamizador, donde no importara si hay déficits o emisión inorgánicas, será la confianza en las acciones lo realmente significativo para preservar la vida y la salud.
Las naciones enfrentan un freno global y aspiran a una solución local, por un lado, hay una menor velocidad de circulación del dinero y una mayor preferencia por liquidez (efectivo en manos del público) que agudizan el problema y por otro lado se exige impulsar gastos en redes de protección social nunca vistas. Con el desastre en puertas se entroniza una gran responsabilidad estatal, que va a despertar lo peor y lo mejor de la humanidad, y seguro que empujara a grandes peligros y desafíos, quizás esto atenace a la democracia y deje libres a los dictadores o bien seamos magnánimos, resilientes y enérgicos en el compromiso con el prójimo.
¿Sera que, todo esto y el error emergente que se repite en cada siglo, se pondrá al fin aprender la lección de lo importante que es la vida y que no todo es dinero y poder? ¿Los habitantes de la tierra se proyectaran más empáticos y humanos? Y ahora que habrá mas tiempo para meditar, a la luz de un mundo detenido ¿Las personas serán capacees de agudizar los sentidos bajo una suerte de efecto Tyndall, y encontrar las partículas para una sociedad recompuesta, solidaria y generosa, que los obligaría a cambiar y a cuidar mas de nuestra especie? Sin duda es hora de la esperanza, de volver la mirada al cielo y realizar una plegaria, con la promesa de ser alguien mejor.
(*) Economista y analista (Bolivia).
Contacto: lfgarciaarce@hotmail.com
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