– Las revoluciones se cimientan en las escuelas
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Un refrán popular en México, sentencia: “no hagas cosas buenas que parecen malas”. Es decir, las acciones que se realizan parecen buenas y correctas, aunque al momento de pensar un poco y al ser suspicaces, pareciera que el fondo y la verdadera intención no es tan transparente.
En las recientes semanas, los movimientos de colectivos feministas, han denunciado con fuerza distintos tipos de violencia que sufren las mujeres, en distintos ámbitos de la vida diaria, como lo es lo laboral, lo académico y en aspectos tan rutinarios como el viaje en el transporte público.
Violencia en forma de acoso, en forma de piropos que más que halago son agresiones verbales, o en actitudes que ponen en duda su capacidad. Es decir, que las mujeres levanten la
voz y denuncien a sus agresores es algo positivo y que sin duda marcará a la sociedad en un futuro mediano.
Sin embargo, ¿en qué medida, un movimiento que parece justo y hasta necesario, puede ser usado por facciones o grupos con intenciones políticas?
Para ser más exactos, en últimas fechas, colectivos que aglutinan a alumnas de diferentes escuelas y grados escolares, han realizado acciones -en algunas ocasiones violentas-, para denunciar a docentes y directivos, que presuntamente se han aprovechado de la autoridad que les da el cargo, para acosarlas y violentarlas.
El resultado ha sido una constante: destitución de directivos y docentes en instituciones públicas, tan distintas entre sí como la Universidad de Guanajuato, el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH, de la UNAM), o el bachillerato estatal en Oaxaca.
Acciones precedidas de escandalosas notas en los medios de comunicación, han causado indignación y hasta miedo: una alumna de la UNAM que al entrar al sanitario descubre que la graban con un celular; nos enteramos de un docente de la Universidad Autónoma de Guerrero, que mantuvo relaciones sentimentales con sus alumnas, embarazando a 6 de ellas.
Imágenes patéticas al ver a un docente en Oaxaca, “pidiendo perdón a una alumna de bachillerato”, incitándola a que diga la verdad para que no pierda su trabajo. Y la lista seguramente crecerá en todo el país y en todos los niveles escolares; la percepción nos puede decir que las acciones son justas y que los culpables deben renunciar y si se fincan cargos, deben ir a prisión… ¿Eso es lo correcto?
Sin embargo, si analizamos la situación que vive nuestro país, vale la pena preguntarnos: ¿por qué se dan estos casos en las escuelas? ¿Por qué se destituye a mansalva y no se le da el derecho a los señalados a defenderse? ¿Quiénes ocuparán esos puestos? ¿Qué grupos se empoderarán en las universidades?
Acompañados a los hechos antes señalados, las instituciones de cultura también han sido salpicadas de escándalos de abuso de autoridad y hostigamiento sexual; nuevamente las mujeres levantan la voz y funcionarios de diferentes organismos han sido cesados de sus cargos.
¡Educación y cultura!; ¿a quién le conviene manejar ambos ministerios? Históricamente se ha comprobado que la mejor forma de ideologizar a una sociedad es precisamente con el control y manejo de los contenidos tanto culturales como educativos y América Latina tiene una larga historia al respecto.
Durante el siglo XVIII, cuando se creía que el Imperio Español erá sólido en América, una nueva corriente de pensamiento comenzó a introducirse primero en España y luego echó raíces en las colonias americanas: la masonería.
La presencia de las logias masónicas en los virreinatos españoles enfrentó a la orden de los jesuitas, quienes controlaban la educación y la cultura -”los conservadores”-, contra un nuevo pensamiento que proponía cambios radicales en todos los ámbitos de la vida colonial, es decir era una lucha ideológica entre los liberales contra los conservadores, o según estudios recientes, entre los intereses de Inglaterra en los virreinatos contra el modelo caduco e inoperante de la Corona Española.
Finalmente los jesuitas fueron expulsados, luego excluidos y la educación y la cultura fue manejada por grupos ligados a la masonería. El resultado marcó nuestra historia; los virreinatos se independizaron y España entró en una profunda crisis en todos los aspectos.
Ya en el siglo XX, la Cuba de Fidel Castro y la China de Mao, tuvieron como parte central de su ideología, controlar las universidades y las instituciones culturales. Las revoluciones socialistas en algunos países asiáticos han cambiado (negado) la historia, desechando el pasado y “comenzando” desde que la “revolución triunfó”.
En Venezuela, uno de los puntos que más controversia ha causado, ha sido el manejo de la educación; naturalmente, para los partidarios de la “Revolución bolivariana”, ésta se ha dignificado y ha llegado a los pobres, pero con una fuerte carga ideológica, que es necesaria. Para los disidentes, la educación en Venezuela es mala además de que politiza (fanatiza) a los jóvenes.
En México lo vivimos después de la revolución, tuvimos un Partido de Estado que promovió “el Nacionalismo revolucionario”… ¿Acaso en la escuela no nos enseñaron a sentirnos orgullosos de Pemex y nuestras instituciones.
Hoy tenemos un nuevo modelo económico y un nuevo pensamiento en el poder; se dice que se van a construir nuevas universidades y se va a promover una nueva moral, mientras tanto los colectivos feministas presionan y cambian autoridades en las universidades y los institutos de cultura…¿Casualidad?
(*) Investigador, maestro UAM-A, docente.
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