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A principios de mes estuve en Suramérica (Bolivia) de paso a frontera con el norte argentino, en varias partes del trayecto e interacción con amigos y colegas pude percibir la errónea idea que tienen sobre la situación de México, (en el área política, económica, relaciones internacionales, austeridad, lucha contra la corrupción y estrategias contra la violencia y narcotráfico) en el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador y su Cuarta transformación.
En general, dan por ciertos todos los contenidos que genera la cadena CNN (EEUU) en relación a Bolivia, México y Latinoamérica, suponiendo que el auditorio mexicano vive pendiente de ello, se sorprenden cuando se les aclara que dicha cadena no tiene peso en la actual comunicación masiva, ni sus contenidos, los cuales siguen una línea editorial como cualquier medio privado, además de ser portavoz de sus propios intereses.
Es más, hace algunos años los otroras gigantes de audiencias masivas mexicanas (Televisa y TV Azteca), hoy tienen un contrapeso real en el espacio virtual. Circunstancia y balance que impactó en severas reducciones de presencia mediática, influencia e ingresos de dichos consorcios.
Se viven nuevos tiempos en México que (con errores y aciertos) no alcanzan a ser comprendidos en su dimensión histórica, política, social y geopolítica en varias zonas del continente.
Los análisis a botepronto sin contexto y contraste construyen miradas sesgadas que generan confusión y opinión ligera, es decir que no admiten razones, ni argumentos. Supongo -y regularmente es así- tiempo e historia se encargarán de situar a los actuales actores en el lugar que les corresponde.
En tales circunstancias llegamos a finales de enero: el país no cuenta con un embajador en Bolivia, sin embargo a pesar de la expulsión de María Teresa Mercado (última embajadora), la misión diplomática sigue funcionando, emitiendo visas y actividades propias de su delegación –claro- siempre enmarcado en lineamientos de Relaciones Exteriores basados en la reconocida Doctrina Estrada**.
En la actualidad, la 4T (a 13 meses) sigue un norte definido pero con reacomodos y reajustes (con todo), el Presidente aún conserva una popularidad indiscutible. Destacamos en este proceso, su capacidad comunicativa en las diarias conferencias mañaneras, mismas que son vitales para fortalecer su proyecto de nación.
Transitamos –pues- caminos donde parece imposible la imparcialidad; veamos, en el primer año de gobierno se alcanzó un récord en materia de homicidios, es decir subió. Suficiente razón para que sus adversarios anuncien (con bombo y platillo) el fracaso total de la estrategia de seguridad pública. En contraste, en el mismo tiempo la curva/tendencia de violencia extrema por fin, comenzó a estabilizarse y disminuir situación interpretada por sus seguidores como señal inminente de inflexión, es decir, se inicia el control y reducción (algo parecido ocurrió con barriles de petróleo extraídos para su comercialización).
Lo anterior, solo es muestra de lo que ocasiona una interminable polarización (a veces esquizofrénica), es decir ante un problema, surgen dos extremos para observar los resultados según las preferencias del ciudadano.
Sin lugar a dudas, AMLO es un presidente diferente, un fajador frontal con amplio conocimiento histórico y férrea convicción de honestidad y arrojo. Además su acción y manejo de símbolos es extraordinaria.
Finalmente su gobierno, también con severos cuestionamientos por parte de un sector de la sociedad, marcará un antes y después de administraciones pasadas (PRI y PAN) y en este sexenio creo más profundas. Por ejemplo: la anterior semana se conocieron (a raíz de la detención de Genaro García Luna) contubernios y corrupción en altos niveles que comprometen a ex presidentes. Situación sumamente grave.
(*) Periodista y Economista
(**) La Doctrina Estrada, nombre de la Política Exterior de México desde 1930. Se llama así por Genaro Estrada, Secretario de Relaciones Exteriores durante la Presidencia de Pascual Ortiz Rubio, que la redactó y publicó mediante un comunicado de dicha secretaría el 27 de septiembre de 1930. Esta doctrina se manifiesta en contra de que los países decidan si un gobierno extranjero es legítimo o ilegítimo, especialmente si este proviene de movimientos revolucionarios. La doctrina Estrada contradecía la costumbre de su época, que cada país debía reconocer al gobierno de otro país para que este fuera considerado válido o legítimo. Igualmente se mostraba en contra de la doctrina Tobar y del intervencionismo, entre otros.
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