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“Muerden la mano de quién les soltó el bozal”, en un momento de crispación durante la conferencia mañanera de la semana pasada, el presidente Andrés Manuel López Obrador usó la frase de Gustavo A. Madero de inicios del siglo XX (hermano del presidente Francisco I. Madero, quien fue asesinado) para encarar a exaltados reporteros por la cobertura del fallido operativo de captura de Ovidio Guzmán.
Todos debemos aprender de la madre historia –insistió- al recordar que antes del golpe militar para asesinar a Madero la prensa de ese tiempo, servil y sometida rastreramente al Porfiariato, al triunfar el presidente Madero desató odios e inquinas extremas en su contra. Esa prensa no le perdonó nunca (al apóstol de la democracia), se ensañaron con él y su hermano. En una de las etapas más vergonzosas del periodismo y de virulencia política en el país.
Y precisamente hace un año cuando entrevisté al historiador Dr. Salvador Ávila en ocasión del triunfo de López Obrador después de abordar varios temas, en su lectura el Dr. Ávila afirmó “En estos tiempos el país necesita creer en un proyecto de nación, en un liderazgo honesto y que recupere todos aquellos valores que se han perdido en las últimas décadas y se sienten las bases para frenar anomias como corrupción, impunidad, desigualdad, etc.
Espero que su congruencia y ataque a la corrupción en altas esferas –compleja porque deberá enfrentarse a grandes intereses y un sistema rapaz-, genere un efecto dominó que se traslade a las bases sociales. Sí, allí donde estamos todos porque han permeado actitudes negativas, como la indolencia, gandallez y mezquindad, entre otros”.
El presidente López Obrador llegó con un respaldo contundente y a once meses de gobierno mantiene su popularidad, a pesar de algunos errores que reconoció el mismo. Por otro lado, se debe aquilatar la apertura informativa en sus conferencias de prensa, entre otras medidas diferentes al de gobiernos anteriores (que yo recuerde desde José López Portillo).
En estos tiempos, me llaman la atención críticos obsesivos (políticos) y periodistas reclutados, los primeros tuvieron su tiempo, no hicieron nada y se enriquecieron. Los segundos son reclutados para medios virtuales donde la línea editorial (anti AMLO) es lo primero que a uno le aclaran, antes de cualquier acuerdo o contrato. Es decir, queda al margen el periodismo de rigor, contexto y verificación de fuentes.
Por ello, rechazo intercambiar argumentos con críticos virtuales de bote pronto, para los cuales todo lo que hace el presidente está mal porque “Se los dijimos es un populista y corrupto”. Pareciese que desean con toda el alma polarizar y que le vaya mal a México para tener razón.
O sea, para ellos la genuina austeridad, el indeclinable compromiso con los más necesitados, su relación con los poderes fácticos -incluidos medios tradicionales-, además de su visión de Estado. Son irrelevantes. Es decir no divisan la magnitud del bosque solo troncos dañados. Cuando para un análisis mejor y de contexto, se debería comparar con sexenios pasados. Ejemplo con Felipe Calderón se inició una guerra que generó cientos de miles de víctimas o que funcionarios públicos saquearon el patrimonio nacional, entre otros abusos. Tales actos tendrían que ser -también- referentes para contrastar aciertos y desaciertos de la 4T, obviamente sin que el gobierno actual eluda sus responsabilidades.
En realidad la historia de América Latina está plagada de “traiciones” y “mezquindades” entre otros círculos viciosos, los cuales hay racionalizar, frenar y luego superar.
A propósito del último concepto el escritor Maruan Soto Antaki en su texto “Historia de la mezquindad” para la reflexión destaca:
“La mezquindad es pariente lejano del cinismo, lo más prudente es acercarse a ella solo por medio del pensamiento. A menudo, dicho accionar se comporta como la forma verdosa del resentimiento, o la envidia. Otras, como un rechazo rupestre a las limitaciones propias. Es mezquino quien desprecia, minimiza o cuestiona el éxito ajeno como si éste le hubiera pertenecido y después le fue arrebatado. También lo es quien regatea las tragedias como si hablar de una, obligara a excluir a las otras, que son muchas. Son mezquinos los individuos y grupos que se conforman en una voz con la capacidad de imponerse sobre otros individuos, normalmente con menos posibilidades que los primeros. Hay mezquindad en el no reconocimiento a quien lo merece, como si al otorgarlo se abdicara el orgullo propio.
Para Aristóteles, la mezquindad es un vicio que desvía la virtud generosa, pero a pesar de prestarse al antagonismo, la generosidad sólo encuentra su opuesto en lo mezquino cuando existe la comprensión, por somera que sea, de los elementos que implicarían generosidad. La mezquindad siempre tiene un dejo de maldad, pero la pequeñez de su naturaleza le impide ser siquiera un mal respetable, de esos a los que se les escriben novelas. Al carecer del elemento pícaro tampoco es malicia; la mezquindad, un reflejo minúsculo, es lo mediocre del conjunto en las acciones negativas.
Si entendemos la humanidad como la calidad desde la que percibimos la relación con el resto de nosotros, la mezquindad es el mejor camino para destruir las bases de una sociedad.
Por encima de sus expresiones, la mezquindad es una reacción humana con la que se resiste hasta el punto de la negación. Igual que ocurre con el odio, la mezquindad se propaga como virus afectando según la relación entre los individuos o grupos de individuos. La mezquindad, siempre y únicamente se verá en quienes, de una u otra forma, pueden ejercerla sobre alguien más vulnerable”.
Finalmente, por un lado la inercia de la crisis económica actual la padecemos ciudadanos de a pie que -literal- vamos al día, urge reactivar la demanda efectiva a través de políticas públicas que reflejen (al menos) un mínimo de tangible mejoría. Y por otro, considero debemos involucrarnos más, construyendo una ciudadanía participativa, inclusiva y consciente, aspecto que seguramente llevará décadas, pero estos años deben servir para sentar bases sólidas con la participación de todos.
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(*) eriodista (EPCSG) y economista (UAM-A)