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Al modo de los juglares, que en las plazas del Medievo transmitían novedades para el conocimiento de la gente noble y del común, Fidel Carlos Flores sostiene una dinámica de difusión periodística y literaria desde hace muchos años (primero en publicaciones impresas, luego en internet y redes sociales). Su labor asentada en México tiene por destinatarios principales a los bolivianos, sus compatriotas, para quienes selecciona noticias y comentarios de cada día, que “cuelga” –terminajo en usos de la Internet- en atractivas páginas de la web, con un breve encabezado referencial de su autoría.
Su público es vasto y universal. Tiene “seguidores” en casi todos los continentes, según refiere él mismo (por estadísticas de las páginas que administra). Mucha gente se clava en el acápite “Sala de Prensa/Interes Publico” o “Bolivia en México”, síntesis de lo que se publica en torno a Bolivia, y también en unas crónicas poetizadas tituladas “Fidelgando”, y que él denomina “micro relatos”.
Pero Fidel Carlos Flores es también corresponsal de algunos medios bolivianos, mismos que lo llaman para reportar sucesos que ocurren en México o le encargan misiones de representación con la funesta costumbre de los empresarios de Bolivia que nada pagan ni reconocen compensaciones mínimas. El reportero, me consta, se transporta con recursos de su peculio personal para cumplir los encargos que le solicitan. ¡Ah!, si habré sabido de trabajitos ad honorem en mi dilatada vida de periodista en Bolivia, el Perú y México.
Este literal activista de las causas bolivianas es un buen referente para quienes llegan o quieren saber de México; despliega (en distintos géneros periodísticos) sus pareceres sobre la sociedad mexicana con un equilibrio afectivo y crítico que ayuda a tener conocimiento y tomar conciencia de la complejidad de este entrañable país y su valiosa gente. Ojo con esto: Fidel Carlos no maneja ninguna agencia informativa, ni de turismo; tampoco es promotor ni gestor de apoyos institucionales para nadie. Quienes lo buscan lo hacen alentados por la confianza que les inspira la sola lectura de sus publicaciones en la red.
Hace algunos años lo describí desde otra óptica en un texto (Que va y viene mirando al Sur) que se tradujo al inglés y que está en alguna parte de estas páginas. Me reitero en los términos de aquel escrito que aborda, por ejemplo, su procedencia del sureste boliviano, su natal Yacuiba, y sus horizontes de periodista, cronista y difusor de actualidades al modo, insisto, pidiendo guardar distancias de tiempo y circunstancia, de aquellos legendarios juglares de gesta, no de clerecía. O sea, no postula ideologías ni es operador de gobiernos o tendencias políticas específicas. Va a lo que va, a lo que cree de utilidad para el necesitado de información de Bolivia en México. O al revés.
Cosa de encontrarlo en el internet y las redes, desgraciadamente cada vez más contaminadas por la petulancia de los que, a falta de identidad, quieren exhibirse personajes de importancia so pretexto de sus derechos a la libre expresión y… “¡pero bueh!”, suele decir Fidel Carlos para obviar explicaciones. Baste revisar su trabajo de cada día y donde sea.
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(*) Jorge Mansilla Torres, Llallagua, Bolivia 1940. Poeta, periodista y escritor. Premio Ramón López Velarde de poesía (México 1982) y de Periodismo del club de periodistas de los Estados Unidos Mexicanos (1995); Medalla de oro al mérito profesional y creación intelectual Franz Tamayo, de la Asociación de Periodistas de La Paz (1996); Premio a la dignidad de la prensa Luis Espinal Camps, del Sindicato de Periodistas de La Paz (1999); Premio Boliviano Clase Mundial de la Federación Latinoamericana de Periodistas y empresa Transredes, Santa cruz de la Sierra, Bolivia (2003), Premio Nacional de Culturas (2019), entre otros.