Texto: Fidel Carlos Flores C. (periodista/economista) Crónica. Fotos: R.S. Internet
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A inicios de los ochenta y durante los primeros semestres en la Escuela de Periodismo, como cualquier estudiante curioso, inquieto y recién llegado a la capital (18 años), fui afortunado en conocer la vida nocturna de espectáculos en la ciudad de México. Vivía casi enfrente de la Alameda Central, en un pequeño cuarto (edificio Porfiriano de la Av. Hidalgo, al lado del Jardín San Fernando) con ubicación perfecta para asistir a clases, trabajar y luego de noche salir a vivir la dinámica artística del Centro Histórico. En esos años, iba y venía a pie, todos los días contagiándome de la intensidad de dichas expresiones populares.
Definitivamente otros tiempos, el contacto de los protagonistas (artistas) con el público era directo porque varios de ellos después de sus presentaciones salían a pasear o caminar por Plaza Garibaldi (San Camilito incluido) donde mariachis y concurrencia festejaban hasta la madrugada. Claro al calor de tequilas y cervezas que se expendían libremente en aquel emblemático lugar.
Recorrimos el Teatro Blanquita, el Fru-Fru, el Hidalgo (después dañado por el terremoto de 1985), el teatro de la Ciudad, los Burlesques del Eje Central, el local del rey de las carpas Jesús Martínez “Palillo” y el centro de espectáculos El Patio, cerca del edificio de Gobernación y Paseo de la Reforma, entre otros.
Algunas veces asistí con compañeros que conocían locales y centros de la zona por haber trabajado en ellos, siempre con credencial de estudiantes de periodismo, (cámara fotográfica y grabadora en mano) ingresábamos por puertas exclusivas de personal de servicio, y de allí a camerinos, a conocer el ajetreo, la ansiedad y los llamados a escena. Experiencia única el de registrar y observar detrás de bambalinas.
Así, en el Blanquita conocí en carteleras conjuntas a la Prieta Linda, Lucha Villa, Lupita Dalessio, Lucía Méndez, Leo Dan, José José, El Santo, Rafael Inclán, Tun Tun y los Xochimilcas, entre tantos otros.
También conocí el Centro “El Patio” de Atenas 9 (Colonia Juárez) y de los espectáculos que más recuerdo es el de Juan Gabriel, cantautor que atiborró el lugar varias semanas, me impresionó su despliegue artístico y conexión con el público. Un amigo que trabajaba allí me había hecho ingresar de incógnito al lugar y después de esperar pacientemente dos horas valió la pena. El show que inició a las 23 horas continuaba tres horas y media después (todas creaciones de su autoría en varios géneros).
Juan Gabriel (Alberto Aguilera Valadéz) ovacionado constantemente, fue un cantautor popular de extraordinaria potencia que, independientemente de su alcance y contenido temático, impuso su talento musical casi instintivo. Su sensibilidad (transmitida en canciones) había captado las costumbres, actitudes, dudas, certezas y dolencias de la sociedad de su tiempo. Y a pesar que varios medios lo tildaban en ese entonces de “el anticharro mexicano”, el artista siguió y siguió triunfando pleno y vital hasta ayer (28 de agosto de 2016), que falleció de un infarto, poco después de estar en escenario. Sin duda deja un gran vacío entre los compositores actuales y su legado pasará a la historia de la canción popular.
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