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Corren tiempos de malestar social en México y esta añeja anomia ha ido tomando forma y creciendo aún mas junto a pobreza, desempleo, injusticia y desesperación en una sociedad agraviada. Los últimos sucesos de impacto no pasan desapercibidos y nos recuerda la total impunidad de nuestros días (muertos en Nochixtlán, conflicto de la CNTE y su rechazo a la reforma educativa, además del fingido perdón del Presidente y la manipulación del INEGI por disimular datos sobre pobreza) todas estas aristas generan hastío, marchas y bloqueos, entre otros.
El mensaje de que si no hacemos algo estaremos condenados perpetuamente a escenarios de corrupción, impunidad y sometimiento extremo, aunque lenta va tomando forma. Así pues, se debe propagar acciones de autocrítica, sentido común y racionalización de problemas, sin embargo el punto de inflexión sigue siendo una incógnita.
En este contexto la problemática magisterial evidencia al gobierno federal que durante décadas (sexenios priistas y panitas) pactaron con la líder (SNTE) Elba Esther Gordillo, siendo el mas cínico de los acuerdos, el realizado por Felipe Calderón (2006-12) por su urgente necesidad de legitimarse. ¿Recuerdan la promesa que hizo al asumir la presidencia? mejor calidad de vida, educación y seguridad en el país, además de otra perla de oferta: la construcción de una refinería. Todas palabras vacuas.
A estas alturas, vivimos en una cultura neoliberal, destructora y egoísta donde al gobernante y a la estructura de poder no les interesa solucionar el hambre de los “otros”, ni el “bien común”, sino defender a los poderes económicos e instituciones políticas para mantener privilegios y altos ingresos del erario público. Lo demás, es lo de menos.
Toda esta situación siempre se ha incubado y sobrevivido en la desmemoria del mexicano, obviamente con el apoyo interesado de un poder mediático que fomenta el doble discurso, la ausencia de análisis crítico y que remarca hasta la saciedad, contenidos aspiracionales y de autoayuda (Querer es poder, los que protestan todo quieren gratis, son pobres porque quieren, dejen de criticar, pónganse a trabajar, etc).
Por otro lado, los contenidos educativos (media superior), en la práctica buscan suprimir -por ejemplo- la filosofía e historia, bajo el argumento de que no están enlazadas a las necesidades del mercado actual (es decir, no aportan nada). Por lo tanto, deben ser reemplazadas por cursos de introducción a negocios o de emprendedores exitosos.
En este sentido, debemos precisar que los poderes fácticos son conscientes de tal situación, promueven la ignorancia colectiva, dispersión, fragmentación y descontextualización, a propósito. A la vez que banalizan la crítica reflexiva hasta hacerla irrelevante, también censuran capacidad de hacer teoría y metodología. Renuncia a la construcción del conocimiento y en el otro extremo idealiza opinión de empresarios, y artículos a modo, sin rigor, ni método.
El resultado es (a pesar de la sobreinformación virtual) una generación que no sabe leer su realidad, ni acontecimientos sociales, que se dispersa fácilmente y por lo tanto no puede construir alternativas para sí misma. Así las cosas parece imposible por un lado descolonizar el pensamiento y por otro, revertir la domesticación de la conciencia. Como el sistema de poder rechaza cualquier propuesta que cuestione la realidad impuesta, las nuevas generaciones encontraron una manera de ir contracorriente y es “desconfiando”, allí coincidimos todos, más el hartazgo e injusticia el punto de inflexión creo se aproxima.
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(Para Fidel Carlos) Una realidad muy peligrosa para la sociedad especialmente para los más necesitados, lamentablemente no acabamos de despertar a la realidad de que este sistema de cosas no es sólo de un país, es una tendencia mundial muy bien organizada y planificada desde hace muchos años atrás para abarcar el poder mundial, es hora que despertemos antes que seamos los primeros afectado, así como nuestras familias y nuestra propia economía, mientras los pocos poderosos (corporaciones transnacionales) están cada vez mejor, manipulando a los más influyentes, ambiciosos y corruptos. (Atte. Lito Tárraga)