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Pocas cosas rescatables pero en general la post verdad virtual (en redes sociales) refleja una saturación/avalancha de estulticia visual (memes) o de contenidos (sin fuente) siempre aderezados –claro- de misoginia, racismo, creencias religiosas, morbo, escarnio, filias, fobias y moralina en su máxima expresión.
Mensajes que al final rematan con recurrentes frases como: “Comparte para que sepan…” o “esta es la verdad, verdadera”(sic). Todas se reproducen rápidamente en zonas de ignorancia, ausencia de sentido común y confort (mirar de palco). Allí transitan contenidos en su mayoría (información falsa o fake news) con el objetivo de manipular, sesgar y después domesticar (entre otras anomías) a cautivas audiencias que a su vez se reproducen y retroalimentan en tales grupos sociales.
Vivimos pues, contextos virtuales de agresividad explícita, egocentrismo banal, además de interacción (respuestas al mensaje) totalmente predecibles, carentes de argumentación y sustancia, esta situación me recordó a José Saramago quien varios años atrás escribió “Ensayo sobre la ceguera” una impactante metáfora sobre el caótico, egoísta y virulento mundo contemporáneo que padece de ceguera social extrema.
Hace años la socióloga argentina Paula Sibilia también hizo una disección social sobre la actualidad, en su libro: “La intimidad como espectáculo” (Editorial Fondo de Cultura Económica 2008).
Iniciaba su análisis con una precisión:
“Es común observar en redes sociales que alguien postee ¿qué comió? ¿qué hizo?¿cómo durmió? etc. Todo aderezado con el absurdo de felicidad infinita.
Acciones calificadas tiempo atrás como enfermedades mentales o desvíos patológicos de la normalidad, hoy la megalomanía y la excentricidad no parecen disfrutar de esa misma demonización. En una atmósfera como la contemporánea, que estimula la hipertrofia del yo hasta el paroxismo, que enaltece y premia el deseo de “ser distinto” el “querer siempre más, además de tener la razón y ser el dueño de la verdad”.
Por otro lado, en estos tiempos, cualquiera puede tener un celular que tome fotos o grabe videos, y el propietario hace uso de tales herramientas (estereotipos –incluido-) para publicar a diestra y siniestra, sin embargo tal acción de ninguna manera lo convierte en un profesional responsable de comunicación o periodismo, ni en fuente fidedigna. Al contrario la situación al replicarse y viralizarse genera ruidos de angustia y tensión (¿recuerdan el refrán? “repite mentiras, que algo quedará”).
Por ello considero un error la aparición de cantidades exageradas de grupos o webs, bajo nombres como “ciudadanos libres, en acción o reporteros ciudadanos” o de programas de televisión abierta que promueven campañas donde invitan a sus receptores (a informar lo que ve, o grabar escenas de alto impacto). Y es que se requiere conocimientos humanísticos básicos para valorar y construir noticias con argumentos adecuados, además –claro- del infaltable rigor periodístico, contexto y contraste de fuentes (verificación respectiva).
En épocas de elecciones o enfrentamientos políticos el escenario es mucho más ríspido y tramposo ya que se contratan empresas especializadas para establecer estrategias de ataque virtual. En el caso de los medios tradicionales, estos se alinean (con autocensura y otros mecanismos) a la posición editorial de sus dueños e intereses económicos.
Finalmente, en el reacomodo tecnológico actual, aunque los “millenials” son la generación con mayor acceso a la información, debemos reconocer que existen resquicios positivos, pero son mayores los vacíos y sombras que generan fenómenos negativos (Ej. el youtuber Pirata de Culiacán, o el caso de Aníbal Cruz dirigente médico en Bolivia, entre otros).
En esos contextos los medios periodísticos congruentes y sus recursos humanos necesariamente deben requerir mayores filtros éticos para distinguir entre información real o fake news, a propósito el escritor/periodista argentino Agustino Fontevecchia define al fake news como “información falsamente descriptiva que busca manipular a la audiencia sin importar su propósito. Por eso podemos decir que las fake news no son un invento de la era digital, ya que desde los faraones egipcios a los grandes populistas del siglo XX, todos abusaron de las audiencias engañándolas con falsedades“.
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Anomía (s). Significa anormalidad o estado de desorganización social o aislamiento del individuo como consecuencia de la falta o incongruencia de normas sociales.
FUENTE (de referencia: La Post-Verdad): https://www.clarin.com/sociedad/Post-verdad-palabra-ano-Diccionario-Oxford_0_rkJt4l9Wx.html
FUENTE (de referencia “Fake News”): http://www.perfil.com/tecnologia/fake-news-el-cancer-de-la-web-gestado-por-google-y-facebook.phtml
FUENTE (Libro “La intimidad como espectáculo, autora Paula Sibilia): http://cmap.javeriana.edu.co/servlet/SBReadResourceServlet?rid=1J2SK927M-22DBXQG-1TB