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Es curioso cómo algunos extranjeros como Richard Hart, dueño de la panadería Green Rhino, llegan a México con la misión autoimpuesta de “civilizarnos”. Aterrizan con su maleta y una superioridad moral que no pasó por migración. Nos tratan de explicar cómo comer, cómo hablar, cómo vivir, como si este país no tuviera siglos de historia, cultura, ciencia, arte, gastronomía y resistencia antes de que ellos descubrieran el pan “auténtico” en un tour barato de Airbnb.
Su clasismo viene disfrazado de buenas intenciones, ven exotismo donde hay dignidad, ven atraso donde hay desigualdad estructural, y ven rareza donde hay identidad. Quieren barrios más “bonitos”, pero sin la gente que los hizo barrio. Quieren un México pintoresco, pero no un México incómodo, crítico ni vivo. Como si nosotros estuviéramos diseñados para el servicio de ellos.
No ven el privilegio desde el que hablan, ni el impacto de encarecer ciudades, desplazar comunidades y mirar por encima del hombro a quienes no hablan su idioma o no encajan en su idea de progreso. Porque para algunos, “civilizar” sigue significando parecerse a ellos.
México no necesita salvadores con visa de turista. Necesita RESPETO. Porque aquí no nos falta cultura, nos sobra historia. Y no estamos esperando que nadie venga a enseñarnos a vivir mucho menos alguien que apenas aprendió a decir “buenos días”.
(*) UVM Puebla
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CONTEXTO PREVIO
Una dura crítica al pan mexicano por parte de un panadero británico desató una cascada de indignación en redes sociales, lo que a la larga derivó en una disculpa pública.
En una entrevista para un podcast temático de comida que resurgió en línea, Richard Hart, cofundador de la panadería Green Rhino en Ciudad de México y una figura conocida en los círculos internacionales de panadería, dijo que:
Los mexicanos “realmente no tienen mucha cultura del pan”, y añadió que “hacen sándwiches con estos panecillos blancos, feos, que son bastante baratos y fabricados industrialmente”.
Sus comentarios rápidamente se difundieron en Instagram, TikTok y X, en las que muchos mexicanos lo acusaron de ser despectivo e insultante hacia los panes tradicionales de México.
Lo que comenzó como una disputa sobre el pan pronto encendió un debate nacional sobre la identidad alimentaria, no sólo sobre quién define las tradiciones culinarias mexicanas, sino también sobre la creciente influencia de extranjeros en una capital ya de por sí con tensiones por un aumento en el número de expatriados y turistas de Estados Unidos.
“Ofendió a la comunidad de panaderos en México y creo que además todas las personas en México que les gusta el pan, que pues son casi todos”, declaró Daniela Delgado, una estudiante universitaria en Ciudad de México.
“Con el bolillo NO”
Las redes sociales pronto se inundaron de memes, videos y defensas apasionadas del pan mexicano. Los usuarios recurrieron a dichas redes para elogiar los alimentos básicos cotidianos, desde los crujientes bolillos usados para tortas hasta las icónicas conchas que se encuentran en las panaderías de barrio. En muchos casos, estos simples alimentos callejeros actúan como un factor de unión que va más allá de grupos sociales y clases, y a menudo llegan al núcleo de la identidad cultural del país.
Aunque el pan de trigo fue introducido en México durante el período colonial, el alimento básico clásico evolucionó hasta convertirse en una tradición nacional distintiva, mezclando técnicas europeas con sabores e ingredientes locales. Hoy en día, las pequeñas panaderías de barrio siguen siendo centrales en la vida diaria de ciudades y pueblos, y sirven como centros sociales, además de fuentes de alimento.
El incidente llevó a muchos a cuestionar por qué un empresario extranjero despreciaría públicamente un alimento básico tan profundamente arraigado en la vida mexicana. Para muchos, los comentarios de Hart resonaron con frustraciones de larga data sobre chefs y restauranteros extranjeros que reciben un prestigio desproporcionado, así como preocupaciones por la gentrificación en la capital.
“Con el bolillo NO”, advertía una publicación viral en X.
“Una oportunidad para aprender”
A medida que aumentaban las críticas, Hart emitió una disculpa pública en Instagram, diciendo que sus comentarios fueron mal expresados y no mostraron respeto por México y su gente. Reconoció la reacción emotiva y dijo que no se comportó como un “invitado”.
“Cometí un error”, dijo Hart en su declaración. “Lo lamento profundamente”.
Hart trabajó anteriormente en panaderías de alto perfil en Estados Unidos y Europa, y ha formado parte del creciente panorama de pan artesanal en Ciudad de México. Ese mercado atiende principalmente a clientes de clase media y alta, muchos de ellos extranjeros, que buscan panes de masa madre y repostería de estilo europeo, a menudo a precios muy por encima de los de las panaderías de barrio.
La disculpa hizo poco para apaciguar el debate por el momento. Mientras que algunos usuarios la aceptaron, otros dijeron que no abordaba preocupaciones más profundas sobre la autoridad cultural y quién tiene derecho a criticar las tradiciones mexicanas.
“Si quieren ser parte de la cultura mexicana, como es tener un restaurante o una panadería, deben de informarse”, apuntó Delgado.
Otros, como Josué Martínez, chef en la Escuela Culinaria Mexicana, dijeron que estaban contentos de que el debate estuviera ocurriendo porque abría la puerta a una discusión más robusta y matizada.
El pan mexicano ha sido criticado durante mucho tiempo a nivel nacional por su industrialización y dependencia de la harina blanca y el azúcar. Pero muchos, como Martínez, dicen que esas conversaciones son diferentes y más matizadas cuando son encabezadas por los propios mexicanos, en lugar de por un empresario extranjero.
“Es una oportunidad para aprender sobre la cultura de la panadería y la pastelería mexicanas, sentirnos orgullosos de ella, resaltar la riqueza de nuestros ingredientes y dejar de pensar que el llamado primer mundo representa el estándar máximo”, remarcó Martínez.
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