
–Los políticos de la oposición, enfocados en lo urbano, no comprenden la realidad de las mayorías populares e indígenas.
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NIP (SC 17/05/25). El adversario de la oposición, el MAS, desde el 2006 construyó una identidad política, la misma que está arraigada profundamente en las entrañas de sectores, individuos y colectivos sociales. En estos últimos 15 años se han registrado cambios importantes en la sociedad, en la política, en la educación, en el campo jurídico-constitucional. Con luces y sombras, con errores y delitos, con contradicciones y aciertos.
Pero este proceso que llevó el nombre de proceso de cambio, que hasta el Papa Francisco en su visita a Santa Cruz le dio un piropo: «Qué bonita es la palabra proceso de cambio y las transformaciones que logró.»
Pero la oposición y sus analistas solo han visto lo malo de todo este proceso y en esta campaña electoral se han dedicado a minar y denunciar esos errores, esas sombras, esos desaciertos de los gobiernos de Evo Morales y Luis Arce. Que son muchos, pero hay otra realidad que no la ven, ni la aceptan.
El Estado plurinacional es un proceso de construcción dialéctica que tiene su pilar en la dinámica histórica de lo nacional-popular que arrastramos desde la revolución nacional de 1952; al igual que el proceso de cambio y la Revolución Nacional asumieron la premisa de darle voz, presencia y protagonismo en la historia y en las decisiones del Estado a los excluidos, marginados humildes, discriminados, como los indígenas, campesinos, mujeres, trabajadores, etc. «La tierra es para quien la trabaja» y «Ahora es cuando», fueron algunas arengas revolucionarias de ambas etapas histórico-políticas.
La estrategia política del MAS desde que asumió el poder se basó, entre otros elementos, en: la victimización permanente de que ellos son los discriminados y sufren el odio racial. «El indio pobre no lo quieren», esta muletilla le dio resultados a los que ejercieron el poder político, ya sea desde el gobierno o desde sus instancias cooptadas, y por consiguiente el empoderamiento de los derechos sociales y políticos de este gran conglomerado de sectores sociales, que ahora se sienten protagonistas imprescindibles de la historia: exigen sus derechos, alzan sus voces, quieren un trato de igual a igual. Fueron parte del ejercicio del poder y no están dispuestos a retroceder.
La oposición desde afuera
Estos sectores tienen claro el panorama para que nadie se les arrebate nada y quieren tener a su gente al frente, en algún cargo político, en alguna candidatura. Hay una fuerte identificación discursiva que es asumida en los Ayreyu, Quispe, Mamani, Bailaba, Choque, Parabá, Chuvé, Paranaibo, Shoroque, hombres y mujeres que están esparcidos en los llanos, en el altiplano, en los valles, en las serranías chaqueñas.
Esta realidad de tierra adentro no está en los planes de la oposición una vez más, la misma que ha concentrado sus campañas y sus candidaturas en lo urbano, en las clases medias, en las ciudades.
Si la oposición hubiera querido avanzar en el mismo terreno del empoderamiento de los sectores sociales, pues el camino era fácil: hablar su mismo idioma e insertarse en sus realidades. Incluso centrar estrategias o discursos contra el MAS o Evo Morales, así como lo están haciendo en sus campañas los opositores, genera repulsión en los sectores empoderados políticamente. Se trata de ganar espacios en su propia cancha. No enfrentarse con ellos, ni desmerecer las transformaciones. Precisamente cuando el otro candidato dirige sus dardos contra quien les dio una esperanza con el llamado proceso de cambio, pues sienten que es su enemigo.
A este sector hay que dirigirse de forma clara, precisa y contundente. Ir a las entrañas de lo que significa la enorme e influyente dialéctica histórica de lo nacional-popular.
No se trata de solo visitar a las comunidades indígenas o campesinas o vestirse con sus atuendos originarios, ni bailar tinku, chacarera, sino de comprender sus valores culturales, religiosos, sus luchas sociales y políticas, sus creencias y llegar a ellos con ideas que amplíen esa cosmovisión y mejoren sus condiciones de vida: acceso a la salud y educación, viviendas, programas de cultivar la tierra, fuentes laborables. Pero sin violentar ese sentimiento de empoderamiento que tienen y que lo ejercen cada día.
Estos sectores discriminados y marginados han definido tener su identidad política, que los usan como escudo para afrontar estas elecciones, pero jugando un rol activo en el ejercicio de la política.
«El camino hacia la política de las identidades en Bolivia comienza al inicio del Siglo XXI con la emergencia del MAS. De hecho, más que lo ideológico, es bastante razonable sostener que fue el desarrollo de su identidad política lo que le llevó a lograr los contundentes resultados electorales en cuatro elecciones seguidas. Es importante señalar que el MAS registra en su devenir el tránsito a lo post ideológico, del mismo modo que sus competidores», sostiene Pablo Javier Deheza, analista y docente universitario.
La oposición y sus binomios
Las candidaturas vicepresidenciables expresan esa dinámica del conjunto de los candidatos considerados de la derecha o liberales. No han sido vestidas de rostros de pueblo, de sectores sociales, de mujeres, de indígenas, de campesinos, de obreros, pues muestran nomás que esos políticos no saben leer la realidad ni están insertos en ella. Creen que con currículum vitae, que de algunos son ampulosos, o con ser extravagante e irradiar que son personas de triunfo en la vida, ganarán simpatía y votos en las entrañas de las regiones, tierra adentro o en los miles de hombres y mujeres que día a día luchan por la sobrevivencia, con su bolo de coca en la boca, para sobrellevar el cansancio y el esfuerzo.
Tampoco han tenido la capacidad de hilvanar ideas fuerzas o motrices en sus campañas que no sean demagógicas como los «100 días carajo» o difundir más de diez TikTok al día con toda clase de ofertas demagógicas.
La disputa en la oposición
Más allá de que estemos de acuerdo o no, más allá de que a los gobiernos del MAS se les denuncia con varios delitos de corrupción, abusos de poder, impunidad, y por más que las campañas electorales se hayan concentrado en disminuir el apoyo de los empoderados, el candidato del MAS tiene asegurado su votación del 30 a 35%, que difícilmente se repartirá entre los otros candidatos. Eso no entienden los señores Quiroga, Doria, Dunn, Paz, Reyes, que estarán felices con sus bajos porcentajes o disputándose el mismo techo electoral.
El politólogo y docente universitario, Orlando Peralta, señala que: «El mundo popular-indígena (mayorías) en Bolivia es complejo estructuralmente y jodido electoralmente. Es difícil que el éxito empresarial y profesional en el extranjero de Velasco y Lupo se convierta en éxito político-electoral nacional en cuestión de 3 meses por una razón: el poco tiempo. La izquierda debe estar feliz porque los pilotos y copilotos de la derecha son competidores de pistas, no de rally».
Les comparto algunas ideas fuerzas, sin cobrar de lo que podría haber sido las campañas de la oposición:
-Ustedes no son víctimas. Son protagonistas de la historia y deben acompañar este nuevo proceso que queremos iniciar juntos, de iguales a iguales. Sin patrones ni ídolos ni jefes políticos.
-El proceso de cambio dejó muchas huellas de la que ustedes son conscientes y que también trajo varios problemas, como el de la corrupción y la impunidad, y muchas otras contradicciones.
-Vamos a transformar el proceso de cambio en una gran revolución ética, política, social y de plena vigencia de los derechos humanos, que no son privilegios ni exclusiones ni abusos de derechos.
La lucha por el poder en Bolivia no es para aburridos ni amargados ni fracasados. Tendremos tres meses intensos y hay que ser protagonistas.
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(*) Periodista (Santa Cruz-Bolivia)