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Es el seudónimo literario y periodístico de Fidel Carlos Flores C. quien emigró menor de edad de la provincia (Gran Chaco, frontera entre Bolivia, Argentina y Paraguay) a Ciudad de México. Su infancia en Yacuiba, pueblo del sureste tropical y las circunstancias económico/políticas en su pre-adolescencia, marcaron su vida.
En la secundaria, sus contemporáneos solían apodarlo “Choco” o “Dosi”. En la escuela de periodismo algunos se referían a él como “Fidelché, en la universidad en los primeros trimestres de economía, como “Bolívar” o “Chingaquedito”, y sus compañeros de un grupo musical “Piña”.
Los convulsos tiempos del siglo pasado (últimas décadas), su incursión en Chiapas, además de conocer la realidad guatemalteca, y países de Centro y Norteamérica, le imprimieron -junto a su formación académica- mayor conciencia, sensibilidad y solidaridad social. Siempre a ras de tierra y en el lugar de los hechos.
En una entrevista, a inicios de siglo le preguntaron ¿Cómo se le ocurrió, lo de Fidelgando? “Lo inventé casualmente. Una ocasión un renombrado poeta a quien tímidamente le mostré textos tempranos, al leerlos -creo- con benevolencia me dijo eres un caminante de silencios y distancias, que va cabalgando por la tierra que ama. Se me quedó la imagen Fidel cabalgando y uní las palabras a “Fidelgando”. Por otra parte, recordé que en la UAM-Azcapotzalco, en las charlas fuera del salón, mientras socializábamos salía inventar alguna ocurrencia/travesura o ironía y me decían Fidel no estes chingando (molestando), de ahí viene el Chingaquedito. También asocié Fidel chingando/molestando, a “Fidelgando”. Al trascurrir el tiempo consideré que era una palabra original y fácil de recordar”.
Finalmente, en una de sus últimas participaciones (2025), en un foro del centro histórico de la CDMX, remarcó: “Lo que para nuestra generación era vital el misterio de la creación y su zurcido invisible, ésta va siendo interpelada por una virtualidad e Inteligencia Artificial -cada vez extrema y más oscura-, no solo porque la IA elabora contenidos, textos, imágenes, videos, melodías y otros, sino porque su uso masivo y sin filtros: simula, suplanta, trafica intereses y manipula información, lo cual afecta y afectará el proceso de aprendizaje y pensamiento crítico de nuevas generaciones. En mi caso, todavía escribo consecuente y resiliente frente al espejo, como si hablara mi conciencia, sin ningún artificio. Mis cuerdas vocales vibran cuando escribo, antes eran ruidosas, por la máquina de escribir. Hoy, aún rodeado de conexiones inalámbricas, laptops y teclados silenciosos, no dejan de ser latidos “a capella” y en “voz alta”. Así pues, la escritura no es un fin, sino una manera de registrar y transitar mis seis décadas rumbo al final”.
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Excelente radiografía de la personalidad de Fidelgando