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Lo escuché de un escritor “una forma de ver es una forma de ser” y es cierto; qué y cómo mirar, mirar pensando, encuadrando, escuchando, contextualizando, a los lados, arriba, abajo, en close up, en panorámica, en fin. Eso y más cabe en una crónica, género necesario para registrar personajes, circunstancias y experiencias, entre otros.
Desde que el ser humano articuló palabras y mensajes evolucionó paulatinamente, primero verbo oral, luego el escrito, se volvieron relatos guiados por Cronos (tiempo) para contar su paso por la vida. Así nació una forma de expresión al servicio del pasado y del presente.
De hecho, la narración comienza en las cuevas (Altamira), con dibujos -imitación de la realidad- posteriormente signos pictóricos, jeroglíficos expresando ideas, luego onomatopeyas, silabas y palabras hasta llegar a la escritura.
En siglos recientes la necesidad de estar informados creció en la población y la crónica al igual que otros géneros literarios y periodísticos llenaron esos vacíos.
A veces, en el instante de levantar información, relatar testimonios y acontecimientos, el periodista se aproxima a lo literario, entrelazando historias verdaderas y ficticias, pero siempre próximos a la realidad. Sus textos proyectan luz, sombra, amor, sufrimiento y todos los claroscuros de la condición humana, ¿El objetivo? contar y recrear memorias y contextos observados.
En mi formación profesional, en la materia “La crónica en prensa” tuve como maestro a Manuel Pérez Miranda, experto en géneros periodísticos y en clases extracurriculares a Miguel Ángel Granados Chapa, ambos referentes de la comunicación y periodismo, de los cuales aprendí mucho.
HISTORIA: La memoria del pasado como sobrevivencia.
Al principio la transmisión de hechos pasados fue un mecanismo de sobrevivencia colectiva. Literal, para el Homo sapiens (primitivos cazadores) el recordar enseñanzas y estrategias de cacería, era vital, ya que de ello dependía la sobrevivencia del grupo.
Con el tiempo se cimentó la unidad del conjunto (clanes, tribus, etc), además de la relación con otros grupos, nacieron los pueblos y reinados, entre otros. Produciéndose así una memoria social, un calendario astronómico para siembras, cosechas y otros eventos de la cotidianidad. Esta memoria tuvo una evolución y confluyó en códices, jeroglíficos, quipus y otras formas de registro.
Robin G. Collingwood (filósofo e historiador británico, 1889-1943) escribió que la historia es la disciplina del “autoconocimiento humano (…). Conocerse asimismo significa conocer lo que se puede hacer, y puesto que nadie sabe lo que puede hacer hasta que lo intenta, la única pista para saber lo que puede hacer el hombre es averiguar lo que ha hecho. El valor de la historia, por consiguiente, consiste en que nos enseña lo que el hombre ha hecho y en este sentido lo que es el hombre”.
Otros cientistas sociales destacan que se estudia los sucesos del pasado para entender el presente y construir el futuro. En consecuencia, estudiar historia tiene además otros propósitos, como formar valores sociales, comprender tradiciones, construir prospectivas y fortalecer la identidad nacional.
Es innegable que la historia nos brinda a los humanos identidad, unión o sentido de colectividad por el hecho de coincidir en un mismo contexto. Nos ayuda a reconocernos como sujetos históricos y como resultado de procesos sociales.
Un rasgo fundamental es que ayuda a la conformación de la identidad nacional, al reconocer nuestro origen y a sentirnos parte de un Estado. Tal identidad es el sentimiento de pertenencia a una colectividad histórico-cultural, que se define por características como: lengua, religión, cultura y una forma de ver y entender el mundo.
Esta aproximación a la crónica, historia y registro de hechos trascendentales, solo pretende resaltar la importancia del estudio y su práctica. Su enseñanza adecuada será un eje articulador en la formación de nuevos ciudadanos y de un cuerpo social, con memoria histórica sólida. Finalmente recordemos la máxima “Quien no conoce su historia, esta condenado a repetir sus errores” atribuido a George Santayana (obra: La vida de la razón o Fases del progreso humano, 1905).
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(*) Periodista EP.CSG y economista UAM. Azcapotzalco
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