“Hay que vivir el presente, sin olvidar el pasado, pero viendo hacia el futuro” Carlos Fuentes.
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NIP (23/10/24). En general, desde siempre la humanidad se interesó cómo pronosticar el futuro. Conforme pasaron los siglos, desarrollaron distintas, creencias, formas y métodos para predecir futuros colectivos.
Luego, surgió la prospectiva como su estudio para comprenderlo y poderlo influir. En los caminos de prueba y error varios análisis se tornaron demasiado egocéntricos, distorsionando el pasado, por lo tanto, malas lecturas.
Aunque la interpretación del futuro esta sesgado culturalmente (costumbres, prejuicios, estereotipos, etc) su investigación adquirió relevancia las últimas décadas del siglo XX; al observar con rigor, causas técnicas, científicas, económicas y sociales que impactan, afectan o aceleran la evolución del mundo moderno. Es decir, en estos tiempos se busca estudiar las causas, para la previsión de posibles efectos o influencias futuras.
Ya transcurrió el primer cuarto del siglo XXI, y casi todos los países continúan la búsqueda ulterior, en fenómenos sociales, económicos y políticos, sobre todo en este último; aunque en sentido estricto las predicciones solo son, probabilidades.
Sin embargo, comparto la afirmación -de algunos prospectivistas-, que como sociedad tenemos que tener claro de dónde venimos (origen histórico), en dónde nos encontramos (trayectos perfectibles), y decodificar acertadamente nuestro presente para saber hacia dónde ir.
Nuestra sociedad con fases de origen prehispánico, colonial y republicano, actualmente vive una sociedad capitalista, dependiente y con evidentes contradicciones, además de su particular circunstancia geopolítica en Norteamérica (vecino de Estados Unidos).
Los sectores conservadores conciben un futuro que refleja, el triunfo definitivo del capitalismo democrático, pero con pronunciado sesgo neoliberal que garantice y favorezca a sus intereses. Dicha interpretación del capitalismo triunfante tuvo en Francis Fukuyama su culmen teórico (libro “El fin de la Historia y el último hombre”); a la par, la opinión del multimillonario Elon Musk donde afirma que en tiempo no tan lejano las máquinas/robots reemplazaran totalmente al ser humano y a su fuerza de trabajo, en consecuencia, la explotación y generación de riqueza mostrará nuevos rostros.
Volviendo a México, en nuestro sistema de democracia representativa y capitalismo dependiente -y que sobrevivió a un presidencialismo duro e implacable- las variables de: distribución equitativa, menor desigualdad, inclusión y bienestar popular -entre otras- y que algunos académicos llaman de “Izquierda” y la 4T (Cuarta transformación) “humanismo mexicano”, son necesarias y positivas como inicio de un cambio de régimen (Ej. reforma del poder judicial). Cambios sostenidos por mandato popular directo, que surgieron de un contundente triunfo electoral de Claudia Sheinbaum Pardo, por tanto, mayoría parlamentaria en ambas cámaras.
La icónica reforma de la 4T, siguió todos los pasos (antes recordemos el Art. 39 de la CPE “Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”), es decir el Ejecutivo propuso la reforma, fue aprobado por el Legislativo (diputados y senadores); después, obtuvo la requerida mayoría de los congresos estatales y posteriormente se publicó en el Diario Oficial de la Federación, por lo tanto, es constitucional.
Excepto que a quienes afecta no se iban a quedar con las manos cruzadas, y pusieron a andar narrativas y argumentos de lawfare o guerra jurídica para frenar a cualquier costo la reforma. Incluso, algunos juzgadores emitieron amparos (improcedentes), dado que estos no se admiten en lo referente a modificaciones a la Carta Magna, surgiendo a la vez aberraciones jurídicas, como la de la jueza Nancy Juárez, quien pretende encarcelar a la Presidenta por desacato.
Otro absurdo, se refleja en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) donde el ministro Juan Luis González Alcántara, admitió cinco acciones de inconstitucionalidad contra la reforma promovidas por partidos políticos y legisladores locales, o sea se pretende que la SCJN revise su constitucionalidad, es decir, que se discuta si la Constitución es constitucional.
Y ni hablar del “nado sincronizado” y apoyo de los medios hegemónicos -en foros nacionales e internacionales- con tal de alcanzar el objetivo de desviar o frenar . En la intención, mañosamente se asegura que la falta de contrapeso en los poderes, activará la peligrosidad del Ejecutivo, cómo único poder a cuestionar. Tal discurso conservador desconoce -de entrada- el voto popular. Por cierto, en sus columnas y editoriales ni siquiera se revisan (o en el mejor de los casos se matizan), los otros poderes fácticos, como el judicial, legislativo, religioso, militar, económico, mediático privado, de Estados Unidos en México y del crimen organizado.
En este inicio de sexenio y luego de recibir una economía sana, el gobierno acepta y refuerza las reglas de la economía, las del mercado local e internacional con sus respectivos tratados comerciales (como el TMEC y otros).
En dicho escenario, la prospectiva nacional debería ser emplear todo el poder democrático para afianzar la inclusión, dispersión de recursos, austeridad republicana, y bienestar de las mayorías, expandiendo los servicios públicos (salud, seguridad, transporte, etc) con efectividad y calidad, entre otros.
Finalmente, una gestión presidencial que garantice transparencia, justicia social y sobre todo ética en el ejercicio del poder. Es decir, predicar con el ejemplo, frente a los resabios de corrupción, impunidad, anomias extremas e inercia neoliberal.
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(*) Periodista (Escuela de Periodismo Carlos Septién) y Economista (Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco)
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