—La revolución, un gran negocio
—Prepotencia ante el pobre, sumisión ante el blanco
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“Casi el paraíso” (1956), es considerada como la mejor novela del escritor y periodista mexicano Luis Spota. Calificado como el escritor más vendido en el siglo XX (en el sentido de tener altas ventas en cada una de sus obras publicadas, no por realizar obras por encargo, es decir escribir bajo consigna de favorecer a un gobierno).
Se caracterizó por tener una narrativa ágil, sin muchas pretensiones, con un lenguaje sencillo y con la facilidad de atrapar al lector con historias convencionales, personajes que la gente identificaba de manera casi inmediata y los relacionaba con los protagonistas del momento, ya fuera en la política, de la farándula o de la alta sociedad de la época.
Referente a “Casi el paraíso”, la novela forma parte de una serie de obras que alaban el desarrollo de México después de la revolución; son novelas que rompen con el México rural y violento que se retrató en la “novela de la revolución”, y si bien es cierto que el Partido Revolucionario Institucional (PRI), gobernaba con mano dura, controlando las Cámaras -Senado y Diputados-, poniendo gobernadores según sus intereses y controlando la prensa, la radio y la naciente TV -no era permitido que en los medios de comunicación se hicieran críticas ácidas contra el gobierno-, también es cierto que fue una época de bonanza económica y de desarrollo para el país.
En unas cuantas décadas se construyeron escuelas, carreteras, hospitales, llegaron capitales extranjeros, hubo estabilidad económica y la gente común y corriente tuvo trabajo y elevó su nivel de vida.
Este desarrollo -que se conoce como “desarrollo estabilizador o milagro mexicano”-, fue orgullo y motivo de presunción en las artes; la pintura -la Escuela Mural Mexicana-, con sus grandes exponentes -Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros-, llenaron de murales los edificios públicos: escritores como Carlos Fuentes, cronistas como Carlos Monsiváis, directores de cine, no dejaban de reflejar el desarrollo que vivía el país y mostraban como el México bronco, atrasado y rural, pasaba a ser una nación moderna, cosmopolita, urbana y de clase media.
Es en este marco, donde Luis Spota escribe sus primeras novelas, donde se retrata a la Ciudad de México como la capital que cambia, que refleja el progreso y el bienestar que trajo la revolución (la fase productiva de la revolución), sin dejar de lado los problemas propios de cualquier sociedad, como ciudades perdidas, pobreza y falta de oportunidades para ciertos sectores que no formaban parte de ese bienestar y desarrollo tan escandaloso y presuntuoso.
Pero centrándolos en la novela, “Casi el paraíso” es una fina pero ácida y feroz crítica a la sociedad de los nuevos ricos emanados de la revolución, quienes amasaron enormes fortunas gracias a que participaron en la lucha armada, que hicieron negocios con el gobierno, que mostraban su riqueza con grandes mansiones, autos lujosos, impresionantes fiestas en sus enormes fincas de descanso, pero que se sentían menos por ser morenos, con rasgos indios y que buscaban a toda costa casar a sus hijos con gente blanca y de ojos claros “para mejorar la raza”.
Es en este ambiente real donde Spota crea la historia de un personaje que tuvo dos vidas, el niño italiano Amadeo Pádula, hijo de una prostituta napolitana, quien lo sacaba por las noches de la casucha donde ambos vivían para atender a sus clientes, y que nació con el don de la belleza física.
Amadeo fue un niño inocente y bello, que desde muy jovencito se dio cuenta que le gustaba a las demás prostitutas, que lo ayudaban y consentían con comida y algunos caramelos mientras esperaba a que su madre terminara de trabajar.
En este trajín, se dejó seducir por otra de las damiselas del barrio y se dio cuenta que por medio del sexo, de su juventud y virilidad podía conseguir bienes materiales y dinero, por medio de mujeres dispuestas a pagar por su compañía y por el placer sexual que les brindaba.
Poco a poco se formó como un excelente amante, un gigoló que vendía compañía, pero su suerte cambió cuando en prisión, en el encierro conoció a otro gigoló más experimentado, que fue su mentor y quien le enseñó a sacar ventaja de esa belleza física y juventud con la que contaba, el Conde de Astis.
Francisco de Astis, quien era miembro de una familia de nobles y contaba con título nobiliario le enseñó que en la mentira y en el engaño radicaba la clave del éxito como hombre. Le dijo que un verdadero vividor debía crear una personalidad interesante, que era necesario estar pulcramente vestido y bien perfumado, tener excelentes modales y atenciones para poder elegir a una mujer rica, solitaria y necesitada de amor, a la cual enamorar y de la cual vivir a sus costillas.
La relación de maestro-alumno fue tan cercana que Francisco de Astis le cedió una nueva identidad, la de un sobrino que debido a sus fuertes limitaciones mentales permanecía encerrado en sus mansiones: El Príncipe Ugo Conti, terminando así la historia de Amadeo, el gigoló de burdeles baratos, prostitutas de mala facha y raterillos, comenzando la de un falso príncipe italiano, en busca de presas femeninas, solitarias pero con mucho dinero, a las cuales debía exprimir.
Y es con una de sus víctimas, la millonaria y vieja regordeta estadounidense Liz Avrell, que llega al puerto mexicano de Acapulco, donde el yate en el que viajan es visitado por Martucha, que representa a la nueva rica mexicana, ociosa, con lujos exagerados que la hacen caer en el ridículo, pero que se deslumbra al estar frente a un hombre guapo y varonil, que aparte de todo es príncipe, miembro de la nobleza europea.
Encantada por la personalidad de Conti, no duda en invitarlo a las reuniones y ahí, el falso príncipe es la novedad entre las clases altas mexicanas, que no tardan en festejarlo, organizarle fiestas y recepciones, presumirlo como un viejo amigo, que es un gran noble europeo.
Al ser la novedad, Ugo Conti considera que la vieja Liz ya no le es necesaria y rompe la relación de una forma grosera y hasta desalmada, dejándola despechada y herida, algo que al final de la novela lo pagará muy caro.
Así, el falso príncipe llega a la Ciudad de México, donde conoce al gran y exitoso político y empresario mexicano Alonso Rondia, quien presume que él es la viva imagen de la revolución, pues años atrás era un indio sombrerudo y de huaraches, jalando una recua de mulas, pero al terminar la revolución y al estar con los ganadores, supo acomodarse en esa “gran familia revolucionaria”, y gracias a la fidelidad al gobierno en turno, a la disciplina partidista y a los negocios, hoy día es uno de los hombres más ricos y exitosos de México.
Pero Rondia sufre el mismo trauma de los ricos mexicanos, es bajo de estatura, moreno, y su hija Teresa no es guapa, aunque es la heredera de la gran fortuna de la familia, entonces Conti la ve como la víctima ideal. Rondia siente que no lo tiene todo, pues le falta un título nobiliario, para que se gane el respeto total y absoluto de la gente.
Ugo Conti sabe que si se casa con Teresa su suerte cambiará definitivamente, ya que heredará la enorme fortuna de sus suegros, su posición social y sus prósperos negocios, pero comete un gran error, no considera que alguien puede investigar sobre su verdadero origen y descubrir el engaño, dejando al descubierto al vividor y defraudador Amadeo Pádula, hijo de una prostituta y de padre desconocido.
En “Casi el paraíso”, Spota retrata los lugares emblemáticos de la capital mexicana, la zona rosa, el Paseo de la Reforma, el Pedregal de San Ángel, los caldos de Indianilla y por supuesto, el sitio más importante del turismo nacional: Acapulco.
La novela pinta como caricaturas a los ricos mexicanos, su obsesión por resaltar con lujos que caen en el mal gusto, el exceso, el no saber qué hacer con tanto dinero, y sobre todo la prepotencia y gallardía que tienen ante el indio y el pobre, pero cómo se sobajan ante gringos y europeos, como le rinden pleitecía a los de piel blanca y ojos claros, como bajan la cabeza y se sienten menos.
“Casi el paraíso”, la película.
A mediados de septiembre de 2024, se estrenó en las salas mexicanas la versión cinematográfica de la novela homónima de Spota, un proyecto ambicioso, coproducción de México e Italia con la misma base del argumento, pero situada en la actualidad, resaltando los mismos aspectos que Spota lo hizo en su momento.
Una clase alta mexicana ociosa, clasista, racista y profundamente ignorante, que se deslumbra con la visita de un noble europeo,que lo agasaja y lo pretende, que lo presume, pero que al ser descubierto el engaño lo maldice, lo odia, le da la espalda y lo lincha de todas las formas y maneras que le es posible, hasta mandarlo derrotado y humillado a su natal Nápoles.
Como en la novela, Alfonso Rondia (que es encarnado por Miguel Rodarte), representa al político vivaz y aprovechado, que gracias a su puesto y sus influencias se vuelve millonario, gana respeto y prestigio, pero se siente menos y agacha la cabeza ante el extranjero, blanco y de finas facciones.
Y como sucede con las novelas de Luis Spota, parecen no tener caducidad, sino que se replica en otro tiempo y en otras circunstancias, es decir, la misma historia, pero con diferentes autores.
Quién viene a la mente… ¿Carlos Hank González? ¿Elba Esther Gordillo? ¿Marta Sagún?, o acaso el líder petrolero que presumía en redes sociales su colección de autos de megalujo y sus viajes a medio oriente, ¿Carlos Romero Deschamps…?
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(*) Académico e investigador UAM
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