“La versión del traidor” titula el nuevo libro del escritor boliviano Homero Carvalho Oliva. Su autor relata cuentos históricos sobre la guerrilla urbana en Bolivia.
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La vida está compuesta de momentos, cortos o largos. Uno de esos lapsos arbitrarios ocurre en el Club del Desayuno, un café universitario, como otros tantos, cuyo mobiliario de madera desgastada y paredes cubiertas de afiches de eventos pasados exudaba un aire nostálgico. La difusa luz que entraba por las ventanas enmarcadas por cortinas de encaje creaba un ambiente íntimo alrededor de la mesa de siempre, donde dos amigos se reunían cotidianamente: un librero y un exguerrillero. Ambos hombres, marcados por la edad y las noches de insomnio, compartiendo la rutina de conversaciones y recomendaciones literarias.
Mientras sorbían su café y disfrutando de la tradicional marraqueta, el exguerrillero sacó su teléfono para mostrar un video. La escena capturaba una polvorienta calle de Gaza, donde se desarrollaba una procesión macabra. Hombres armados y encapuchados, sosteniendo fotografías de sus héroes caídos, disparaban al aire para llamar la atención de los habitantes. Detrás de ellos, un hombre, un trabajador temporal en los territorios ocupados, caminaba con la cabeza gacha, molido por los golpes y la vergüenza. Tiempo atrás fue torturado por los israelíes y coaccionado para dar la ubicación de las milicias palestinas. Las sospechas de Hamas se confirmaron al infringirle torturas para que acepte su culpa. El ritual final de aquel cruel teatro fue internarlo a los túneles infinitos donde le esperaba un chaleco de hombre bomba. Debía inmolarse para redimirse ante los suyos. Sus ojos, ya sin lágrimas, reflejaban una convicción sincera: había sido leal a sí mismo y a su familia.
El librero masticó pensativamente su marraqueta mientras meditaba sobre la escena. ¿Qué es la traición?, se preguntó en voz alta. Es un estigma jerárquico. Los líderes cometen errores, los subalternos traicionan. Se trata de una decepción hacia una entidad superior: dios, líder, grupo, familia. Es un juego maquiavélico inventado para mantener al grupo unido y evitar la dispersión con el estigma social que previene el mayor ‘crimen’ moral imaginado contra el orden instituido. Para el poder, la traición no merece perdón; le corresponde el castigo físico y moral. Esto jamás ha sido ético, pero ha funcionado en todas las sociedades.
Con estas reflexiones en mente, el librero sacó unas hojas de papel. He encontrado un cuento de Homero Carvalho, dijo, entregando las páginas impresas de algún archivo pdf. Un escritor, conocido por su inclinación al experimentalismo, nos brinda una historia alternativa entre el diario del Ché Guevara y el diario de un traidor del ELN en la década de los setenta. El tratamiento estético y el desarrollo del lenguaje están bien logrados. Así hablaban las personas reales de esos tiempos, y así eran sus motivaciones. Aunque su inicio no es de impacto, quizás sea una concesión a la estructura del relato, conforme se avanza incrementa la tensión entre las transiciones creando un clímax, hasta llegar a un final donde el traidor, despojado de su orgullo, acepta serlo y encuentra en ello a un grupo de bastardos como él, apestados por la sociedad que se necesitan.
El exguerrillero asintió pensativamente. Leer una ucronía con hechos históricos ya relatados es muy sensible, porque hay una “verdad histórica”. Pero si tengo que comparar la historia o la literatura, siempre voy a preferir la literatura, porque la historia tiene pretensiones de verdad y la literatura es humilde y honesta; solo quiere ser una ficción.
El librero no pudo quedar callado y añadió: En este contexto, Homero, aparte de documentarse y haber entrevistado a los involucrados, cumple una misión que todo escritor tiene: pensar, y ¿qué tal si hubiera sucedido de otra manera o si se lo ve desde otro ángulo? Homero es un provocador, pero no un extremista como Borges con sus Tres Versiones de Judas. Va lejos, aunque tampoco se propone convertir a un traidor en un héroe. Su visión está dentro de la moral establecida. Y me parece lógico cuando afirma que su escrito es un homenaje a la gente que luchó en aquel tiempo.
El exguerrillero reflexionó un momento antes de responder. En términos literarios, abordar este tema de alguna manera es poner en tela de juicio al héroe. Cristo, un ser omnipotente, necesitaba de la humanidad de Judas para poner de manifiesto su deidad. Un héroe para poder existir requiere de un enemigo. Pero quien le otorga su grandeza es el traidor, aquel que le hace tambalear en su fe. Cristo sin un Judas es impensable.
El librero asintió, recogiendo el hilo de la conversación. La metáfora del beso, de las 30 monedas, del perdón, dijo pausadamente, lo hacen humano. La diferencia entre ambos es que los héroes no existen y los traidores sí.
El exguerrillero tomó un sorbo de su café antes de continuar. Literariamente, un Judas siempre será más interesante que un Cristo. Para que haya un buen relato, los héroes importan en su humanidad y debilidad. Jesús al lado de María Magdalena, Ernesto Guevara cuando dice: “No disparen, soy el Ché”.
El librero suspiró al digerir el último pedazo de su marraqueta: los héroes impolutos y perfectos solo son masticados por la masa que se niega a pensar y busca aferrarse a fantoches que refuercen su fe. Toda esa historia contada en blanco y negro se niega a mostrarnos el mundo en Technicolor y oculta esa gama de grises que conforma nuestro paisaje. Nos hace odiar a algunos individuos y enaltecer a otros.
El exguerrillero replicó con entusiasmo: Sí, y crea tragedias, como la historia de la izquierda boliviana en las últimas décadas del siglo XX. Entonces la derecha no necesitaba apretar el gatillo, se mataban entre sí bajo cualquier sospecha. Recuerdo a Álvaro García Linera reflexionar cuando se enteró de un intento de escape en la cárcel de Chonchocoro que fue detectado debido a que los izquierdistas, antes de irse, se dieron el lujo de ajustar cuentas: “El horizonte ya no es la libertad, sino la barbarie”.
Además, también se me viene a la cabeza lo que David Galula, el teórico de la contrainteligencia definía, las organizaciones subversivas siempre son estructuras militares muy verticales. Las decisiones no se toman en asamblea. Muchos de los militantes se enteran de los planes en el momento de la acción. La invención de que un genio maléfico que se pasó al otro bando y causó la destrucción de toda una organización es una falacia destinada a encubrir los fallos de los propios líderes. Lo que se llama descabezamiento busca aniquilar a los jefes porque ellos manejan los planes, el financiamiento y la estructura. O sea, nunca hay un traidor sino una cadena de ellos. Apuntar a una persona como culpable es una manera repugnante de lavarse las manos, añadió el exguerrillero.
Y dentro de esas narrativas de poder, la insurgencia se convierte un magneto para la lectura. El librero dio como ejemplo de la exitosa venta de libros sobre la guerrilla, en La Paz. He vendido en medio año 70 libros de ‘El Rafo’. Sin quererlo empezó a explicar el fenómeno. La mayoría de los compradores son los izquierdistas de cafetín, quienes como si tuvieran una Playboy en manos, se regodean tratando de encontrar nuevos culpables. Aquel morbo refleja una absurda autojustificación y encubrimiento de su falta de compromiso.
Jorge Luis Borges decía que Judas era el reflejo humanizado de Cristo. Yo valoro el trabajo de Homero porque invita a vernos en ese espejo, diseñando una historia alternativa. La misión de un escritor, como él dice, es comprender, no juzgar El librero dibujó una sonrisa pidiendo que su amigo se llevara el cuento de Homero Carvalho. Quizás te hagan cambiar tu visión sobre la guerrilla, sugirió.
El exguerrillero tomó las hojas y las guardó en su chaqueta. Siempre es interesante leer desde otra perspectiva…
Y aquellos momentos fueron parpadeos ante los ojos del mundo que contemplaban indiferentes la vida en el café y los alrededores donde los estudiantes y profesores conversaban animadamente, ajenos a aquella mesa apartada. Los dos amigos, unidos por la experiencia y el amor a la literatura, continuaban desmenuzando ideas y recuerdos, mientras los acontecimientos iban solos, más allá del Club del Desayuno.
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(*) Escritor
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