-Narrativa constante de AMLO
-Caben todos los opositores
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En el ya lejano 2001, Andrés Manuel López Obrador -AMLO-, que en ese entonces era jefe de gobierno del Distrito Federal, se encontró en el ojo del huracán político pues había comenzado una serie de declaraciones donde mencionaba la supuesta existencia de un grupo de poder, conformado por empresarios, políticos del Partido Acción Nacional (PAN), que gobernaba México con Vicente Fox Quesada, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que acababa de perder la presidencia y con el llamado “Gobierno del cambio”, que levantaba grandes expectativas para que el país tomara otro rumbo.
En ese grupo -que AMLO mencionaba con frecuencia-, también se encontraban empresarios de peso como Claudio X. González Laporte -padre de Claudio X. González Guajardo-, Carlos Slim, los ex presidentes Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo, y Diego Fernández de Cevallos, ex candidato presidencial del PAN y abogado sumamente cuestionado por litigar en contra del Estado Mexicano, a pesar de desempeñarse como senador de la República, entre otros personajes que eran mal vistos por gran parte de la sociedad mexicana, que calificaba a la cúpula política y empresarial como corrupta, y como un grupo que se enriquecía al amparo del poder, en detrimento del bien común.
Y el clímax llegó pues quien se enganchó con el discurso de “la mafia de poder”, fue precisamente el llamado “Jefe Diego”, quien aceptó un debate con AMLO, el cual se llevó a cabo en el 2001, en el noticiario matutino más visto, transmitido por la cadena Televisa y conducido por Joaquín López Dóriga.
En el debate, Fernández de Cevallos se mostró irónico y hasta burlón, pues mientras AMLO aseguraba que en “la mafia del poder”, se acordaban los grandes negocios en detrimento del Estado Mexicano, con la avaricia de la clase empresarial y con la complacencia de la clase política; incluso, el entonces jefe de gobierno, nombró a periodistas e intelectuales, quienes a decir de él, recibían grandes sumas de dinero, para coptar a intelectuales y comunicadores como el historiador y escritor Héctor Aguilar Camín y los periodistas Carlos Marín y Ricardo Alemán, a quienes calificó como “intelectuales orgánicos”.
Para la comentocracia y periodistas con gran poder en los medios, la existencia de “ese grupo de potentados”, era una ocurrencia de AMLO y no tenía ningún sustento, sin embargo López Obrador siguió hablando de “la mafia del poder” y conforme le convenía, nombraba a personajes públicos como otro abogado de políticos priístas, Juan Collado, Guillermo Álvarez Cuevas, presidente de la cooperativa Cruz Azul, y a la cabeza de todos ellos, el villano favorito de la narrativa, Carlos Salinas de Gortari.
Y tanto la repitió que, para muchos sectores de la sociedad, “la mafia del poder” sí existía y fue vista como una sociedad de empresarios ligados al poder, que eran corruptos y que sus negocios estaban manchados por la corrupción galopante en la política mexicana.
Posteriormente, AMLO llegó a comparar al PRI y al PAN con los más importantes refrescos de cola, dijo que “el PRI y el PAN son como la Coca y la Pepsi, son lo mismo y solo cambia la etiqueta”, y como era de esperarse, AMLO desde la oposición y con la mayoría de los medios de comunicación en contra, fue duramente criticado, tachado como loco y como un tipo fuera de la realidad.
En el 2006, y tras la controvertida elección presidencial, que dio como ganador a Felipe Calderón Hinojosa por un margen de 0.56 %, resurgió la “mafia del poder”, quienes operaron un grotesco fraude electoral para imponer en el poder a Calderón; a este grupo se sumó Germán Larrea, director del poderoso Grupo México, el periodista Carlos Loret de Mola y por supuesto, Carlos Salinas de Gortari, a la cabeza.
Posteriormente, la narrativa de AMLO unió al PRI y al PAN en un solo instituto político “el PRIAN”, quienes “se quitaron la máscara”, y durante el gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018), ambos institutos se pusieron de acuerdo en un arreglo neoliberal, contrario a los intereses nacionales en el llamado “Pacto por México”, que permitió sacar adelante las llamadas “Reformas estructurales”, que permitieron la inversión privada en las dos grandes empresas del Estado -y que no era posible, pues eran parte fundacional del Estado moderno y que lo prohibía la Constitución-, Petróleos Mexicanos (Pemex), y la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Así AMLO creó el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en 2011, como una asociación civil, formando parte del Partido de la Revolución Democrática (PRD),-hay que recordar que AMLO fue dos veces candidato presidencial por el partido del sol azteca-, pero las diferencias con la dirigencia encabezada Jesús Zambrano y Jesús Ortega “Los Chuchos”, hizo que abandonara el partido.
Morena nació como partido político en 2014 al conseguir su registro ante el Instituto Federal Electoral, y en 2015 compitió por curules en las elecciones intermedias de 2015, obteniendo el 8 % de la votación total, convirtiéndose en la cuarta fuerza política, detrás del PRD.
Y el resto es una historia trepidante de triunfos; AMLO ganó la presidencia en 2018 y en las pasadas elecciones, Morena barrió en las urnas, llevando a la presidencia a la primer mujer en la historia moderna de México, Claudia Sheimbaum, obteniendo la mayoría en las Cámaras, tanto en la de Diputados y la de Senadores, teniendo 22 gubernaturas, y de paso enterrando al PRD que no logró el 3 % de la votación federal para mantener su registro, y todo con una narrativa que sigue vigente y convenciendo a la gente: “el PRIAN y la mafia del poder”, teniendo como villanos a Felipe Calderón, a Ernesto Zedillo y al favorito, Carlos Salinas de Gortari”.
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(*) Investigador y docente
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