(Foto referencial o de contexto)
———- O ———-
Durante mi etapa universitaria, en una lectura encontré la siguiente frase “Para conocer la esencia de cualquier pueblo en el mundo, hay que visitar sus cárceles y hospitales públicos”, allí en sus dinámicas, comportamientos y tratos humanos, se encuentra el veredicto.
Con el tiempo, reafirmé además que la violencia, conflictos y masivas migraciones nacen y se alimentan de pobreza, desigualdad y frustración. La idea es simple y contundente, para entenderlo hay que acercarse a sus causas y contextos.
Por otro lado, la violencia, no se resuelve a tiros o con violencia extrema, hay protocolos (se identifica el problema, sus aristas, se generan estrategias, políticas públicas y luego se actúa). Un ejemplo que transparenta la situación es que cuando una persona delinque por robar comida, lo atrapan, va a la cárcel sentenciado a 5 años de presidio. Imaginemos, ahora que sale -arrepentido- después de cumplir su condena. Sin embargo, se enfrenta a que no hay trabajo, ni oportunidades, y no fue rehabilitado. Así que, no pasa mucho tiempo y vuelve a delinquir, continuando un círculo vicioso.
Por cierto, detrás de toda tragedia social, siempre hay quien hace negocios, beneficiándose de la corrupción y otras anomias, en distintos niveles.
En esta reflexión, recordé que mi afición por escribir crónicas nació en mi adolescencia, como catarsis. Cualquier cosa que me pasaba buena o mala, la memorizaba para después sumarla a textos de introspección. Es decir, las cosas no me pasaban en vano, porque de historias estamos hechos.
Una ocasión por una razzia policial (ilegal) me detuvieron en un popular barrio caminando de noche. Así conocí la cárcel de la zona, experiencia amarga porque a esas horas, casi sin trámites nos ingresaron (en bola) a prisión. Previo me quitaron agujetas, cordones, cinturón, billetera, celular y otros, los agentes de guardia introdujeron las pertenencias en una bolsa y listo, “vas pa’ dentro” en lo que -después- averiguan por qué estás ahí.
Al interior, notas que hay otros privados de su libertad por distintas causas, en ese espacio, vives una mezcla de sentimientos: tristeza, soledad y desesperación. Aún más al observar: camas de cemento, un retrete general, barrotes y penumbras donde se respira silencio y se evita mirarse a los ojos. Todo parece una película muda, lentamente pasan las horas y por fin, llega un funcionario a clasificar delitos, infracciones y otros motivos.
Espero turno y -afortunadamente- en la mañana salgo libre con el segundo grupo. El dictamen: confusión policial, sin cargo, sin explicaciones, ni disculpas. Así las cosas, mientras el mundo sigue adusto e inmutable en su fragor cotidiano. Lo dicho ¡estamos hechos de historias!
———- O ———-
(*) periodista (EPCSG) y economista (UAM-A)
Categorías
- Artículos de Opinión (673)
- Artículos Literarios (123)
- Canal Interés Público (Videos) (62)
- CDMX (México) (375)
- ESTADOS (México) (73)
- Internacional (91)
- Latinoamérica (70)
- Libros (PDF), Reseñas y Documentales. (98)
- Prensa en General (1,430)
- Uncategorized (1)