— Novela vigente, que denuncia el hambre y los sueños de triunfo
— Spota, el escritor más vendido en el Siglo XX
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“Más cornadas da el hambre” (1950), es una novela que se escribió hace más de 70 años y sigue vigente, y esa es una de las características del escritor y periodista mexicano Luis Spota (1925-1985), pareciera que no tienen vigencia y contrario a muchos de sus contemporáneos, que describen de una forma magistral la época que les tocó vivir, las historias de Spota parecen ser cíclicas, y como dicen en los grupos de Alcohólicos Anónimos: “la historia se repite, sólo cambian los actores”.
“Más cornadas da el hambre” es una novela ágil, sin palabras rebuscadas, con una historia directa, una literatura dirigida al gran público, con la intención de vender muchos ejemplares, presentando historias comunes, con personajes que no tienen el estereotipo de héroe inmaculado ni de un demonio hecho hombre, por el contrario, sus personajes son gente común, tan común y tan corriente que pasan desapercibidas.
Y ese punto es que por años fue criticado Spota por la crítica literaria de la época, que consideraban sus novelas como vulgares, “de rompe y rasga”, con pocas pretensiones literarias y un manejo del lenguaje básico, pero fácil de entender por la gente que encontraba sus libros en los supermercados y los kioskos de periódicos y revistas.
La novela narra las aventuras y desventuras de Luis Ortega, un joven sin oficio ni beneficio que sueña con ser figura del toreo, que al igual que muchos vagos y vividores pasan las horas en los cafetines, bares y cabaretes de la Ciudad de México, hablando de toros, soñando con triunfar y ganar mucho dinero, ser famosos y estar rodeados de bellas mujeres, al igual que las figuras ya consagradas de la fiesta brava.
Pero a diferencia de las figuras, ellos no tienen nada, no nacieron en una familia con dinero, no tienen contactos en las empresas, es más, algunos no tienen padres ni casa donde comer y dormir, pero tienen hambre de triunfo, valor y determinación para enfrentar toros amañados y muy toreados, trabajando como peones en las ganaderías, o rogándole a empresarios pueblerinos que les den la oportunidad de torear en una fiesta patronal.
Luis Ortega viaja por el país al lado de su apoderado, otro joven igual de desvalido que él, y que se llama Pancho Camioneto, y en ese penar por ferias de pueblo y fiestas patronales, logran torear bureles viejos y mañosos, que saben atacar al bulto, que sueltan cornadas, y en una de esas corridas de improvisados, otro joven, Juanito Lavin pierde la vida por una profunda cornada, pero aunado al percance, Juanito muere por la falta de un doctor en la plaza, por la indiferencia de un empresario al que solo le importa obtener ganancias y por el alcohol que corre a ríos en las gradas y emborracha a las masas imprudentes que aplauden en los tendidos.
Sus únicas pertenencias son un capote descolorido y remendado, que sirve para cubrirse del frío por la noche, -y que en la cornada que sufrió Lavín, de camilla para llevarlo a la botica y de mortaja para transportar el cadáver-. Así como una muleta vieja y descolorida.
Y en este punto, Spota denuncia el papel que juegan los empresarios aprovechados y ventajosos, que no pagan las presentaciones y prometen una nueva oportunidad con un mejor cartel, pero esta crítica no solo es para los aspirantes a toreros, sino a jóvenes boxeadores y luchadores que buscan una oportunidad en la informalidad, en la poca preparación, que puede costarles la vida y un entierro anónimo y derivado de la caridad de un buen samaritano que paga los gastos funerarios de un desconocido.
Dentro de la novela aparecen dos mujeres, Estela, una prostituta que decide mantener a Luis Ortega, compartiendo un sucio cuartucho, en un oscuro hotel de paso, donde a cambio de sexo, el aprendiz de novillero asegura cinco pesos diarios para ir por pan y café a un localillo, donde se juntaban los soñadores a hablar de toros y a seguir fantaseando con triunfar y ser ricos.
Ortega, presionado por Camioneto, decide dejar a Estela para buscar las oportunidades y torear al animal que le pongan al frente, ya que “mujer y toro no se llevan; o lo uno o lo otro”. Buscando la suerte, el momento oportuno, se les une al viaje un joven delgado, delicado y amanerado que se llama Mario Valente, y que también sueña con ser torero, y los tres deciden buscar la aventura.
Pero descubren que ese joven afeminado no es Mario, sino María, una joven mujer que sueña con ser torera, pero en esta parte, Spota denuncia otro vicio presente en varios ámbitos, a la mujer se le busca por su cara, por su cuerpo y finalmente por su sexo.
María, joven, bonita y coqueta tiene contratos y oportunidades a cambio de ser compañía y juguete sexual de los empresarios, Luis no les importa, María es a la que desean, lo que pone una presión extra al novillero, pues vienen los celos, tanto de pareja como profesionales.
Finalmente llegan las oportunidades pero Luis Ortega evidencia que en realidad es un improvisado, un aficionado que tiene agallas, clase y porte de torero, pero le falta preparación seria y formal, por lo cual su futuro se reduce a charlotadas, a ferias patronales y a seguir toreando por nada.
Ante la realidad que no se ve nada alentadora, María decide abandonar a Ortega, ya que está consciente que es a ella a la que buscan, a la que le proponen carteles y presentaciones, a cambio de… de algo que ella tiene, que Luis no tiene y que los hombres buscan y le dan dinero por obtenerlo.
Pero contrario a la narrativa de Spota, la suerte llega a Luis Ortega tras una fuerte cornada, ya que después de buscar un hospital donde lo atiendan, finalmente se apiadan del torerillo que no tiene un clavo con qué pagar la atención.
Y todo cambia cuando Camioneto le pide ayuda a la figura ya consolidada, el maestro Lorenzo Garza, y decide visitarlo mientras convalece; ahí, su sola presencia hace que la prensa voltee a ver al novillero que nadie conoce, y basta que Garza lo recomiende para que el empresario que no se fijaba en los torerillos, le dé una corrida en la misma Plaza México, basta que “El ave de las tempestades” se acerque a la cama donde Ortega convalece para que la prensa lo mencione, lo tome en cuenta.
Pero Spota cuestiona al cuarto poder, a la prensa que es capaz de formar ídolos y de enterrar consagrados; la prensa, la radio y la TV., piden dinero para achicar y minimizar las derrotas y engrandecer los aciertos; la prensa cuesta pero da fama y eso garantiza las grandes ganancias económicas.
Pero Luis Ortega ya tiene invitaciones para tentar vaquillas, para formarse con profesionales del toreo y explotar sus habilidades. “Más cornadas da el hambre” es una lectura entretenida, ágil y vigente, y como se mencionó anteriormente, no solo en el mundo del toreo, sino en otros deportes y en los espectáculos pues siempre habrá diamantes en bruto esperado una oportunidad y empresarios ventajosos y sin escrúpulos que los acechan.
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(*) Investigador y docente UAM
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