Aprender a identificar la verdad es un reto latente para cada uno de nosotros porque no existen elementos suficientes para creer en algo conciso sobre la medida real de las cosas. Las palabras son escasas para explicar los nuevos padecimientos causados por el exceso de información que generan fenómenos como el tecno feudalismo y la Inteligencia Artificial. Los niveles de euforia y desagrado desafían la intuición humana porque son el termómetro perfecto para definir la proyección que recibe esa falsedad. Debemos integrar a nuestra vida una especie de “detector de mentiras” para vencer las falsas verdades.
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La era de la posverdad
En 2016, el Oxford Dictionary quedó tan fascinado por el término posverdad (post-truth o postfaktisch) que decidió transformarlo en una “era”. Periodistas y analistas políticos expresaron su preocupación por este fenómeno que influye directamente en la opinión pública mediante la distorsión deliberada de hechos verdaderos, manipulados en beneficio de alguna causa en particular desde punto de vista de ideologías. Esto conduce al dominio de una verdad integrada por narrativas bien construidas. El producto publicado va acompañado de intenciones ocultas y comparte un lenguaje coloquial para crear teorías e historias más conspiranoicas, lo que plantea la pregunta: ¿Qué pasaría si los seres humanos desconociéramos los hechos reales de nuestro propio entorno?
Esto no es nuevo. Desde la antigüedad, en Occidente, el poder político, tanto en Grecia como en Roma, entendió que el conocimiento tiene una importancia capital para determinadas masas a través de la opinión pública. Existen algunos casos históricos que lo comprueban, por ejemplo la Revolución francesa (1789-1799), cuando la libertad de prensa distrajo eficazmente a los grupos de oposición de la clase social burguesa con artículos escandalosos. Por supuesto, ha habido situaciones más alarmantes. El Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán logró una gran manipulación de los medios para distribuir su propaganda política en varios canales de comunicación que incluían periódicos, programas de televisión y hasta películas. El potente discurso del partido convenció a los ciudadanos; sin embargo, el desenlace fue distinto. Cuando estaba por terminar la Guerra Fría, los países con un modelo económico capitalista, ejecutaron un plan que incluía una fuerte propaganda para fomentar el consumo infinito de productos durante los programas de comedia y, en esa misma época, surgieron los noticieros con un estilo de prensa sensacionalista.
La posverdad y la desconfianza son actitudes que desacreditan los discursos públicos que son ciertos o que han sido científicamente comprobados. Hoy en día, un amplio sector de la población joven consulta y sigue las tendencias en redes sociales. Los temas más populares producen una red de preferencias basadas en un algoritmo específico. En la era de la posverdad, la verosimilitud, la verdad, los hechos están en juego, dañando la libertad de expresión. La solución es aprender a reconocer las características de la información falsa, que ayudan a distinguir el discurso modificado por conveniencia, la difamación o la manipulación mediática a través de las redes sociales.
La era tecnofeudalista de Musk
El empresario Elon Musk compró Twitter en abril del 2022 con un aproximado de 368 millones de usuarios y con una asombrosa capacidad de generar tendencias globales. La adquisición de plataformas por parte de empresarios puede transformar a cualquier usuario en un crítico, “especialista” o líder de opinión que persuada a un grupo específico. Cedric Durand, experto en economía, llama a estos sistemas económicos como tecnofeudalismo: los magnates acaparan espacios digitales para probar actualizaciones y vender productos, pero esta privatización también genera desigualdad de conocimientos y puede repercutir en la economía, la política y la sociedad.
Los espacios digitales favorecen que personas influyentes y con poder adquisitivo promuevan la visibilidad de la información aunque su contenido sea amarillista, polémico o falso; el objetivo es hacer circular ideas de choque o de oposición (véase la cuenta de Twitter de Donald Trump). Elon Musk podría ser la primera persona en comprar una red social y poner sobre la mesa sus propias reglas del juego. El dinero colonizó una de las zonas más concurridas del Internet, y la pregunta principal en relación con la libertad de expresión es: ¿De verdad somos dueños de nuestras opinionens o nos limitamos a replicar ideas para encajar en alguna esfera ideológica?
La era de información artificial
Los temas más disparatados e inimaginables del universo son posibles para la Inteligencia Artificial (IA), que es la colaboradora favorita de la posverdad. Esta herramienta nos ha permitido escuchar a Freddy Mercury interpretando covers de Dua Lipa y ver al Papa Francisco vestido de alta costura. Chat GPT, DeepFake y otros softwares nos permiten consolidar proyectos audiovisuales o artísticos sin la interferencia de nuestras mentes. Las máquinas sintetizan el conocimiento, la imaginación y la producción desde lo más interno de la psique. Algunos profesionales y empresas han tratado de revelar las implicaciones dentro del mundo digital e informativo, resaltando que este “gran poder” tiene una enorme responsabilidad ética porque las imágenes se viralizan más rápido que las noticias. Hasta hace un par de años, la evolución de las inteligencias no había puesto en duda ninguna realidad por encima de la ficción, pero su perfeccionamiento ha complicado sobremanera el trabajo de escritores, fotógrafos y periodistas. Los profesionales se enfrentan a un gran reto: verificar de manera obligatoria las fuentes para contrastar que la historia no esté contada por una máquina. La huelga de actores y guionistas en Hollywood (2023) es la prueba más reciente de que la simplificación de las actividades humanas y la invención de narrativas con ayuda de algoritmos debe ser regulada para proteger el trabajo creativo.
La creación de información artificial interactúa con actividades que desafían el trabajo cognitivo como razonar, aprender, analizar y actuar. El software sintetiza esos procedimientos haciéndolos pasar por ideas genuinas, y es importante trabajar constantemente con un marco legal de regulaciones y transparencia en IA para que no surjan problemáticas en torno a la falta de originalidad de las propuestas artísticas.
¿Cómo sobrevivir a los tiempos de desinformación?
La crisis de la verdad está causando daños colaterales a la integridad intelectual y cognitiva del ser humano porque es difícil comprender las incongruencias ante los hechos. El crecimiento exacerbado de información necesita una intervención que alfabetice a la población con la ayuda de organizaciones internacionales que regulan este derecho humano para garantizar su tratamiento ético y normativo. Se sugiere ver los siguientes aspectos:
Actualidad: Observe la fecha en que se generó el contenido para su difusión electrónica o comparta el enlace original de la publicación.
Autor(es): El sitio debe indicar quién es el autor o institución que produjo el contenido con una breve semblanza y, opcionalmente, su información de contacto profesional.
Accesibilidad: El contenido es accesible desde cualquier motor de búsqueda, como Google, Yahoo!, Safari, entre otros. No debe mostrar publicidad dentro del texto ni tener ventanas que obstruyan la lectura de los elementos, incluyendo imágenes
Lenguaje: El contenido usa un discurso neutral, nada que use un subtexto, persuada a los lectores o favorezca ciertos intereses.
En el caso de las imágenes o vídeos, haga uso de herramientas avanzadas como Google Imágenes, Invid, GTPZero para verificar si el material se ha utilizado en otras noticias o en un contexto diferente al mostrado.
Este documento debe ser utilizado como guía de supervivencia ante sesgos informativos que dificultan seriamente la evolución de las ideas o la creación de argumentos propios, lo que afecta al ejercicio democrático y crítico de la toma de posición. No olvidemos que adquirir conocimiento requiere diversidad de pensamiento, y confrontar lo establecido supone un avance significativo para nuestras identidades.
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(*) Es escritora y maestra en Bibliotecología y Estudios de la Información por la UNAM. Ha publicado artículos relacionados con derechos humanos, la ética de la información, y el papel del activismo en redes sociales. Actualmente escribe su primera novela titulada “Agua fría”.
FUENTE (original): https://www.goethe.de/prj/geg/es/25018797.html
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