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Santa Cruz-Bolivia (26/10/23). Siendo adolescente y alumno del (Colegio) Marista, el hermano Celso preguntaba en la clase de religión si algún pagano desconocedor de los evangelios cristianos podría ser salvo. Acabábamos de leer el pasaje “soy el camino y la verdad… el que viene a mi será salvo”. Cometí una herejía al decir que si esa persona hacía el bien (como padre, hijo, vecino, etc.), ¿por qué no?; claro, han sido muchas las que he cometido, solo que ahora se conocen como libres pensantes, nos pueden quemar la casa o aparecer en listas, pero no nos queman en la plaza, por suerte.
Y, como una raya más no afecta, cuestionaré a mi pastor Francisco —de quien me regocijó su ascenso— en relación a su posición sobre la migración, cuando señala que “siempre debiera ser una decisión libre” y que la Iglesia los acompaña con “la fuerza de la oración” por la gran resistencia que encuentran en los lugares a los que pretenden llegar. Posición que me parece muy cómoda y omisiva de la visión de verbo, y más bien ser solo sustantivo, como dice Arjona.
La migración, desde tiempo remotos, no gozó de “libertad”; al contrario, contra su voluntad se migraba para sobrevivir. Y, en una época nefasta, los “migraban” para bajar costos de producción e impulsar lo que se conoció como el industrialismo y emergente capitalismo de primera generación.
Aunque es el mismo Francisco que reconoce que el tráfico y la trata de personas constituyen la moderna esclavitud, de dimensiones inimaginables, aún los “migran” por millares; aunque claro, esto es parte de la economía y hay pocas rasgaduras de túnicas.
Lo que sí motiva a la oración y al voluntarismo son aquellos que no van de turismo al primer mundo, o sea a Europa o EEUU. No se condena (sustantivo) y menos se actúa (verbo) para incidir en la treintena de guerras existentes hoy, en plena tercera década del presente siglo, que producen salidas masivas por bombardeos de toda índole: bélicos, políticos, hambrunas, etc. Y son guerras fomentadas para el saqueo de riquezas naturales.
América Latina no está exenta. Aunque no haya bombardeos bélicos, varios millones de venezolanos, nicaragüenses, antes colombianos (tres millones en Venezuela en la década de los 90), son expulsados por sobrevivencia. Bolivia, en el primer quinquenio de comienzos de siglo, expulsaba a 350.000 ciudadanos por año; hoy no es sustancial la diferencia de los que salen a Chile, Argentina, Brasil (menos frecuente ya a Europa por las exigencias de visas).
Por apenas esos datos esbozados cuestiono a mi Papa (hijo de migrantes que fueron expulsados por sobrevivir), porque cuando no tenés las condiciones mínimas de sobrevivencia y dignidad, el lugar te expulsa contra toda libertad.
Es por ello que, en esas condiciones de sobresaturación, como hablaba Enrique Ferri para referirse a un pico alto de desequilibrio social, no debiéramos hablar de migrantes, sino de exiliados, porque no hay libertad ni dignidad alguna; agregados los nuev@s esclavos.
Y, no es con oraciones… es con acción… “y Dios se hizo verbo…” Pediré perdón por mi nueva herejía. Para eso están el confesionario y las penalidades.
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(*) Abogado (especialidad Criminología), Escritor y Catedrático.
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