-Rebelde, contestatario y enemigo de las formas políticas
-Excluido y admirado; líder moral de estudiantes universitarios
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A últimas fechas, el discurso wooke, es decir, aquel que se va a los extremos ideológicos, que ataca, cataloga, enmarca pero que carece de razones y fundamentos, es el que ha permeado en los medios de comunicación.
Las luchas por derechos sociales, por un modelo económico más justo se ha desvirtuado; en el discurso actual, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden es considerado “comunista”. En Brasil, las políticas sociales de Lula Da Silva son “comunistas” y por supuesto, los programas sociales implementados en México por Andrés Manuel López Obrador, como las becas y las pensiones a adultos mayores, son “políticas comunistas”, destinadas al fracaso y a convertir a México en una dictadura tipo Cuba o Venezuela.
Todo esto, a pesar de que los augurios pesimistas de los comentócratas e intelectuales de derecha han quedado mal y exhibidos, puesto que la economía mexicana no se ha derrumbado, el peso mexicano se ha fortalecido frente al dólar y a economía, aunque de forma no tan espectacular, ha crecido, sin tomar en cuenta los grandes proyectos del gobierno que apenas van tomando forma, como el Tren Maya y la Refinería Olmeca (Dos Bocas, en Tabasco), que ya auguran inversiones y beneficios económicos al castigado y olvidado sureste nacional.
Pero retomando la idea central, hay que responder la pregunta base, ¿qué es el comunismo? El destinar parte del presupuesto al financiamiento de programas sociales bien podría calificarse como “populismo” (u otro adjetivo cercano), que es muy diferente a un sistema socialista como el llevado a cabo en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y países satélites que formaron el bloque rojo durante la guerra fría.
En la élite intelectual mexicana del siglo XX, hubo un gran pensador político, ensayista y escritor mexicano que sí vivió en carne propia el ser comunista y llevar en la sangre la hoz y el martillo del marxismo-leninismo, me refiero a José Revueltas (1914-1976).
Pepe Revueltas (como lo conocían los cuates), nació en el seno de una familia de grandes artistas, ya que fue el hermando menor del innovador y afamado músico Silvestre, del pintor estridentista Fermín, y de la actriz, bailarina y guionista Rosaura, todos con el mismo apellido.
Pero José, desde niño sintió el gusanito (gusto) de la política y se inclinó a los ideales comunistas, pero irónicamente, no el socialismo hecho gobierno, por lo que criticó y rompió ideológicamente con la URSS de José Stalin, con la Cuba castrista y por supuesto, con los partidos de izquierda mexicana, a los cuales tildó de comodinos y de promover un socialismo a medias, pues se conformaban con tener un registro y recibir recursos del gobierno, colocar unos cuantos diputados en la Cámara, y por alejarse de la verdadera lucha de clases.
José sufrió la muerte de su padre siendo muy pequeño, por lo cual fue inscrito en escuelas oficiales al no haber dinero para mandarlo a una escuela particular -como sucedió con sus hermanos-. Pero pronto la escuela y los programas oficiales quedaron cortos, y abandonó la secundaria, convirtiéndose en autodidacta.
Pasó horas -solo- en la Biblioteca Nacional, leyendo a Marx y a los intelectuales de izquierda, formándose en una línea dura, donde veía que el verdadero cambio vendría con la politización y educación de campesinos y obreros (como lo planteó Marx).
Es decir, el primer paso era abrirle los ojos al proletariado, que este sector se diera cuenta que era explotado por los capitalistas, quienes se quedaban con la mayoría de las ganancias producidas por su trabajo. A los 13 años se dedicó de lleno a la lucha social y se unió a grupos clandestinos, comenzando a repartir folletos de propaganda y a pintar bardas.
Con tan solo 17 años fue detenido y procesado por sedición y mandado a la correccional, de donde salió meses después. Siguió con ese incansable activismo político y en 1932, fue nuevamente apresado por organizar una huelga de jornaleros en Camarón, Nuevo León.
Estuvo preso dos años y después mandado al temible penal de Las Islas Marías, en 1934; de esa estancia escribió su primera novela, “Los muros de agua” (1941), donde la cárcel no tiene altísimos muros de piedra, ni cercas con alambre de púas, sino el inmenso océano, un penal del cual no es posible fugarse.
Luego, en 1959, llegó la Revolución Cubana; Fidel Castro derrocaba a un dictador para implantar un nuevo horizonte social, el socialismo latinoamericano, lo cual fue visto como un nuevo modelo de justicia y de igualdad, lo que cautivó a muchos intelectuales mexicanos -incluso a Revueltas-, pero con el paso de los años, a decir de él, se había convertido en una camarilla que se mantenía en el poder, sin tomar en cuenta al proletariado, como había sucedido en la URSS.
En este tenor, se cuenta que José Revueltas fue invitado a visitar la URSS, en un viaje financiado por la embajada del gigante socialista en México. Viajó y vio lo que los soviéticos querían que viera, visitó granjas y fábricas colectivas, universidades y centros médicos, pero luego por su cuenta no regresó a México, sino fue a Checoslovaquia, donde se reunió con movimientos que querían socialismo, pero no el modelo impuesto desde Moscú.
De regreso a México, Revueltas publicó diversos artículos donde criticó al socialismo soviético, y ahí rompió con el Partido Comunista Mexicano, le negaron el acceso a las revistas y al periódico del partido y dejó de publicar.
No obstante, sí publicó “Ensayo sobre un proletariado sin cabeza”, un trabajo donde demuestra que Revueltas sí tenía una idea clara y realista sobre la creación y funcionamiento de un estado socialista.
En México, Revueltas, al igual que muchos intelectuales contrarios y críticos del Partido Revolucionario Institucional (PRI), partido hegemónico y en el poder por décadas, trató de coptarlo, de darle la oportunidad de tener becas y apoyos económicos, de publicar sus novelas, de promover su imagen, de invitarlo a escribir para cine, lo cual hizo por etapas, pero al final su necesidad de ser contestatario y rebelde, lo llevó a ser relegado y mal visto por la élite intelectual de la época.
En esta etapa, resalta el guion de una de las cintas más emblemáticas del cine mexicano, colaboró en la historia de “La ilusión viaja en tranvía” (1952), dirigida por Luis Buñuel. Entre estos lapsos, en 1976, se filmó una cinta basada en uno de sus libros más importantes y representativo, “El apando”, dirigida por Felipe Cazals.
Otra anécdota cuenta que Revueltas sería homenajeado con la publicación de sus obras, por lo cual lo invitaron a una sesión fotográfica para la portada; como es de suponerse, la foto era de vital importancia para cualquier escritor, menos para Pepe, pues mientras otros hubieran posado con saco y corbata, fumando una pipa o caminando en prados verdes, Revueltas apareció con una larga barba canosa al estilo del polémico líder vietmanita Ho Chi Minh y con unas viejas gafas de aumento, rotas, con las micas pegadas con diurex.
¿Por qué?, preguntó la prensa… ¡Porque Revueltas es reaccionario, contestatario y no soporta lo convencional! La vida del escritor estuvo marcada por el encierro, por sus estancias en prisiones como Lecumberri (de donde se inspiró para “El apando”), la Cárcel de Belén y por supuesto, Las islas Marías.
En 1968, nuevamente Revueltas fue encarcelado, y culpado de ser autor intelectual del movimiento estudiantil, y fue encerrado en Lecumberri, pero a diferencia de otros años, su salud era endeble y él sabía que no aguantaría mucho tiempo, por lo que buscó la forma de comunicarse con las autoridades para aceptar los cargos exagerados que le imputaban, pero buscando la forma de no estar en prisión.
Pasó dos años en presidio, sin embargo, su influencia era tal, que los propios investigadores del gobierno, informaban a sus superiores que “era imposible callar a Revueltas”. Si no escribe, con el puro nombre saca a los jóvenes a las calles”.
Finalmente, la vida de Revueltas se resume en tres grandes líneas: el activismo político, sus constantes estancias en prisión y la literatura crítica, irónica, derivada de estas dos pasiones.
Y si Revueltas estuviera vivo, ¿compartiría la opinión de que López Obrador es comunista? (o el extremo de la izquierda) ¡Claro que no, seguramente se reiría! En una de sus últimas entrevistas, antes de morir, se le preguntó cómo veía la democracia mexicana, y como si viera el futuro en una bola de cristal, respondió lo que estamos viviendo… “una farsa de democracia, donde los grupos económicos imponen a los candidatos…”
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(*) Docente e investigador de la UAM
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