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¿Fidelgando? (Entrevista). Por David Ricardo Torres (*)
A Fidel Carlos Flores lo conocí en los años noventa del siglo pasado, era una rara reunión de razonamiento, imaginación y rebeldía, nuestras platicas solían converger, en temas de lo que vivíamos en ese momento (la intensa coyuntura política, social y económica), sus antecedentes históricos, presente y prospectiva, -claro- aderezado de incipientes vuelos literarios.
Sin darnos cuenta, estábamos construyendo nuestras utopías, convicciones y entendiendo aún más el entorno social, o como decía Jacques Derrida, también deconstruyendo la realidad («Hay que olvidar la lógica maniquea de verdad y mentira, y centrarlos en la intencionalidad de quienes mienten». Una de las tantas frases del filósofo).
En tal contexto de tertulias, risas y bohemia, una ocasión surgió el tema de los apodos, después que los presentes nos expresamos, tocó turno a Fidel, y este hizo una pausa, achinó ojos y confió -sonriente- la evolución de sus apodos.
DRT: ¿A ti, ¿Cómo te fue?
FF: Emigré a los 17 años aproximadamente del Gran Chaco, región fronteriza entre Bolivia, Argentina y Paraguay (Sureste del corazón suramericano). Allí, aquellos tiempos, la socialización regional era intensa. Y estaban de moda apodos a la inversa, por ejemplo, si alguien era “gordo” le decían “flaco”, si tenía una prominente nariz le decían “ñato”.
Así las cosas, en la región solían apodar “Choco” a personas de tez blanca y yo soy moreno (por lo tanto, su inversa), pero así quede bautizado por mis contemporáneos, como “Choco», o Choco-Dosi (dosi por una derivación lingüística de taxi). Cuando me trasladé a la capital La Paz (Bolivia), siempre me llamaron por mi segundo nombre (en diminutivo “carlitos”).
DRT: ¿Y luego?
FF: Meses después, en la vorágine de un golpe de Estado y sus secuelas, salí (aunque por motivos circunstanciales) junto a miles de perseguidos y exiliados. Llegué adolescente a la ciudad de México, aquí me llamaban por mi primer nombre Fidel, pero años siguientes fueron surgiendo otros apodos, por ejemplo mis compañeros de periodismo (vespertino) me decían “Ché”/Fidelché, los de economía (matutino) “Bolívar” o “Chingaquedito”, los compañeros de un grupo musical «Piña», otras veces mi nombre real compuesto (Fidel Carlos) supongo lo asociaban (nemotecnia) con Fidel Castro, como anécdota una ocasión, en un documento oficial extendido por Secretaria de Gobernación apareció mi nombre así -y pues- me llevó medio año dicha corrección. ¿Pueden creer?
DRT: Y lo de Fidelgando ¿Cómo se te ocurrió?
FF: Esa palabra la inventé, es un seudónimo literario/artístico y salió de casualidad. Te platico, una ocasión un renombrado poeta a quien tímidamente le mostré textos tempranos, al leerlos -creo- con benevolencia me dijo eres un caminante de silencios y distancias, que va cabalgando por la tierra que ama. Se me quedó la imagen Fidel cabalgando “Fidelgando”.
Por otra parte, recordé que en el Tronco Común de la UAM-Azcapotzalco, en las charlas afuera del salón, mientras socializábamos salía con alguna ocurrencia/travesura o ironía y me decían Fidel no estes chingando (molestando) o Ahí viene el Chingaquedito.
Entonces Fidel chingando/molestando, “Fidelgando”. Con el tiempo consideré que era una palabra original y que a traves de textos, artículos y reflexiones seguía incomodando a formas de pensar ortodoxas y conservadoras. Concluyó.
Así registré, el fragmento de dicha tertulia en la memoria y lo publico.
(*) Periodista y abogado (Estado de México 1965)
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Fidelgando A PULSO FIRME. Por Fidel Carlos Flores C*
En ocasiones observo los prejuicios de mentes conservadoras, con el que se aproximan a textos breves, micro relatos o poemas; suelen ser puristas (in extreme) de lo que consideran “poéticamente correcto” (métrica, rima, etcétera) lo cual deriva en ciertas poses de superioridad. No es lo mío, doy un paso al costado y continúo.
Considero que escribir textos literarios, como todas las formas de creación es uno de los pocos resquicios de libertad que aún nos queda. Sin embargo, al someterlo a convencionalismos rígidos (o normas caducas), dichos prejuicios cobijados en apreciaciones academicistas le quitan brillo al contenido y alas a esa libertad. Y es que lo íntimo: el dolor, el amor, el miedo, la soledad y la muerte -por ejemplo-, son cuestiones de todos y superan cualquier clasificación genérica.
Se debe escribir –y estoy convencido- a pulso firme con profundo amor y respeto por las palabras, con honestidad y autenticidad sin complacencias, aunque no encajemos en galardones, ni antologías de lo formalmente poético o lugares comunes. No importa.
Finalmente, mis tercos y traviesos Fidelgandos, que siempre caminan al borde esquivando vorágines moralinas, me pertenecen en latidos, letra bronca y bramido. De eso se trata al final, de escribir vivencias, alegrías, introspecciones que sangran, o desdichas que aún cicatrizan. De otra manera, no vale la pena.
CDMX (Tenochtitlán/Invierno) 15 de noviembre del 2022
(*) Periodista (EPCSG) y Economista (UAM-Azc)
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ENTRE LA VORÁGINE DEL INSTANTE Y EL TIEMPO CONSUMADO (Fidelgando). Por David Ricardo Torres Lerma (*)
La primera vez que leí los contenidos de Fidelgando (**) artículos, análisis, relatos y poemas, entre otros. Descubrí a un escritor intuitivo -unas veces- acucioso y reflexivo, -otras- visceral y rebelde.
Sus textos (publicados desde hace 25 años en virtual e impreso) atraen y sorprenden al unificar critica, rigor, imaginación y metáfora. Un aleteo literario y social que observa meticuloso, la piel y sal de un camino que hacemos y nos hace.
Observo entre la multitud, calle peatonal Madero del Centro Histórico (CDMX), los pasos de Fidelgando asemejan a las de un extranjero que transita dos países simultáneos. Un doble forastero bien avenido en una “otredad” chilanga y que camina todos los días por senderos de convergencia esencial (pensamiento crítico, inclusión y construcción ciudadana).
Sentimientos y sensaciones expresadas en pinceladas de mensajes breves, algunas veces haciendo guiños a la nostalgia y fugacidad de la vida. Otras, exhibiendo una dialéctica entre la eternidad y el instante.
Al recorrer sus escritos, -a la vez- encuentro versos ciertos, válidos e inevitables de claridad furiosa y provocadores silencios. Así es Fidel Carlos Flores quien, al continuar a ras de tierra, nos va dejando (por encima de su recato y bajo perfil) significativas huellas de congruencia y tiempo consumado. En hora buena.
Ciudad de México, invierno de 2022.
(*) Periodista y abogado (Estado de México)
Chilango (a). Significa capitalino (a). Coloquialmente -así- se nombra al nacido (o residente) en la Ciudad de México.
(**) Fidelgando. Seudónimo literario de Fidel Carlos Flores C. (periodista por la Escuela de Periodismo Carlos Septién y economista por la Universidad Autónoma Metropolitana)
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CAZADOR DE REALIDADES (Fidelgando) Crónica. Por David Ricardo Torres Lerma*
Periodista forjado en aulas de la “Carlos Septién” icónica institución de México, llegó a esta megalópolis en la década de los ochenta del siglo pasado. Al igual que muchos provincianos (o inmigrantes) trabajó desde su adolescencia en el fragor de la cotidianidad chilanga (incluso a medio salario mínimo) haciendo tortas, tacos, licuados, aguas, fue mesero, vendedor de libros y promotor de productos relacionados a la salud, entre otros.
Partió muy joven de su natal frontera con el incondicional apoyo de su madre Enriqueta, su padre Carlos y David su hermano mayor. En la Escuela de Periodismo tuvo que solicitar una beca (fragmento), para seguir, la cual le fue concedida por calificaciones.
Recuerdo a Fidel Carlos Flores, introvertido, de bajo perfil, a la vez observador inquieto y curioso –empezando- a escribir sus tempranos textos de nostalgias, reflexiones y experiencias.
Solíamos llamarle –en tono de broma- “chingaquedito” o “fidelché”. Pasaron cinco años y cuando volvió a su natal Bolivia entusiasmado por conocer requisitos oficiales y finales, para convalidar sus estudios y terminar tesis.
¡Oh! sorpresa, no lo pudo hacer, porque un caduco sistema universitario no reconocía la licenciatura en periodismo y como él, cientos de casos similares. Al cabo de un tiempo, dichos recursos humanos decepcionados terminaron expatriados y trabajando en otros confines.
Más años, y viajó al Norte, Centro y Suramérica a conocer otras realidades “In situ” luego se incorporó a terminar Economía en la UAM-Azcapotzalco, creó revistas impresas, luego Punto y Aparte, que posteriormente se publicó en Santa Cruz (Bolivia) donde también dio clases de comunicación y economía.
Rememoro a Fidel Carlos en plenitud, solidario, crítico e idealista con ciclos extremos pero la última década del milenio, nos persiguió crisis económicas severas, conflictos políticos y pésimos gobernantes.
En tertulias, solían decirle (festivamente) “Ese..Fidel, siempre cabalgando y cabalgando siempre chingando (molestando)”. De ahí obtuvo su seudónimo Fidelgando que actualmente persiste en sus crónicas poetizadas.
Continúa escribiendo artículos y otros géneros del oficio donde caza realidades y disecciona circunstancias. En sus contenidos, se puede apreciar destreza descriptiva, congruencia y solvencia en argumentos.
Celebro sus textos, aunque –y me consta- que contenidos de corresponsalía y otros encargos periodísticos no le son reconocidos -lamentablemente- porque en varios países del continente, los dueños de medios conservan la funesta costumbre de no retribuir, ni compensar gastos mínimos de logística reporteril.
Al final, destacó la estrofa de una canción (de su autoría) que alguna vez en su faceta de trovador nos compartió:
“Vine subiendo del Sur / al norte del continente. / Traje en mis alas al sol, / y del Gran Chaco el simiente.
Sentimiento con piel selva, / coplas brotan del alma, / las tristezas quedan dormidas / cuando se regresa al alba…“
(*) Periodista y abogado
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