FUENTE: https://ganz-1912.blogspot.com/2022/12/etnografia-metodologia-cualitativa-en.html
DESCARGA DIRECTA (Libro PDF): https://drive.google.com/file/d/1oYSCJIT9Wa1wUW8QoJa-qcp9kKac16AA/view
———- O ———-
PROLOGO
Cuando leo y escribo es habitual en mí oír música, generalmente clásica. Tengo especial predilección por el piano y el violín, especialmente cuando actúan de solistas en una orquesta. He oído incontables veces los veintisiete conciertos de piano y los cinco conciertos de violín de Mozart, así como los cinco conciertos de piano y el único protagonizado por un violín de Beethoven.
Su audición incansable me ha hecho comprender, sentimientos aparte, las propiedades fractales de la música, así como la naturaleza opuesta de uno y otro instrumento. Por esto, no tiene sentido preguntarse qué es más música, si la que se interpreta con un piano o lainterpretada con un violín. Y es que las notas producidas por el teclado producen un sonido discontinuo, como las imágenes sueltas de los fotogramas de una película, mientras que las cuerdas van deshilvanando un sonido totalmente continuo, como la acción que transcurre en el escenario de un teatro. De ahí que uno y otro instrumento despierten emociones diferentes.
Esto puede comprobarse, por ejemplo, con la audición de dos conciertos de Bach: el concierto para violín y orquesta (BWV.1042) y el tercer concierto para clave y orquesta de cuerda (BWV.1054) el cual es una transposición del primero hecha por el propio compositor.
Justamente, por sus características opuestas, obras que se basan en el «enfrentamiento» entre ambos tipos de sonido alcanzan momentos sublimes. Desde los austeros conciertos de Bach para clave y orquesta de cuerda (BWV.1052 a 1058) hasta el brevísimo pero intenso y expresivo, por sus contrastes rítmicos, Concierto para piano y orquesta (op.42) de Schonberg, para ir desde el contrapunto polifónico al dodecafonismo. El efecto es más visible, si cabe, en una obra como el popular Quinteto para piano y cuerdas (D.667) que Schubert escribió inspirándose en la primera estrofa de su lied titulado Die Forelle (la trucha), pieza en la que desde el allegro vivace inicial las teclas y los arcos desarrollan un diálogo homofónico, considerado una de las expresiones más depuradas del romanticismo musical. A mi modo de ver, esta dialéctica entre la continuidad y la discontinuidad no es sino un reflejo del dualismo paradójico con que accedemos a la realidad, dualismo que se manifiesta también en otros pares fundamentales de la misma, como la materia y la energía, o, en términos de la mecánica cuántica, los corpúsculos y las ondas. La propia constante k de Planck es, a la vez, un signo de lo discontinuo dado por los saltos cuánticos y de lo continuo como constante que es. Nuestro conocimiento necesita de ambos aspectos para aprehender el significado global, que no total, de la realidad.
Ruego al lector que no se sorprenda ante las anteriores disquisiciones musicales y físicas para prologar un libro sobre metodología etnográfica. Porque, un reflejo de las citadas dualidades epistemológicas es el par cuantitativo y cualitativo. Lo cuantitativo (el número, las unidades, el cálculo) es discreto, discontinuo como las notas duras dadas por las teclas de un piano (pianoforte le llamaron los italianos). Permítaseme advertir, de paso, que esto implica que por muchas teclas que hubiera siempre faltarían notas intermedias, en las que subyacen las nociones de lo posible hasta lo infinito. Sólo en el límite, dado por el salto a ese infinito, aparece la continuidad (el violín) y emerge lo cualitativo. Es lo que sucede con las curvas monstruosas, precedente de la geometría fractal, estudiadas ya como curiosidad por algunos matemáticos del traspaso de siglo como Peano.
Ahora bien, al menos hay dos posturas que explícita o implícitamente tratan en la actualidad de dirimir este dualismo metaparadigmático de un modo radical: la positivista, que adora el cuantitativismo, y la postmodernista, que confía en el cualitativismo. Para la primera, el conocimiento científico debe venir avalado por la dureza metodológica, dada por un rigor y un control traducibles en lo cuantificable y cuantificado. Es obvio que, desde tal perspectiva, referirse a la metodología cualitativa, sea en etnografía sea en la ciencia social en general, resulta siempre desafiante.
Por su parte, el pensamiento postmoderno, con una actitud ingenua, altisonante y decadente, va contra la uniformidad tecnocrática (Lyotard) y para solucionar las separaciones conceptuales tradicionales elimina el sujeto, el objeto, la realidad y la historia (Baudrillard), considerando que ésta ha llegado a su fin como unidad (Vattimo), punto este último en el que paradójicamente viene a coincidir con el liberalismo capitalista de Fukuyama. Pese a este «borrón y cuenta nueva», en el fondo, el rechazo postmodernista de cualquier cuantificación, así como su visión fragmentada y nihilista sigue moviéndose en las mismas coordenadas epistemológicas frente a las que reacciona, pues sus ataques a la totalidad le continúan situando epigónicamente, aunque por vía negativa, en un paradigma de las partes y el todo. Por otra parte, y sin perjuicio de la gratuidad de su apología de la incertidumbre y lo imprevisible así como de una aprehensión discontinua del mundo, estas características le aproximan al nuevo paradigma emergente de la complejidad.
Antes de referirme a dicho paradigma, debo señalar que de lo expuesto hasta aquí creo que pueden deducirse dos cosas. La primera, que, irremediablemente, la metodología cualitativa conlleva la metodología cuantitativa. La segunda, que la discusión de fondo entre métodos cuantitativos y cualitativos no es metodológica. Sólo tiene sentido planteada epistemológicamente y sólo desde la epistemología puede ser resuelta. Y, desde ésta, se advierte que la cuestión no está ni en lo cualitativo ni en lo cuantitativo sino en cómo se relacionan ambas vertientes de lo real. Justamente esta relación se encuentra hoy en un proceso de cambio.
Desde mitades de los años sesenta estamos asistiendo a un interés creciente por la matemática cualitativa, cuyo origen moderno puede situarse representativamente en Poincaré. Esto es importante porque con ello el fundamento del pensamiento matemático se desplaza del cálculo y la cantidad hacia el análisis de las propiedades. Una buena ilustración de ello la proporcionan las geometrías topológica y simpléctica. Pues bien, recientísimamente están desarrollándose un número ya considerable de teorías, con apoyo más o menos empírico, que en esta misma línea se aproximan cualitativamente a la realidad, descubriendo sendos aspectos inéditos de la misma. Su común denominador está en la complejidad. Con ello emerge un lenguaje conceptual nuevo, cuyos términos (conjuntos borrosos, catástrofes, fractales, caos, percolaciones, etc.) responden a un conocimiento cualitativamente fundamentado.
Lo sugestivo de esto es que en tal contexto, lo cualitativo y lo cuantitativo dejan de tener un sentido alternativo. Porque la complejidad, si bien entroniza decididamente lo cualitativo, confiere a lo cuantitativo un ineludible carácter instrumental. Un reflejo de ello lo tenemos en la evolución de la informática. Si ésta, en principio, parecía ser un paso más hacia la matematización del conocimiento y a la postre de la realidad, su evolución está dejando claro que la clave del proceso reside en la base lógica en que se sustenta, ya que el significado emerge de lo relacional y estructural sirviéndose del número como la cantidad de bits suministrada por el hardware. Es lo mismo que la conversación entre un piano y un violín, y que lo postulado por el principio microfísico de complementariedad, formulado por Planck.
El nuevo paradigma emergente prioriza lo cualitativo sobre lo cuantitativo, lo cual invierte la relevancia que a este último le ha otorgado la ciencia tradicional. Esta inversión conlleva un cambio de énfasis en los campos más duros como son la matemática y la física, hasta el punto de que puede afirmarse que nos encontramos en una etapa de lo que he llamado «reblandecimiento metodológico» de las ciencias naturales, expresión que no debe ser tomada en sentido peyorativo sino todo lo contrario. Y lo más interesante es que ese proceso acerca dichas ciencias a las ciencias humanas, heterocalificadas de blandas.
En modo alguno, esto significa que las ciencias humanas puedan prescindir olímpicamente de los enfoques cuantitativos de la realidad que estudian. Es de esperar que la nueva situación lleve a las ciencias humanas a repensar la relación entre los métodos cualitativos y cuantitativos, pues unos y otros quedan por «inducción» modificados tanto en sus limitaciones como en sus posibilidades. Lo polémico y trascendente de la nueva situación se advierte a través de las palabras de uno de los comentaristas críticos de la teoría de las catástrofes de Thom: adoptar los métodos cualitativos es renunciar a predecir a cambio de comprender.
En el presente libro, el profesor Ángel Aguirre, sensible a las cuestiones disputadas, ha reunido y encabezado un vasto equipo de autores para tratar una selección de temas sobre la investigación cualitativa de carácter etnográfico. Ahora bien, como él mismo nos recuerda, tanto etimológicamente como por el objetivo que en principio se propone, la etnografía es una ciencia descriptiva. Claro está que, como la sociografía, la paleografía o la geografía, la pura descripción se queda en lo intencional, y esto sin traspasar las presuntas fronteras que la separan definicionalmente de la etnología y de la antropología. Si la etnografía fuera meramente descriptiva, los métodos cuantitativos, taxonomías aparte, tendrían mayor relevancia en sus estudios. Pero por ser ante todo una ciencia descriptiva, los métodos y las técnicas con que se trabaja en la investigación etnográfica quedan afectados por lo comprensivo y lo hermenéutico, y, en consecuencia, la metodología cualitativa les es inherente.
Por todo ello y aparte de sus utilidades, este libro es un excelente estímulo y, por consiguiente, una constante invitación a reflexionar sobre las cuestiones comentadas, cuya problemática subyace en cada una de las páginas que siguen. En este sentido, el interés de su lectura sobrepasa a las preocupaciones del etnógrafo y llega hasta el de quienes están interesados en los problemas epistemológicos de la ciencia social y del conocimiento científico en general. E incluso de quienes nos deleita la música.
Frederic MUNNÉ
———- O ———-
Categorías
- Artículos de Opinión (673)
- Artículos Literarios (123)
- Canal Interés Público (Videos) (62)
- CDMX (México) (375)
- ESTADOS (México) (73)
- Internacional (91)
- Latinoamérica (70)
- Libros (PDF), Reseñas y Documentales. (98)
- Prensa en General (1,430)
- Uncategorized (1)