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La tortura es una práctica violatoria de derechos humanos que consiste en infligir dolores y/o sufrimientos a un individuo como medio intimidatorio, como castigo personal, por discriminación o con cualquier otro propósito. Esto también con la finalidad de disminuir o anular la personalidad o capacidad física y/o psicológica de la víctima.
La violencia sexual se define como: todo acto sexual no deseado, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o insinuaciones sexuales no deseados, o las acciones para comercializar o utilizar de cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante coacción por otra persona, independientemente de la relación de esta con la víctima, en cualquier ámbito, incluidos el hogar y el lugar de trabajo.
Distintos organismos y cortes internacionales definen la violencia sexual como una forma de tortura, debido a las graves consecuencias que esta conducta tiene en las víctimas; tratándose de niños las consecuencias nefastas, son mucho más atroces.
Pues, los infantes, sometidos a la violencia sexual sienten miedo intenso y, normalmente, para el resto de sus días, son perseguidos por aquella imagen monstruosa y grotesca que produjo terror a su mente y dolor a su cuerpo.
Las personas del sexo masculino (los hombres) cuando tienen una mente degenerada, abusan sexualmente de los niños y especialmente de las niñas, destruyendo sus mentes y vidas, infundiéndoles miedo intenso. O sea, los varones tarados, que abusan sexualmente de un infante, lo someten a una tortura. ¿Con que derecho?
En Latinoamérica y en el mundo, son innúmeros los casos de violación sexual en que las víctimas son niñas. En ese momento, somos obligados a pensar en la cantidad de hombres pervertidos, que andan sueltos, porque el sistema, machista, en que estamos inmersos, de muchas maneras, los respalda. Entonces, hombres adultos, depravados, siguen destruyendo vidas de niñas indefensas.
Muchas de las niñas violadas sexualmente se quedan embarazadas como consecuencia de la violación. El embarazo de una niña pone en riesgo su vida, su salud física y mental, es un atentado a su salud emocional, a su autonomía corporal; refuerza las desigualdades sociales, aumentando el ciclo de la pobreza y de la discriminación. Por tales motivos, la interrupción del embarazo es un derecho que le asiste y debe ser garantizado por el Estado, sin tornarse tema de discusión, sencillamente, porque las leyes no se discuten, las leyes se cumplen.
Es totalmente, perverso que obliguen a una infanta a someterse a una relación sexual con un adulto, pues es lo mismo que una tortura. A sabiendas de eso algunos hombres someten y violan a niñas, porque son machos psicópatas que disfrutan de torturar a niñas.
Las consecuencias se hacen visibles en la región con el incremento del embarazo y maternidad infantil. Es menester, comprender que siempre que exista, embarazo y maternidad infantil se trata de violencia sexual, porque todo embarazo y maternidad infantil, son embarazos y maternidad forzados.
¿Hasta cuándo la sociedad “sana” va a permitir la violencia sexual hacia las niñas?
Es urgente, reeducar la sociedad en su conjunto para que los niños y niñas tengan sus derechos humanos plenamente garantizados y dejen de ser tratados como objetos en manos de machos psicópatas que lo único que hacen es robarles la niñez y destruirles la vida.
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(*) La autora es licenciada en Filosofía, gestora cultural, escritora, poeta y crítica literaria. Columnista en la Revista Inmediaciones (La Paz, Bolivia) y en periodismo binacional Exilio, México.
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