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CDMX (2 de noviembre 2021). Hago un alto, e introspectivo pienso sobre lo que pienso. Y si, escribir es un acto de comunicación contra uno mismo. Soy espécimen de periodista viejo que necesita estar -solo en medio de la noche- para concentrarse y que se proyecta en contenidos consecuentes y textos sin poses, sin piel, a latido vivo.
Me describo en textos frente a espejos imaginarios que reflejan tiempo, silencio y soledad. Sigo reflexionando frente a la antigua computadora azul, encima de una mesa/comedor –de donde por cierto, siempre me corren-. Supongo, gajes de la limitación y escasez.
Me identifico con Juan Carlos Onetti –salvando las distancias, claro- en mi ordenado desorden, entre libros, cuadernos papeles y notas improvisadas donde antes tracé bosquejos e ideas, que luego me ayudan a sumergirme en lapsus de imaginación, nostalgias, alegrías, y también disecciones de circunstancia.
Creo que la escritura requiere momentos precisos y un proceso de calentamiento, después fluye. Todo fluye porque no me doy cuenta que estoy escribiendo.
A veces refunfuño y sonrió al mismo tiempo mientras clavo el índice izquierdo en el entrecejo de mis anteojos, justo hoy un Día de Muertos, acicalo este tramo de viaje mientras, varias incisiones de humedad me cruzan la cara.
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(*) Periodista (Escuela Carlos Septién García) y Economista (Universidad Autónoma Metropolitana, Azcapotzalco).