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Es urgente repensar lo que pasa en nuestra sociedad que hace tan tristes y trágicas las noticias. Es urgente buscar rumbos nuevos a los relacionamientos, pues, ni el peor maltratador quiere que su hija sea maltratada por su pareja, aún que a menudo, los hijos de los maltratadores son maltratados por el padre, mismo que sea de forma indirecta. Tampoco ninguna mujer quiere que su hija repita su mala experiencia.
Tampoco los padres o las madres esperan que el hijo sea un golpeador o torturador de mujeres, de tal forma que, se torna más ilógico el entender el motivo para que una mujer aguante tanto sufrimiento de manos del marido o compañero, los argumentos se quedan más debilitados e inaceptables cuando las víctimas de violencia no quieren que sus hijos sean maltratados o maltratadores.
En realidad, lo que una mujer víctima de violencia soporta, es porque ella no tiene el valor de buscar una salida que torne su existencia más digna. Motivo por el cual, muchas mujeres justifican la falta de valor para enfrentarse a la cultura de aceptación del maltrato hacia ellas mismas.
Pues, si la pareja tiene hijos es mejor alejarse cuanto antes del maltratador, antes que él acabe abusando de los hijos también; además, una educación en un ambiente violento conduce a interiorizar la violencia como un elemento de relacionamiento.
Por donde se mire, siempre se llega a lo mismo: A la urgencia de cambiar ciertos padrones de comportamiento en los relacionamientos maritales para evitar más tragedias; y también a la urgencia de cambiar ciertos esquemas mentales preconcebidos, para poder mejorar la sociedad.
Es un paso muy difícil y que requiere mucho valor y amor propio, traducidos en auto estima suficiente para dejar de sufrir malos tratos, y dejar de someter a los hijos a una situación de padecimiento y violencia psicológica, totalmente inmerecida.
Se trata de mirar a la sociedad desde adentro, hacer un balance de las actitudes y buscar nuevos caminos de relacionamientos más sanos. Está establecido que todo acto de violencia constituye de hecho una forma coercitiva de ejercer el poder, se utiliza para obligar a la persona a hacer algo que ésta no desea hacer, pero es inconcebible que la coerción pueda formar parte de un relacionamiento que debería ser amoroso.
La violencia contra la mujer es, sin lugar a duda, una forma de asegurar su subordinación al hombre.
Los hombres y mujeres están obligados a aprender a relacionarse sobre la base del respecto, del entendimiento, del amor, del dialogo y no de la subordinación y de la demostración de poder; eso para poder disfrutar de sus propias existencias.
En ninguna circunstancia se puede considerar que sea legítimo el uso de poder con fines coercitivos, así mismo, la utilización de la fuerza bruta en un relacionamiento, por eso, cada sociedad tiene que mirarse a sí misma y desechar los valores y creencias que refuerzan la violencia del hombre hacia la mujer.
Un elemento fundamental y de vital importancia para combatir la violencia contra la mujer es: Eliminar toda excusa.
Sí las víctimas de violencia, en la primera agresión asumiesen que no merecen sufrir violencia y denunciasen y se alejasen del agresor, no se repetiría la tragedia.
Toda vez que un hombre se muestre violento lo mejor es alejarse de él para siempre, y así, evitar la segunda agresión; porque mismo que se disculpe y prometa que no repetirá la violencia, no existen garantías; ninguna palabra garantiza que no perderá el control otra vez y que será más cruel y violento que de la última vez.
Como nadie puede saber cuándo un acceso de furia va a transformarse en una agresión fatal, lo mejor es no perdonar al agresor y alejarse a la primera agresión. Nadie sabe, después de perdonar, cuándo el hombre maltratador va a portarse agresivo otra vez, ni cuán violento se va a portar. Por eso, hay que alejarse de los maltratadores, no hay que creerles y perdonarlos para no ser otra víctima del perdón.
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(*) La autora es licenciada en Filosofía, gestora cultural, escritora, poeta y crítica literaria. Columnista en la Revista Inmediaciones (La Paz, Bolivia) y en periodismo binacional Exilio, México.
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