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NIP 17/10/21 (CDMX). Conocí las dinámicas políticas desde el presidente José López Portillo (1976-1982), el cual solía hacer discursos consumados y emotivos, sin embargo, lo de buen orador no le alcanzó para proyectar una conducta de acciones congruentes. En su caso, la praxis se divorció de la teoría, y los contextos de corrupción y políticas públicas fallidas pudieron más.
Luego de varios sexenios arribó el panista Vicente Fox (2000-2006), quizás el menos ilustrado, y con la penosa distinción de ser considerado –posteriormente- el peor mandatario de la época moderna.
En general es frecuente que los ex mandatarios, al término de su gobierno escriban sus memorias sobre el ejercicio en el poder y justificación de actos.
Al respecto, el presidente actual Andrés Manuel López Obrador (2018-2024) ya lleva dos libros (de los 19 de su autoría), lo cual es extraño por escribirlos durante el transcurso de su sexenio. El último “A la mitad del camino” (edit. Planeta) de reciente circulación es una especie de balance de los tres años de su gobierno. Es decir, un informe de acciones y programas, reporte administrativo y político, valoración histórica de lo realizado, además de memorias personales.
Y nos encontramos en la recta final del 2021, intentado recobrar -en semáforo verde- actividades económicas antepandémicas, lo cual trastocó circunstancias, direcciones y estrategias en todo el mundo.
Vivimos –pues- tiempos extremos, mientras se denuncian “errores y males” de la 4T, la polarización en la opinión pública aumenta, sin embargo, ello no significa que disminuyan simpatizantes. Es decir, mientras se incrementan rencores y odios en inconformes, en sentido contrario, también crece el respaldo popular (basta revisar porcentajes de las diferentes casas encuestadoras).
Tiempos de definiciones respetando la democracia, insiste el presidente en conferencias mañaneras, recordando pasajes históricos de una prensa carroñera (pro-invasión y antipatriota) en la época de Benito Juárez y (antidemocrática y traidora) en la gestión de Francisco I. Madero, para entender su dimensión sólo hay que revisar documentos y periódicos en el Archivo General de la Nación.
Por otro lado, a pesar que, el Artículo 19 de la declaración Universal de los Derechos Humanos, garantiza el “derecho a la libertad de opinión y expresión” y en la Constitución (Artículo 6º), se establece que: “La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa”, asegurándose el derecho “a buscar, recibir y difundir información de toda índole por cualquier medio de expresión”. También es cierto, que el sesgo, la manipulación, el silencio y las dadivas (chayoteriles) se introdujeron en medios y periodistas, generando grotescas y descaradas anomias.
Y como solía afirmar Miguel Ángel Granados Chapa, en un fragmento de su decálogo para periodistas “Construya su propia opinión, aunque no coincida con los demás, y sobre todo, si coincide con los demás”. Creo que, los que vivimos crisis, desaciertos, abuso de poder y profundización de la desigualdad social, los anteriores sexenios. Podemos hacer comparaciones de resultados, liderazgos y contrarrestar escenarios e intentos de transformación.
Finalmente, estos tiempos atravesamos escenarios atípicos, donde el gobierno de López Obrador intenta recuperar “la movilidad social”, contrarrestar graves “desigualdades sociales”, empoderando a clases populares, en todos los sentidos. Por lo tanto, como periodista –creo- se debe estar del lado de sectores desprotegidos y olvidados, apoyando el bien común, el interés nacional y la inclusión social. No hay donde perderse.
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(*) Periodista (Escuela de Periodismo Carlos Septién García) y Economista (Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco)
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