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Desde que los Talibanes ganaron la guerra en Afganistán, se habla del terrorismo de género a que las mujeres afganas serán sometidas por los extremistas religiosos que llegaron al poder. Ya que la actitud, comprobada, de los Talibanes es de un continuum de terror antifemenino.
Dice la Real Academia Española que terrorismo es “dominación por el terror” y, en una segunda acepción, es una “sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror”. Según Julia Monárrez, “el feminicidio toma en consideración: la relación inequitativa entre los géneros, la estructura de poder y el control que tienen los hombres sobre las niñas y mujeres para que ellos dispongan el momento de su muerte; los motivos a los que se recurre para justificar el asesinato; los actos violentos que se ejercen en el cuerpo de la víctima; la relación de parentesco entre la víctima y el victimario; los cambios estructurales que se dan en la sociedad; la falta de investigación y procuración de justicia por parte de los aparatos de impartición de justicia, y la responsabilidad y/o complicidad del Estado”.
Esta actitud de exacerbado machismo, raya en la barbarie y pone en vilo el bienestar y la vida de las mujeres y niños afganos, al tiempo que deja al planeta entero, preocupado con el retroceso que representa, en términos de los derechos humanos de las mujeres y de los niños.
Entonces, pregunto: ¿Por qué mirar la paja en el ojo del vecino, teniendo un tronco en el propio ojo?
En un cálculo mínimo aproximado, se estima que cada año se perpetran alrededor de 66 mil feminicidios en el mundo, por la manifestación más extrema del abuso y de la violencia de los hombres hacia las mujeres. Siendo que la mayor parte de los casos, se da en el entorno familiar. Y lo interesante es que no despierta tanta atención de los medios y de los gobiernos occidentales, como lo que ocurre allá en Afganistán. Como si fuera normal que las mujeres occidentales, vivan bajo el estigma de la violencia, con la muerte bajo el mismo techo, el asesino compartiendo el mismo lecho y su vida siempre en vilo.
Igual que en otras latitudes, aquí, se trafica con el cuerpo de las mujeres, se las somete a la trata y prostitución forzadas, ante la vista y paciencia de una sociedad hipócrita que se horroriza ante los mismos hechos, cuando ocurren a kilómetros del territorio nacional.
Es importante que el Estado, pare de reforzar el dominio patriarcal al no aplicar la justicia prontamente y de manera proba. Manteniendo a los familiares de las víctimas y a todas las mujeres sometidos a una inseguridad permanente e intensa. Por el período continuo e ilimitado de impunidad y por la complicidad al no sancionar a los culpables y otorgar justicia a las víctimas.
No podemos olvidar, que tanto allá en Afganistán como aquí, todas las mujeres tienen derecho a una vida sana y segura alejada del terrorismo machista y el pleno ejercicio de todos sus derechos humanos.
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(*) Licenciada en Filosofía, gestora cultural, escritora, poeta y crítica literaria. Columnista en la Revista Inmediaciones (La Paz, Bolivia) y en periodismo binacional Exilio, México.
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