-La objetividad es cosa del pasado
-Las emociones venden y las redes también
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Maricarmen Cortés, analista financiera de gran renombre en el periodismo de finanzas mexicano, por mucho tiempo criticó ácidamente la decisión de la jefa de gobierno de la CDMX, al no permitir que los restaurantes ampliaran su horario de servicio. En los distintos medios de comunicación en los que participa, no sólo criticó esta medida, sino que exigió a Claudia Sheimbaum, que ampliara el horario de funcionamiento, pues la industria restaurantera estaba siendo seriamente afectada.
Finalmente, lo que la analista pedía a gritos, sucedió. La jefa de gobierno, anunció un relajamiento en las restricciones de horario, y señaló que los restaurantes de la capital mexicana volverían a la normalidad prepandemia. Sin embargo, Cortés, la analista que exigía terminar con las restricciones, casi de inmediato cambió su discurso, y ahora alegaba y gritaba a los cuatro vientos que la medida era errónea, decía que tenía miedo y aseguraba que los contagios de Covid-19, aumentarían por este error del Gobierno de la CDMX.
Por su lado, Enrique de la Madrid, ex secretario de Turismo en el sexenio de Enrique Peña Nieto, en una entrevista de radio, asegura que ser de clase media… ¡es un estado mental! Es decir, pertenecer a la clase media, no es una clasificación que se da por los ingresos económicos que percibe un individuo, ¡es un estado de ánimo! Igual que sentirse hippie o rockero, vestirse de norteño o como vampiro, es sentirse clase mediero.
El columnista de un diario nacional, asegura que las lluvias contribuyen a la nostalgia y a la depresión, y como Andrés Manuel López Obrador ha manejado de forma pésima la vacunación contra la Covid-19, cuando llueve, la gente se deprime, y todo es por culpa del Presidente.
En los deportes, David Faitelson ataca con rabia a Saúl Canelo Álvarez; André Marín hace comparaciones absurdas; en los espectáculos, en la economía, en prácticamente todas las secciones de la prensa se sigue una misma línea, que no busca informar, sino encrespar, levantar ámpula, para que las redes sociales estallen en insultos, que los internautas se desahoguen con groserías, burlas y amenazas.
Las preguntas que nos saltan son… ¿Por qué? Por qué líderes de opinión, que llevan décadas en los medios han perdido objetividad. Por qué todo es malo, nada funciona, por qué se crean imágenes de los funcionarios públicos de una forma detestable, absurda e irracional.
Así, López Obrador ha trasformado a México en una nueva Cuba, ha “venezuelizado” al país; Delfina Gómez, secretaria de Educación Pública, ha hecho que la educación nacional esté al nivel de Haití o Uganda. Hugo López Gatell es “El Doctor Muerte”, es un genocida.
Quienes estudiamos periodismo en el siglo pasado, dentro de lo que se llamaba “modernidad”, las ideas y los argumentos era lo que predominaba. El discurso político se basaba en datos dentro de una realidad que se veía, que se palpaba, pero que se estuviera de acuerdo o no, dependía de cada individuo
En cambio, hoy, dentro de lo que se denomina “la posmodernidad”, o “POSVERDAD”, lo que reina son las emociones; las nuevas generaciones han perdido gran parte del pensamiento crítico y lo primero que reacciona son las emociones. Esto explica, en parte, por qué los líderes de opinión ya no tienen críticos ni seguidores, sino “heaters” y “lovers”.
Es decir, gente que los odia, los aborrece, y otros que los aman y los siguen. Para criticar se necesita razonar, se necesita analizar y pensar, cosas que hoy día están en un segundo y hasta tercer plano. Para odiar sólo se necesitan explotar las emociones, no se piensa, sólo se sigue el instinto, aunque después -al pensar-, se cambie de opinión.
Entonces, el modelo de negocios también ha cambiado; lo importante es que la gente siga al medio, lo escuche, lo comparta, le dé like, esto explica que el periodismo actual ya no informe porque no vende tanto, es mejor atacar, decir verdades a medias, mentiras tendenciosas, explotar el morbo, el odio, la burla.
Así se logra que el objetivo de mantener a la sociedad dividida, permanentemente enojada, confrontada y como le llaman ahora, “con un mal humor social”, sea la constante. La sociedad post pandemia, condenada a estar dividida, a vivir encerrada, con todo lo que necesita encerrado en un móvil con cientos de aplicaciones que todo lo resuelve con un click, ajena a la política, se encierra en sí misma, convencida de ser lo mejor pues todo lo que me gusta lo tiene a la mano, y esto ya no depende de que nosotros seamos los que cambiemos, sino el propios Nuevo Orden Mundial (NOM).
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(*) Académico y periodista
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