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Sobreviviente
Todos murieron
antes que yo naciera:
La abuela Antonieta
La abuelita Negrita
El abuelo Cesáreo
La abuela Leontina
El abuelo Ignacio
…
Las tías
Los primos
…
Hoy estoy viva
¡Llena de muertos!
Amor legendario
En el fajo de hojas donde escribiste, en entrelineas, tus miedos
Se anidó nuestro amor…
Ahogado en lágrimas.
Sin besos.
En un cofre yo ocultaba mis historias, sin secretos…
Mientras el faro iluminaba mis pasos hacia ti.
Tu mano jamás encajó en la mía.
En un tiempo tirano, cruel…
En mi cielo una nube herida.
En tus noches otros susurros y la luna callada.
(No hay sonido en la luna)
¿No hay palabra sincera?
¡Esa distancia infinita!
Angustias profundas…
Amor como el nuestro
Que sabe a mucho
y sabe a nada.
¿De dónde heredamos alguna ternura?
Escondo mi pena:
G o t e a d a.
Espero que acunes mi alma.
¡Me desespero!
Miro una especie de espejo…
Sin querer,
yo en ti me convierto en poema,
más nada.
Mis muertos y la Cenicienta
Cuando moriste te enterré en el fondo de mis ojos. Pero tantos otros habían muerto antes. En vida… Después de volcar todo su escarnio sobre la Cenicienta vestida de gris.
No los enterré. Los dejé uno tras otro al borde del camino. Se quedaron buscando a la Cenicienta vestida de gris para seguir con su mofa… La locura ya corría por sus venas.
Nunca pude hacerme entender. Si les decía verde, afirmaban que les dije naranja…
¡Por favor entiérrenme! ¡me ahogo en pétalos ambarinos!
Los abandoné con pena. Ellos nunca pudieron saber cuan abandonada me sentía.
Todo siempre pudo ser distinto. De una u otra manera, todo o casi todo, pudo ser distinto. Pudieron decir que verde era azul. Pude decir que eran daltónicos. Pude haber enviado flores para su funeral. La Cenicienta vestida de gris, pudo haberse vestido de rosado.
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(*) Licenciada en Filosofía, gestora cultural, escritora, poeta y crítica literaria. Columnista en la Revista Inmediaciones (La Paz, Bolivia) y en periodismo binacional Exilio, México.