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Afuera llovía y estaba mucho más frío que dentro de la casa. Me sentía un poco lenta y endurecida por el frío, medio congelada… Hice un intento de protegerme para sentirme más abrigada, me tumbé a mi antojo en mi cama y dejé que los pensamientos llegasen solos a mí, y también dejé que me abandonasen sin ningún esfuerzo.
Llegaron pensamientos fríos como estos vientos de agosto, que doblegan a las personas que por alguna necesidad salen a la calle así, dobladas, abatidas, obligadas a sentir el viento que corta el rostro como navaja. Son personas que salen con una preocupación en el entrecejo. Su salida tiene que ver con dinero, que, eventualmente pueden ganar; o dinero que, necesariamente tienen que gastar; o dinero que normalmente les hace falta…
Entonces, en la calle con lluvia, frío y viento las personas caminan más lentas y más dobladas, mirando hacia abajo, como buscando algo en el suelo o como si alguna culpa les pesara en la espalda. A veces, pesa alguna culpa por no haber llamado a alguien que está muriendo (aunque lentamente, en su vida triste). Entonces, en la calle con viento, lluvia y frío, caminando dobladas y lentas, con una preocupación en el entrecejo y mirando hacia abajo, las personas se quedan más sinceras consigo mismas; eso es bueno en algunos casos, especialmente, cuando las personas vislumbran salidas para sus preocupaciones enfriadas por la temperatura ambiente.
Yo sé que el frio, después de todo, congela la punta de mi nariz y es algo aparentemente, pequeño, pero, que me desespera… No logro pensar, ni soñar, cuando la punta de mi nariz está fría por la temperatura ambiente. Tal vez, por eso y solo por eso, es que evito con todas mis fuerzas salir de mi casa cuando llueve y hace frío.
Tumbada en mi cama, envuelta en mi edredón rosado, pensé en el Sol que calienta la Tierra desde lejos, sin nunca tocarla y se hace tan imprescindible… Alguien dijo que las estrellas ya murieron, por eso, a veces, vemos como se apagan ante nuestra vista, cuando miramos el cielo tan alto. La luz de la estrella muerta se aniquila sola y la noche sigue rebosante, iluminada… Era apenas una estrella, porque nadie es imprescindible.
También llegaron pensamientos sobre los millones de soles que existen más allá y las estrellas que están vivas y aun no podemos ver su luz; hay muchas cosas que no podemos ver y están ahí, tan cerca y ni siquiera es necesario abrir un libro para verlas, ni siquiera es necesario mirar por los ojos de los muertos para verlas, pero, no las vemos. Es espantoso percartarse como no nos zambullimos en aquello que está sucediendo, y peor, sin el menor intento de resistencia.
Muchos pensamientos se aproximaron y se fueron con la misma rapidez con que llegaron, en la tarde fría y lluviosa.
Hasta que a gritos se acercó otro pensamiento y de alguna manera, totalmente inesperada empecé a escuchar en todas las direcciones… Tuve la seguridad de que el tempo existe y nos devora bocado a bocado: carne que envejece, cabello que cae, ojo que no ve, corazón putrefacto, cicatrices que se superponen en una competencia desleal.
Afuera llovía y estaba mucho más frío, entonces, tratando de protegerme, me acurruqué para sentirme más abrigada, me acurruqué tanto que entré para dentro de mí misma.
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(*) Licenciada en Filosofía, gestora cultural, escritora, poeta y crítica literaria. Columnista en la Revista Inmediaciones (La Paz, Bolivia) y en periodismo binacional Exilio, México.
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