Foto: María Sabina
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Año del Señor de 1980. Me encontraba exiliado en México, vivía en esa inmensidad urbana llamada ciudad y a las pocas semanas de haber llegado conocí a Juan Rulfo, quien era presidente del Comité mexicano de solidaridad con el pueblo boliviano, hubo un acto de apoyo a los exiliados bolivianos y el discurso central lo dio el mismísimo autor de “Luvina”, uno de mis cuentos preferidos. Le estreché la mano y me dije a mí mismo que cuando fuera grande sería como ese señor: humilde y sencillo.
En México pasaba parte de mi vida en juerga, en algunos talleres de literatura y haciendo de cuenta que estudiaba sociología; me sentía vacío, buscaba algo más y encontré un grupo de jóvenes que se llamaba Netopía, un término compuesto de la “neta” es decir la verdad y de la utopía, la ilusión. Eran un contrasentido, pretendían ser artistas irreverentes y yo me sentía a gusto con ellos. Era un grupo muy loco. Un buen día decidimos buscar a María Sabina, la curandera, la Chojta Chjine (la que sabe).
Pregunté quién era esa mujer cuyo nombre traía a mi mente imágenes extrañas y alguien del grupo me trajo un libro acerca de la vida y obra de la chamana de la que hablaban cantantes rockeros y poetas. En ese libro de R. Gordon Wasson, el autor cuenta que a María Sabina los hongos, a quienes ella llamaba “niños santos”, le habían entregado el “Libro del Lenguaje”, María afirmaba: “Los honguitos son la sabiduría, y esa sabiduría es el lenguaje/…/Todo mi lenguaje está en el Libro que me fue dado/…/Aparece el Libro y empiezo a leer, sin titubear/…/ son los niños santos los que hablan, los que curan”.
El autor señalaba: “De hecho, durante las veladas se deja un lugar despejado para que el Lenguaje baje por allí, ya que María aclaraba: “veo que el lenguaje cae, viene de arriba, como si fuesen pequeños objetos luminosos que caen del cielo. El Lenguaje cae sobre la mesa sagrada, cae sobre mi cuerpo. Y yo atrapo con mi mano palabra por palabra”. Terminé de leer eso y decidí acompañarlos, no tanto por ingerir hongos, sino para ver la ceremonia del lenguaje sagrado, para mí el lenguaje es la patria final de los escritores y en ese territorio me sentía cómodo, aunque, en esa época, era un principiante reconociendo el mapa, los caminos, las ciudades, aprendiendo a manejar la brújula de los cuentos y buscándome en cada frase que escribía y en cada texto que leía.
A veces, creo que imaginé la búsqueda y el encuentro, hasta que en mis sueños ella viene a mí y siento que las palabras la siguen como una bandada de aves revoloteando alrededor de ella, comiendo de su mano, las veo luminosas, de colores, sombrías, definitivas, sugerentes, significativas, evocadoras, palabras/temas, palabras/dioses, palabras preñadas. No lo sé, los sueños son misteriosos, lo cierto es que en México gané el Premio latinoamericano de cuento y de México volvió a Bolivia un joven dispuesto a ser escritor. Tal vez María Sabina era la chamana movima que me salvó de morir cuando era un recién nacido, tal vez me volvió a salvar y me sigue obsequiando palabras para que siga viviendo. Cuando muera sabré si ella es mi sueño o yo soy el de ella.
(*) Escritor y Poeta boliviano
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