A Donagh Gordon
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Después de la Conquista, los habitantes de los pueblos mesoamericanos sufrieron una transformación radical en su manera de interpretar al mundo, fue un cambio de vida tan drástico que muchos no pudieron superarlo y llegaron hasta el suicidio al ver que su entorno se había modificado, algunos cronistas indígenas citados en el libro de Miguel León Portilla “La visión de los vencidos” expresaron la desolación que sintieron al ver su majestuoso Imperio destruido después de la Matanza del Templo Mayor que dice así:
“En los caminos llacen dardos rotos,
los cabellos están esparcidos.
Destechadas están las casas,
enrojecidos tienen sus muros.
Gusanos pululan por calles y plazas,
y en las paredes están los sesos.
Rojas están las aguas, están como teñidas,
y cuando las bebimos, es como si bebiéramos agua de salitre“
(p.154)
Este relato me parece desolador y creo que describe perfectamente el sentimiento de impotencia que siente el hombre ante el desastre, una guerra o una pérdida irremediable que provoca que el ser humano pierda las ganas de vivir, la esperanza o ese motor interno que mueve nuestras conductas que algunos llaman fe, para muchos hombres y mujeres la Conquista fue un acto de barbarie insuperable en donde se vieron humillados, con mujeres violadas, perdieron su dignidad y su libertad al grado de llegar a preferir matar a sus hijos antes de verlos convertidos en esclavos. Pero ¿cómo se recuperó ese sentimiento de renovación? ¿Cómo renovó el mundo indígena el amor por la vida? En mi análisis (acto totalmente subjetivo), esa recuperación moral se dio a través de la Conquista Espiritual, del trabajo incesante de los misioneros franciscanos, agustinos y demás órdenes religiosas que se dieron a la tarea de iniciar el complejo proceso de evangelización en donde se conjugaron de manera muy particular dos religiones: la mesoamericana y la católica. Este proceso fue paulatino porque se enfrentaron a una cosmovisión diferente pero eficaz, al grado que hoy en día nuestro país (México) es muy respetuoso de las fiestas religiosas y tiene un calendario ritual que se celebra con gran respeto.
La presencia de los milagros y prodigios forman parte esencial de la cosmovisión de nuestro pueblo, el culto a los Santos, las peregrinaciones a lugares sagrados y hasta las apariciones marianas como las de la Virgen de Guadalupe en el Cerro del Tepeyac o la Virgen de Ocotlán son festividades que provocan verdaderas muchedumbres que ofrendan toda la fe y esperanza hacia estas deidades femeninas, tan poderosas que hasta se trasmite en vivo y en directo, en cadena nacional por las cadenas televisoras más importantes del país y algunas del extranjero.
La presencia de los milagros sigue formando parte de la realidad cotidiana de los mexicanos, además son un elemento importante de identidad.
Hay una característica peculiar en la fe de los mexicanos, cuando su oración a la Virgen o al santo de su devoción es escuchada, éste le ofrece un “milagrito” que le cuelga a la figura de bulto que está en la capilla, iglesia o basílica consagrada a su culto, ocurre algo similar a los lugares de peregrinación como el del Señor de Chalma, al grado que abundan los “niñitos dorados”, los “piecitos”, los “corazones”, “las manitas”, “los ojitos” y hasta fotografías que dan testimonio de la gracia concedida y es una muestra de gratitud de la persona hacia el Santo por haber intercedido por él ante Dios para que su petición tuviera solución. Estas pequeñas joyas son una muestra que a pesar de que vivimos inmersos en un mundo moderno y globalizado los prodigios se siguen manifestando, son testimonios materiales de la fe de las personas, de la devoción de los mexicanos.
Además de los “milagritos” en las paredes de los santuarios y de las iglesias son frecuentes los exvotos o retablos que consisten en pequeñas pinturas que representan sucesos trágicos, operaciones difíciles, enfermedades incurables o accidentes en los que se pidió la intercesión de un Santo para salir del problema y que por un milagro el individuo sobrevivió, hay una pequeña descripción (con errores de ortografía) de los sucesos con el nombre de la persona que ofrece el exvoto en agradecimiento al santo. Una de las mayores colecciones de retablos que conozco se encuentra en el Museo de Frida Kahlo en Coyoacán, si el lector está interesado lo invito cordialmente a que la visite y observe con atención estas muestras de la imaginería popular y de la fe de los mexicanos. También puede ir a las iglesias y observar cómo, hasta el día de hoy, los milagritos y los retablos forman parte de la vida de los mexicanos, que pese a las adversidades sale siempre adelante por su fe, si hay algo que debo reconocer, es la eficacia de aquellos misioneros españoles de túnicas raídas que predicaban de un pueblo a otro, lograron que en nuestro país se cimentará profundamente la religión católica con las particularidades de una cosmogonía indígena que lograron un sincretismo que nos distingue de otros países del mundo.
(*) Historiadora
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Bibliografía:
– León Portilla, Miguel. La visión de los vencidos. ed. UNAM, México, 1992, 224 p.
– Sánchez, Rosa María. Los retablos populares Exvotos pintados. ed. UNAM, México, 1990, 85 p.
– Thompson, Helen. Milagros, la magia de la imaginería popular. ed. Grijalbo, México, 1999, 95 p.